Ahora que arrancan las vacunaciones contra el COVID, empieza a quedar patente un problema: a corto y medio plazo, no habrá vacunas para todos. Sí, los Gobiernos europeos llevan semanas hablando de millones de dosis (140 millones en el caso de España), pero no concretan cuando llegarán. No lo hacen, sencillamente, porque no pueden. No sólo no sabemos cuándo se autorizarán las vacunas que aún no han terminado sus ensayos, sino que es imposible saber cuánto tardarán Pfizer o Moderna en suministrar las dosis que tienen comprometidas.
Por eso, en los últimos días, algunos investigadores han propuesto una solución salomónica: dado que estas dos vacunas constan de dos dosis, ¿podríamos, en una fase preliminar, poner solo una dosis doblando el número de personas con "algo de inmunidad"? ¿Podríamos ganar tiempo y reducir el impacto de una posible tercera oleada cambiando la forma en que usamos las vacunas?
Es una alternativa tentadora, no hay duda. Solo tiene un pequeño problema: no hay manera de saber qué ocurriría. No tenemos datos y desconocemos casi totalmente qué eficacia puede tener una sola dosis.
Una lotería inmunológica
La periodista Zeynep Tufekci y el epidemiólogo de la Universidad de Harvard Michael Mina han sido los que han puesto esta idea encima de la mesa en una tribuna en el New York Times. Su idea central es que los datos sugieren que la inmunidad parece empezar a desarrollarse entre 10 y 14 días después de la primera dosis. Es decir, antes de la segunda. Por ejemplo, Moderna ha sostenido en algunas comunicaciones que la dosis inicial confería una inmunidad del 92,1 por ciento dos semanas después. Otros informes, más realistas, hablan del 52,4%
Inciden en el hecho de que hay otras vacunas (como la del sarampión) cuya dosis de refuerzo se administra años después de la primera. "Si la dosis de refuerzo [del coronavirus] pudiera administrarse seis meses o un año después de la primera y mantener una alta eficacia, eso permitiría que el doble de personas se vacunen entre estos días y el próximo año" acelerando el objetivo de la inmunidad de rebaño.
El principal obstáculo, como ellos mismos reconocen, es que nadie ha estudiado qué pasaría en una situación así. A efectos prácticos, los datos para pensar que cierta inmunidad se mantiene son los mismo que para cree que esta desaparece totalmente a los 30 días. En muchos sentidos, vacunar con una sola dosis sería jugar a la lotería inmunológica.
¿Podemos saber si la idea tiene sentido?
No obstante, Tufekci y Mina plantean algo que sí puede ser interesante: buscar entre los participantes de los ensayos clínicos que ya tenemos a personas que, por motivos variados, solo hayan recibido una dosis y examinar sus datos en detalle. Esto no serviría para aprobar el uso de una sola dosis, pero sí nos daría una manera sencilla de saber si la hipótesis puede tener sentido. Y, cuanto antes, tendríamos que iniciar nuevos ensayos con grupos de bajo riesgo para testar cuanto antes este enfoque.
Aunque la cuestión central es si merece la pena investigarlo. Es decir, si los beneficios reales de implementar esta práctica se podrán aplicar en la vida real. ¿Es mejor tener un millón de personas perfectamente vacunados que dos medio-inmunizados? Sobre todo en EEUU, se está valorando la opción porque se encuentran en medio de una oleada muy importante y vacunar más rápido (sobre todo, si son capaces de reponer las existencias en un corto plazo de tiempo) puede tener un impacto positivo. Pero más allá de situaciones concretas, todo parece apuntar a que los riesgos no compensan usar una sola dosis.
Imagen | Kristine Wook, Hospital Clinic
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