Poco a poco y sin demasiada oposición, la obesidad ha ido ganando terreno en las sociedades desarrolladas. Desde 1975, la obesidad infantil (seguramente la más perniciosa) se ha multiplicado por diez y, de hecho, todo parece indicar que ya hay más niños con obesidad que con bajo peso en el mundo. Esto se puede resumir en una sola palabra: problemas, problemas y más problemas.
Problemas que no sabemos solucionar y que ahora la industria farmacéutica ha puesto entre sus objetivos.
Un problema cada vez más grande. Pero empecemos por el contexto, La obesidad infantil está íntimamente relacionada con una enorme cantidad de patologías y complicaciones: diabetes tipo 2, hipercolesterolemia, hipertensión, dolor articular, problemas respiratorios, hígado graso... Además, en un contexto cultural como el actual, a todas esas complicaciones 'físicas' habría que sumar un rosario de problemas sociales, psicológicos y emocionales.
En este sentido, aunque a veces nos sorprenda, España no sale muy bien parada. Los estudios llevan años señalando que, en el contexto europeo, los países mediterráneos tienen serios problemas. Según estas radiografías periódicas, en torno al 4% de los niños españoles tiene obesidad. Son cifras peores que las italianas, griegas, macedonias o maltesas, pero son cifras preocupantes.
De hecho, son hasta optimistas. Fundamentalmente, porque los criterios son muy restrictivos. Si hacemos caso a la Sociedad Española de Pediatría, un 18,1% de los niños españoles entre seis y nueve años sufrirían obesidad. Cuatro de cada seis presentaría un peso excesivo según los criterios de la OMS. Y, en realidad, da un poco igual la cifra porque, en fin, no sabemos muy bien cómo hacerla bajar.
Y apareció Ozempic. Ozempic y, en general, todos los análogos de la GLP-1. Una serie de fármacos diseñados para "mejorar los niveles de azúcar en sangre en adultos con diabetes mellitus tipo 2 y reducir su riesgo de enfermedad cardiaca" que, por sorpresa, servían para perder peso. Mucho peso. Tengamos en cuenta que, de promedio, los adultos no diabéticos que toman Mounjaro pierden más de una cuarta parte de su peso corporal (en torno al 27%).
Eso ha supuesto una revolución y ya ha empezado a poner en aprietos a supermercados y gigantes de bebidas azucaradas, pero sobre todo cambia el paradigma con el que nos enfrentamos a la obesidad. Y es que, con un mercado estimado de 30.000 millones de dólares antes de que acabe la década, las farmacéuticas saben que aquí está todo por hacer.
El nuevo paradigma. Sobre todo porque sí, mucha gente acude a este tipo de fármacos por una cuestión estética; pero los datos de los últimos años nos dicen que, además, encontrar una fórmula para frenar la epidemia de obesidad que 'castiga' a medio mundo trae un sinfín de beneficios sanitarios. Es verdad que estamos en las primeras fases de esta revolución y lo razonable es ser prudentes, pero (si todo va bien y no hay sorpresas -- que las habrá) lo que podemos esperar es eso.
Era cuestión de tiempo que la obesidad infantil se pusiera encima de la mesa. De hecho, no es nada nuevo. Novo Nordisk ha estado llevando a cabo desde hace unos dos años un ensayo clínico de Saxeda con niños con obesidad de entre 6 y 12 años. Eli Lilly confirmó la semana pasada a Bloomberg que tenía en marcha un estudio con adolescentes y acaba de terminar un pequeño ensayo con niños. Las farmacéuticas están moviéndose todo lo rápido que pueden.
Y, en este terreno, no es mucho. Al fin y al cabo, el gran problema que tienen estos medicamentos cuando hablamos de usos pediátricos es el mismo: es un momento crítico para el desarrollo (muchísimo más que en adultos) y hay que mirar con especial detalle todo lo que ocurre. Ahora mismo los resultados son positivos, pero los análisis y pruebas no han hecho más que empezar.
¿Este es el futuro que nos tocará vivir? Quizás esa sea la gran pregunta y, durante los próximos años, tendremos mucho tiempo para debatir sobre esto. Lo cierto es que, durante siglos, la idea de que los problemas sociales son más maleables que los biológicos ha sido parte del consenso cultural. Pero eso está a punto de cambiar.
Claro que la obesidad infantil es un problema social; sanitario, sí, pero social. Hay una clara correlación entre mayores tasas de pobreza y precariedad económica y una mayor obesidad (y otros problemas de salud). El problema es que, pese a saberlo, no estamos siendo capaces de implementar las medidas necesarias para corregirlo.
Por eso, el debate sobre la llegada de la farmacología a este campo se vuelve éticamente más exigente. Y más necesario.
En Xataka | España tiene un problema con la obesidad infantil. Su tasa ya es de las más altas de Europa
Imagen | Emilio Labrador
Ver 15 comentarios