Un reciente y minucioso estudio ha puesto de manifiesto una relación increíble: durante 1973 y 2011, la incidencia de melanomas varió hasta en un 10% coincidiendo con un evento cósmico: el paso de la materia oscura por nuestro planeta. Pero nadie dijo que la ciencia fuera fácil.
Por muy esmerado que sea un estudio científico, a veces se topa con explicaciones que no se sostienen con la realidad que conocemos. ¿Estamos ante un caso así? ¿Qué relación puede tener la sustancia más misteriosa del universo con uno de los tumores más agresivos que conocemos? Puede que las apariencias, una vez más, nos estén engañando.
La "dependencia planetaria del melanoma"
Con un título enormemente sugerente, Konstantin Zioutas, investigador del CERN y profesor de la Universidad de Patras, y Edward Valachovic, de la Escuela Pública de Salud de la Universidad de Albany, han publicado un estudio en el que analizaron 38 años de datos sobre la incidencia del melanoma. ** En esos 38 años, desde 1973 hasta 2011, el diagnóstico muestra una variación regular estacional, explican, que no debería existir. Si el diagnóstico no estuviera afectado por nada, los datos (la curva) **deberían mostrar un patrón aleatorio, tendiendo al alza debido a mejores técnicas de diagnóstico.
Sin embargo, las estadísticas muestran que los datos varían durante el año de una manera muy parecida a lo largo del tiempo. Los investigadores explican en el artículo que esta variación coincide "de manera estadísticamente significativa", con la posición planetaria de la Tierra y otros astros: Mercurio, Venus y Júpiter, por ejemplo.
En concreto, que la posición de los astros coincide misteriosamente con los lugares y las tasas de diagnóstico del melanoma en el planeta Tierra. Para comprobar sus pesquisas, los investigadores hicieron varias pruebas cruzadas comprobando que estadísticamente tenían sentido.
¿Y cómo llegan a la conclusión de que esta extraña relación tiene que ver con la materia oscura? Para los autores, estos resultados serían acordes a las últimas observaciones de "corrientes masivas de materia invisible" que atraviesan la Tierra debido a su interacción planetaria.
"Hasta donde sabemos, esta sería la primera evidencia de que existe una relación entre los fenómenos planetarios y la medicina convencional", explican los autores en el artículo. Sin embargo, y a pesar de que los resultados son buenos, esto no significa nada de nada en realidad.
Si parece demasiado fantástico para ser verdad, probablemente sea un cuento
Hay que dejar claro que el artículo es bastante minucioso a la hora de describir los análisis estadísticos llevados a cabo para justificar su conclusión. Sin embargo, esto no significa que la interpretación sea buena. Si damos por válido el análisis, sabemos que, efectivamente, el patrón que sigue la incidencia estacional y regular del melanoma es muy extraño.
También sabemos, porque lo dice el análisis, que esto coincide casualmente con el posicionamiento de los astros. ¿Estos hechos son suficientes para decir que la materia oscura influye en la incidencia del melanoma? No. ¿Sirven para explicar que hay una influencia de los astros en la incidencia del melanoma? Tampoco.
Solo sirven para decir que hay una correlación entre ambos hechos, es decir, que están relacionados pero podría ser por azar (por casualidad) o por una razón que desconocemos. Pero hay un dicho en ciencia que reza: correlación (o casualidad) no son lo mismo que causalidad, aunque así lo parezca por culpa de un número. Esto quiere decir que la supuesta casualidad de que coincidan estos datos estadísticos (y lo hacen, tal y como hemos dicho) no implica en ningún momento que que exista una causa para ello.
Por tanto, hasta que se compruebe, este resultado es solo una feliz coincidencia. Este tipo de relaciones sirven para encontrar fenómenos que podrían estar relacionados. Pero no sirven para afirmar con rotundidad que lo están. Por tanto, decir que existe una relación entre los planetas y la medicina convencional es hacer una apuesta bastante mala.
¿Qué sabemos del melanoma y la materia oscura?
