Si un dibujante de cómic de los años 80 hubiera tenido que imaginar un científico loco capaz de jugar con el genoma de media humanidad, el resultado hubiera sido algo muy parecido a George Church. El profesor de la Universidad de Harvard es un viejo conocido. Le hemos visto proponer la resurrección de los mamuts y la idea de preñar a una humana con un neandertal clonado.Y, sin embargo, no deja de sorprendernos.
Esta semana, en una entrevista para el programa norteamericano 60 minutos confesó que estaba trabajando en una aplicación para encontrar pareja basándose en el ADN. Y, como era de esperar, el mundo biotecnológico se volvió loco ante la perspectiva de llevar Tinder al mundo de la genómica.
¿Ligar con los genes?
En los últimos días, hemos ido sabiendo más cosas sobre la aplicación de la que hablaba Church. Digid8, que es como se llama la compañía, tiene como misión principal evitar citas entre personas que porten la misma mutación recesiva y puedan tener hijos con problemas. Esto, de entrada, puede ser muy útil en pequeñas comunidades étnico-religiosas que tengan un alto nivel de endogamia.
De hecho, según explicaba Antonio Regalado en la MIT Technology Review, la intención de la start-up es convertirse en una especie de "GPS genético" que permita a otras aplicaciones evitar emparejamientos "de alto riesgo genético". El mismo Church aclaró hace unos días que solo se centrarán en "enfermedades muy graves" que afectan aproximadamente al 5% de los nacimientos).
Eso no ha impedido a los críticos preocupados por cómo se define exactamente esas "enfermedades graves" empezar a hablar de que se trata de una nueva forma de "eugenesia". Sobre todo, ante el escenario de que empiece a usarse para bloquear personas con rasgos fenotípicos socialmente menos deseables.
¿Y si esto no fuera nada nuevo?
La idea de Church suena radical e incluso extravagante, pero quizás lo más sorprendente es que no es nada nuevo. Desde 1983, la organización judía Dor Yeshorim lleva ofreciendo pruebas genéticas a miembros de la comunidad judía (que, precisamente por la endogamia, tienen mayor riesgo de sufrir ciertas enfermedades hereditarias como la de Tay-Sachs que se llevó a los cuatro hijos de rabino que creó la ONG).
Otros países como Islandia ya usan bases de datos genealógicos para este mismo fin y aquí en Xataka hemos ido contando el progreso de las empresas de análisis genético que quieren cribar nuestros embriones para asegurarnos que su riesgo poligénico de enfermedad es limitado. Es decir, a priori, tampoco parece tan mala idea.
La genética de consumo se vuelve mainstream
Está claro que Digid8 plantea algunas cuestiones digas de discutirse: mientras la mayoría de servicios están orientados al momento en el que las parejas ya están penando en tener hijos, Church da un paso atrás y se va a la fase del ligoteo. Una jugada arriesgada porque, en fin, no parece que las apps de emparejamiento tengan como principal función la reproducción. Arriesgada, pero legítima.
Al menos, siempre que se haga asegurando ciertos mínimos éticos y teniendo en cuenta que, todos los problemas que comentábamos hace unos días sobre la utilidad de pruebas genéticas para el usuario final siguen encima de la mesa. Es decir, mientras la propuesta se mantenga en un nivel tecnológicamente plausible, puede tener sentido.
No obstante, cosas como la falsa seguridad (motivada por variantes genéticas no conocidas) o la falta de consejo genético pueden ser un problema. Y uno serio. Sin embargo, parece que este tipo de servicios, sobre todo en entornos genéticamente complejos, han venido para quedarse.
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