La guerra no es solo un asunto geoestratégico, económico y social; también tiene ramificaciones profundamente sanitarias. Lo sabemos bien. En 2014, cuando empezó el conflicto en torno a Crimea y algunas zonas del Donbass ucraniano, el sarampión aprovechó las grietas del sistema (y la profunda crisis económica que se desencadenó) para pasar de los 4.782 casos a los 35.120 en un solo año. La inmunización se desplomó desde el 98% de 2006 al 42% de 2016. Y en esa época, no estábamos en medio de una pandemia.
¿Otra crisis sanitaria? Por eso, a la crisis militar, política y humanitaria hay que sumar una crisis sanitaria de primera magnitud. Miles de personas están saliendo de Ucrania buscando asilo y refugio en la Unión Europea; los controles epidemiológicos de Ucrania, sus planes de vacunación y sus medidas sanitarias se han volatilizado en cuestión de días. Vienen momentos muy duros de refugiados, hacinamientos e insalubridad. ¿Es posible que la guerra "resucite" la pandemia en Europa ahora que ya hablábamos de retirar las restricciones sanitarias?
Una radiografía de la pandemia en Ucrania. No es un temor infundado. En las últimas semanas, Ucrania ha vivido la peor ola de contagios de COVID desde el inicio de la pandemia. El día 10 de febrero se superaron los 37.000 casos y, aunque desde entonces no ha dejado de ir a menos, no está claro si se trata de que la ola está en remisión o de un problema de notificación por parte de las autoridades sanitarias. Las muertes están aún lejos de los peores momentos (que en el caso ucraniano fue en noviembre de 2021), pero el posible colapso del sistema sanitario hace temer lo peor.
Las íntimas relaciones entre la guerra y las enfermedades infecciosas. Tras dos años de trazar paralelismos entre la Gripe Española de 1918 y la pandemia de COVID, es lógico que el inicio de las acciones bélicas plantee dudas sobre el impacto de la guerra en la salud pública. La evidencia histórica y epidemiológica nos dice que, aunque en el caso de conflictos civiles relativamente cortos que pueden limitar la transmisión debido a la reducción de viajes y contactos interpersonales, los conflictos en curso más prolongados tienen efectos negativos persistentes (con potencial de convertirse en problemas sanitarios de alcance continental)
Over 4.000 Ukraine citizens crossed thee order and arrived to Moldova today, the president Maia Sandu says. The government has deployed the temporary placement centers near the towns of Palanca and Ocnița.
— Balkan Insight (@BalkanInsight) February 24, 2022
📸 Moldovan government
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Como explicaba Richard Selfman, asesor de salud del Banco Mundial, "sea cual sea la duración o la naturaleza del conflicto armado en Ucrania, [este] tendrá un efecto negativo en los sistemas de salud, interrumpirá los sistemas de vigilancia y respuesta y provocará un aumento de enfermedades infecciosas prevenibles conocidas; más aún con COVID y cualquier variante futura". Esta última es la clave, de hecho. Que la situación epidemiológica va a empeorar es algo que se da por hecho y que esto va a tensionar todos los sistemas sanitarios de Europa del Este, también. La única buena noticia es que mientras Ómicron sea la variante mayoritaria esperamos que la situación esté controlada.
¿Nuevas variantes? ¿Nuevas olas? Pero nada nos asegura que Ómicron vaya a seguir ahí. Hace pocos días, Dinamarca anunciaba una nueva sub-variante que representa el 24% de los nuevos casos y presentaba novedades inquietantes frente a la Ómicron que ya conocemos. No hay razones para preocuparse aún. Ya sabemos que la aparición de nuevas variantes es algo muy habitual, pero tenemos que ser conscientes de que Ómicron tardó dos semanas en darle la vuelta a la situación epidemiológica de todo el mundo. La aparición de una nueva variante (peligroso) en mitad de un conflicto bélico puede ser un desastre. Como muestra el caso de Hong Kong, incluso con altos niveles de vacunación, una ola descontrolada es un peligro aún muy real.
Estar preparados ante la tormenta perfecta. Con la caída del sistema sanitario ucraniano y el problema de los refugiados que se está empezando a vivir ya en las fronteras de la UE, la esperada retirada de las restricciones sanitarias exige un fortalecimiento de los sistemas de vigilancia y respuesta ante el virus. Tenemos que armar los sistemas de monitorización epidemiológica y estar atentos.
Imagen | Kacper Pempel/Reuters
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