Curiosamente, los investigadores no llegan a nombrar directamente la materia oscura en ningún momento de su artículo. En vez de eso, hablan del "Universo Oscuro", y de corrientes masivas de materia invisible relacionadas con la gravedad, menciones que solo pueden hacer referencia a la materia oscura.
Se denomina así a un tipo de materia que corresponde al 80% de la materia-energía del universo, y que no es energía oscura, materia ordinaria ni neutrinos. Y, por el momento, ni siquiera estamos seguros de que esté ahí. Debido a su supuesta naturaleza, la materia oscura no interacciona con prácticamente nada del universo conocido.
¿Cómo sabemos que está ahí? En primer lugar, porque solo podemos explicar el universo que conocemos si esta existe. En segundo, tenemos ciertas pruebas indirectas de su existencia relacionadas con la gravedad. Aun así, su existencia es tan efímera y extraña que a día de hoy todavía se pone de manifiesto la reticencia científica a aceptar al 100% su existencia.
Por otro lado, el melanoma es uno de los tipos de cáncer de piel más habituales y agresivos. Para 2018 se esperan más de 91.000 casos nuevos diagnosticados. Los factores principales suelen ser la exposición a la luz ultravioleta, los lunares, las causas genéticas y la piel muy clara. El melanoma, como otros tumores, ocurre por el descontrol de las células del epitelio tras sufrir una serie de mutaciones que "rompen" sus instrucciones internas. ¿Cómo podría afectar un planeta a cientos de miles de kilómetros de aquí a esta enfermedad?
La interpretación es muy importante en ciencia
La respuesta a la anterior pregunta probablemente es: que no lo hace. Para empezar, las mutaciones necesarias para sufrir un melanoma, como decíamos, las producen radiaciones ionizantes o sustancias con efectos cancerígenos, capaces de forzar este cambio en la célula. Está claro que la materia oscura no tiene esta capacidad, pues supuestamente nos atraviesa constantemente sin producir ningún tipo de cambio en nuestros cuerpos (ni siquiera los suficientemente leves como para detectarla).
Supongamos que es capaz de producir algún tipo de variación en los factores astronómicos que terminan por afectarnos (mayor exposición de luz ultravioleta, una variación en la ionosfera...). En tal caso, este mismo patrón lo habríamos detectado y veríamos la relación entre el melanoma, ese factor terrestre que afecta a la incidencia del cáncer de piel y las variaciones de los astros.
Pero tampoco lo hemos detectado. Estas variaciones podrían influir en los métodos de detección, haciéndolos más precisos (por poner una hipótesis sobre la mesa) durante ciertos momentos del año. Pero esto tampoco parece tener sentido, pues este mismo patrón afectaría a otras técnicas moleculares idénticas utilizadas con otros cánceres, y el patrón no se aprecia en otros tipos de tumores, al menos por el momento.
Por otro lado, y para hacer la cuestión aún más obvia, los autores han querido explicar el paralelismo entre los fenómenos observados y la materia oscura (o materia invisible, como la llaman). Pero recordemos que no podemos detectarla, por lo que no deja de ser una simple interpretación condicionada.
Este artículo, publicado en una revista medianamente prestigiosa (World Scientific, una editorial asociada al Imperial College de Londres) pone de manifiesto una cosa que muchas veces se nos pasa cuando hablamos de ciencia: ni los estudios bien hechos se libran de una mala interpretación.
En esta ocasión tenemos unos números que coinciden según los análisis estadísticos. Pero también tenemos una interpretación que aprovecha esta coincidencia para buscar una relación extraordinaria y que no es cierta (aunque pueda tener un aparente sentido lógico).
Este mismo artículo, por ejemplo, podría servir para explicar la influencia de los planetas en la vida de los seres humanos, dando la razón a los astrólogos y las pseudociencias. Sin embargo, "afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias", como decía David Hume (y Carl Sagan parafraseaba). Y en esta ocasión no existe tal demostración sino una extraordinaria casualidad.
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