Hace una semana, el presidente de la Xunta de Galicia dio una rueda de prensa en el Parlamento autonómica y destapó la caja de los truenos. Anunció que estaban trabajando en una ley que permitiera "limitar el consumo" de bebidas energéticas entre menores de edad. No había más detalles, ni más desarrollo: no hizo falta.
Durante años hemos sabido que teníamos un problema muy serio con las bebidas energéticas, pero nadie parecía tomárselo en serio.
La maquinaria ha echado a andar. Desde entonces, según ha informado la agencia EFE, siete comunidades autónomas han anunciado que estudiarán regular la venta de bebidas energéticas a los menores de edad. Mientras Castilla y León y la Comunidad Valenciana llevan ya tiempo estudiando el asunto (aunque no han aterrizado ninguna medida hasta el momento), Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha y el País Vasco han anunciado que lo estudiarán. Navarra ha dicho que es algo que se ha hablado, pero aún no se ha decidido nada.
Pero la cosa no parece que vaya a quedarse aquí. Es cierto que Asturias no ha querido hablar del asunto, Cantabria y La Rioja no tienen previsto poner en marcha ninguna iniciativa y Madrid, Extremadura, Canarias y Andalucía no tienen el asunto encima de la mesa. Sin embargo, todo parece indicar que tendrán que tomar posición.
Al fin y al cabo, la Generalitat valenciana ya ha anunciado que va a pedir al Ministerio de Sanidad que el tema se trate en un Consejo Interterritorial y, teniendo en cuenta que, aunque las competencias las tiene la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, el Ministerio ha manifestado en varias ocasiones su intención de regular el asunto, parece que la cuestión podría estar encarrilada (a falta de que se despeje la incógnita del nuevo gobierno).
Pero, ¿tiene sentido la prohibición? Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) parece ser que sí, "el consumo de más de 60 miligramos de cafeína en adolescentes de 11 a 17 años (unos 200 mililitros de bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml) puede provocar alteraciones del sueño".
Pero va más allá, porque "a partir de 160 miligramos de cafeína (500 mililitros de una bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml), [el consumo de estas bebidas] puede provocar efectos adversos generales para la salud: efectos psicológicos y alteraciones comportamentales y trastornos cardiovasculares".
En adolescentes es peor. Además, "el consumo de bebidas energéticas, incluso poco frecuente, se asoció con varios indicadores negativos para la salud. La notificación de varios comportamientos que comprometen la salud aumentó con la frecuencia del consumo de bebidas energéticas", explicaba Maija Puupponen y su equipo de la Universidad de Jyväskylä que han estudiado recientemente el problema.
Es decir, a todos estos problemas se suman muchos más, como denuncia recurrentemente la Asociación Española de Pediatría. Porque el gran problema que hace las bebidas energéticas "especiales" no son (solo) los problemas 'directos' que pueden originar; su gran problema es que es una práctica cultural "de prestigio" entre los jóvenes y eso la hace atractiva (pese a estar, como vemos, conectada con numerosas conductas de riesgo).
No sabemos en qué quedará la cosa, pero hay muchos argumentos para racionalizar la normativa que regula la venta de bebidas con alto contenido en cafeína; solo falta que alguien le ponga el cascabel al gato.
Imagen | Jorge Franganillo
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