Sabemos que dejar de fumar es beneficioso a cualquier edad. Sin embargo un estudio reciente ha comprobado que si lo hacemos antes de los 35, las consecuencias negativas del tabaco se reducen notablemente. Son buenas noticias para los fumadores, pero quizá quienes más puedan extraer de esto sean las autoridades sanitarias.
Dejar de fumar antes de los 35. Un equipo de investigadores de varias universiadades ha publicado un artículo en la revista JAMA Network Open en el que dan cuenta de un análisis realizado sobre los efectos del tabaco en la mortalidad. El resultado más llamativo del estudio es que la mortalidad de quienes habían dejado de fumar antes de los 35 se reducía hasta casi equipararse con la de aquellos que nunca habían fumado.
¿Y después de los 35? En general, el estudio observó que la mortalidad de los exfumadores iba reduciéndose progresivamente hasta acercarse a la de los no-fumadores (los que nunca lo habían sido). Sin llegar a esta equiparación, el efecto no dejaba de darse en aquellos de más de 35 años.
Así, por ejemplo, quienes dejaban el tabaco antes de los 45 veían recortado su exceso de mortalidad en un 90%. Entre los 45 y los 64 la reducción era de dos tercios. Son reducciones importantes, pero los riesgos lo son mayores. Aun recortando ese 90% su exceso de mortalidad, éste sigue siendo elevado, un 21% por encima del de quienes nunca fumaron.
Tercer estudio en marcar este límite. En un comentario publicado en la misma revista, John Pierce, de la Universidad de California en San Diego, explica que este estudio es uno más (el tercero en su cuenta) en señalar que dejar de fumar antes de los 35 pueden ver su mortalidad reducida hasta equipararse a la de los no-fumadores.
A pesar de ello Pierce señala que, en lo que respecta a dejar el tabaco, cuanto antes mejor. “Hace tiempo que es sabido que, cuanto antes lo deje un fumador, mejor” explica. “De todas formas, es posible ser más específico con respecto a la edad con la que un fumador lo deja”.
Diseñar estrategias. Aunque el mensaje de los 35 años puede calar en muchos fumadores, quizá quienes más puedan extraer de este estudio son las autoridades sanitarias, encargadas de diseñar estrategias para la reducción del tabaquismo, que a menudo no dejan de ser campañas de marketing con el objetivo de dejar de fumar.
En este sentido, tener una cifra puede resultar de gran utilidad. Al fin y al cabo fijarse metas es una recomendación habitual, una estrategia útil a la hora de superar una adicción. La meta de los 35 años puede resultar de utilidad a algunos. Según señala Pierce, este objetivo puede ser incorporado a los planes de reducción del tabaquismo que implementan las autoridades sanitarias de distintos países.
Pisar el freno. Aunque la cifra de los 35 resulte lo más llamativo de este estudio, el trabajo también indica que la intensidad con la que fumamos afecta a nuestra mortalidad. Uno de los resultados más curiosos de este estudio es que el tabaquismo causa más mortalidad entre los fumadores blancos.
En muchas otras cuestiones sanitarias, la correlación entre etnia y salud suele favorecer a las poblaciones de origen europeo. No es este el caso. Los datos indican que esto puede deberse a un menor consumo de tabaco por parte de otros grupos, que no solo empezarían a fumar más tarde sino que fumarían con menos frecuencia.
“Estos resultados nos recuerdan que reducir la intensidad con la que se fuma (cigarros por día) debería ser uno de los objeticos de los programas de control del tabaco”, señala Pierce. Fumar menos también ayuda, y los planes sanitarios deben tenerlo en cuenta.
Reducción del daño. Las estrategias que buscan no erradicar una práctica perjudicial (ya sea el tabaco, el alcohol, las drogas o el juego) sino reducir el impacto negativo que las prácticas causan son conocidas habitualmente como estrategias de reducción del daño.
El reciente estudio señala en esta dirección, indicando que es posible fumar, pero que cuanto menos y cuanto antes lo dejemos, mejor. Las estrategias de reducción del daño no están exentas de polémica, como primero la aparición de productos “light” y hoy en día con los “cigarrillos electrónicos".
Las estrategias de reducción del daño, sin embargo, pueden abarcar otras prácticas menos polémicas, como la reducción de espacios en los que está permitido fumar o el aumento de los precios del tabaco. Fijar metas de reducción y abandono de la práctica son dos más en la lista.
Mortalidad reducida, salud restaurada (más o menos). Cabe señalar, eso sí, que la mortalidad no es la única variable que preocupa a las autoridades sanitarias. El tabaco también está relacionado con enfermedades crónicas que pueden reducir nuestra calidad de vida sin acabar necesariamente con ésta, como la diabetes o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
Dejar de fumar antes de que este tipo de dolencias se materialicen es también clave puesto que no tienen cura pero pueden ser prevenidas. Los beneficios de dejar de fumar pueden aparecer de manera progresiva, con algunos de éstos apareciendo en el mismo día.
El tabaquismo en España. El número de no-fumadores en España superó recientemente el 50%, con el número de personas que fuman diariamente algo por debajo del 25% según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) y epdata.es.
Un estudio reciente ofrecía unos datos menos optimistas: poniendo la proporción de fumadores diarios en niveles de 1999. En este caso el dato se basaba en españoles de entre 15 y 64 años que consumían tabaco a diario, un 34%. Esto sería un notable incremento con respecto al mínimo de la serie histórica, un 29,6% registrado en 2007, aunque por debajo del máximo de las últimas dos décadas registrado en 2003 (un 36,7%).
*Imagen | Masha Rostovskaya
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