Implantes cerebrales, estimulación eléctrica e inteligencia artificial: la solución de EEUU para las enfermedades mentales

Las enfermedades mentales del futuro no se tratarán ni con pastillas ni con terapias psicológicas: se tratarán con implantes cerebrales, estimulaciones eléctricas y mucha inteligencia artificial. Y quién dice “del futuro”, dice “del presente” porque según presentaron la semana pasada dos equipos diferentes: es una tecnología que ya se está probando en humanos.

Financiados por DARPA (la agencia de investigación avanzada del ejército norteamericano), estos investigadores están desarrollando algoritmos que permitan “curar” los trastornos de ánimo en tiempo real. ¿Estamos ante el principio del final de la depresión, la ansiedad y, qué se yo, la tristeza?

¿En busca de la salud o del ciborg perfecto?

La tecnología (la estimulación cerebral profunda) es una vieja conocida que se usa para abordar enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson con buenos resultados. Sin embargo, con enfermedades psiquiátricas no hemos tenido tanta suerte. En buena medida porque solo tenemos una idea muy preliminar de cómo es un “cerebro deprimido”.

Por eso, los investigadores han querido empezar por usar los mismos implantes para desarrollar una suerte de mapa neuronal de los estados de ánimo y los trastornos psicológicos. Sobre él, una serie de algoritmos (lo que llamaríamos una ‘inteligencia artificial’) trabajarían para detectarlo y corregirlo conforme se dan esas alteraciones.

La clave, según explicaron en la última reunión de la Sociedad Norteamericana de Neurología, es que han diseñado los implantes específicamente para este tipo de enfermedades y que están programados para que solo se enciendan cuando es necesario. "Hemos aprendido mucho sobre lo que podemos hacer y lo que no", explica Edward Chang de la Universidad de California en San Francisco.

En efecto, el Ejército de EEUU es uno de los principales interesados en conseguir que esta tecnología funcione. Y no sólo porque se trataría de una forma ayudar a los muchos soldados que sufren síndromes de estrés post-traumático y otras enfermedades mentales. A nadie se le escapa que la posibilidad real de conseguir que los soldados estén al cien por cien de sus capacidades puede ser el arma definitiva.

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