Sobre la fina línea que a veces separa la investigación científica, el control ciudadano y el activismo social
En los últimos días, varios medios se han hecho eco de un estudio europeo sobre la existencia de agente patógenos resistentes a los antibióticos en el pollo de la cadena de supermercados Lidl. Hasta el 71% de las muestras, para el caso español. Este tipo de estudios son llamativos y muy fáciles de manipular; pero, en realidad, no cambian en absoluto lo que sabemos sobre la seguridad alimentaria en la Unión Europea. Ni, por supuesto, lo que tenemos que hacer cuando cocinamos.
Veamos por qué
¿Qué ha ocurrido? Se acaban de publicar los resultados de un informe europeo que ha analizado 142 productos de pollo en 22 establecimientos de Lidl en España, Alemania, Italia, Reino Unido y Polonia. En 2023 ya se publicó un informe similar centrada solo en Alemania.
¿Qué dice el informe? Según las conclusiones del informe, el 50% de las 142 muestras tenían "bacterias resistentes a los antibióticos" y un 74% "gérmenes fecales". En el caso español, el número aumenta hasta el 71% para las bacterias multirresistentes y hasta el 83% para la E. coli y otros microorganismos relacionados.
Además de eso han encontrado listeria en el 38% de las muestras españolas y campylobacter (relacionada con los problemas gastrointestinales) en el 83%. En España nos e ha encontrado Salmonella.
¿Es fiable? En el caso de los informes, la financiación corre a cargo de organizaciones animalistas o dedicadas a la promoción del bienestar animal por lo que es legítimo preguntarse por los posibles conflictos de interés que pueda haber. No obstante, aquí lo importante no es el aspecto científico, sino el comunicativo.
Por dos razones: la primera es que, en principio, la parte técnica ha sido llevada a cabo por un laboratorio independiente acreditado por DAkkS y no hay motivos aparentes para dudar de los resultados. La segunda es que, en absoluto, son sorprendentes.
¿Cómo que no es sorpendente? Evidentemente, la presencia de este tipo de bacterias en el pollo no es algo deseable. Pero como ocurrió cuando hablamos del positivo por virus de la hepatitis A en unas fresas de origen marroquí hace unos meses, sin duda es menos grave de lo que parece.
Por un lado, disponemos de una amplísima base da datos de sobre alertas y enfermedades que nos deja claro que aquí no hay ningún problema de salud pública en potencia. Recordemos que el pollo que se ha analizado es "en crudo" y que, para su consumo, tiene que cocinarse.
Ninguna de esas bacterias (o de otro tipo) sobreviven al proceso de preparación: habría que encadenar una importante serie de conductas de riesgo para que las bacterias causaran un problema de salud -- independientemente de si son resistentes a los antibióticos o no.
Entonces... ¿no hay que darle importancia? Tampoco es eso. La industria alimentaria está atada regulatoriamente por cada vez más procesos de seguridad para reducir los posibles problemas que van surgiendo. No hay duda de que debemos aspirar a sistemas mejores que reduzcan cada vez más la posibilidad de que haya intoxicaciones o infecciones alimentarias.
Sin embargo, estos informes están diseñados con la declarada (y, por lo demás, legítima) intención de generar un determinado clima de opinión. No debemos sustraernos de eso porque es un elemento clave del debate.
Pero estamos hablando de "bacterias resistentes a los antibióticos", ¿no? Ya hemos visto que haya lo que denominan "gérmenes fecales" es algo que puede ocurrir también con productos vegetales y sobre lo que llevamos décadas trabajando. Que haya "bacterias resistentes a los antibióticos", por otro lado, es algo que cada vez será más común porque, desgraciadamente, cada vez hay más (y están por todos lados).
Si se quiere dar la sensación de que esa presencia se debe al uso de antibióticos en la carne que compramos, solo hay que repetir una vez más que las prácticas de ese tipo son ilegales y, en todo caso, extremadamente raras. De las 123.000 muestras de carne que examinó la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria en busca de antibióticos solo 239 no cumplían los requisitos legales. Eso es el 0,18%.
¿Qué podemos hacer, entonces? Lo mismo que deberíamos estar haciendo ya. No está de más recordar que hasta el 60 % de la intoxicaciones alimentarias se producen en el propio hogar. Por lo que tiene mucho sentido que implementemos prácticas seguras a la hora de almacenar, manipular y preparar los alimentos.
Estas prácticas se dividen en dos bloques: el primero es adquirir alimentos que sean higienicamente seguros. "Para asegurarse de que esto es así, se debe acudir a establecimientos que cuenten con los pertinentes controles sanitarios y que los alimentos procedan de industrias que estén autorizadas y registradas [...] con el etiquetado correspondiente", nos explicaba el Servicio Gallego de Salud.
El segundo bloque es cocinar de manera segura. Como explicaba Gemma del Caño hace unos años, las medidas son sencillas: cocinar bien los alimentos, limpiar manos y superficies, no lavar nunca el pollo y mantener todos los alimentos bien refrigerados (y no mezclar alimentos crudos y cocinados).
Imagen | Open Grid Scheduler / Grid Engine
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