Italia es el país con menos natalidad de Europa. Pero esta región del norte lleva 40 años enfrentándose (con éxito) al problema

Tirol del Sur se ha convertido, con mucho, en el lugar con más nacimientos de Italia. 

Keren Fedida Ytvitjoirek Unsplash
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Mientras el fantasma de la despoblación, la caída de la natalidad y el invierno demográfico avanza por toda Europa, una pequeña región de Italia parece que resiste, "todavía y como siempre", a la tendencia internacional.

No es un milagro, pero sí sorprende. En 2022, nacieron 6,7 niños por cada mil italianos (un poco por debajo de España que se quedó en 2,88). Salvo en Bolzano, donde esa cifra ascendió hasta 9,2. ¿Qué está pasando en Tirol del Sur?

Políticas para ayudar a las familias. Bolzano ha saltado a los medios internacionales en los últimos días porque el New York Times ha publicado un amplio reportaje en el que se repasa la ambiciosa política pro-natalidad de la región.

"Los padres disfrutan de descuentos en guarderías, productos para bebés, comestibles [hasta un 20% de descuento], atención sanitaria, pagos de electricidad, transporte, actividades extraescolares y campamentos de verano. La provincia complementa las asignaciones nacionales para la infancia con cientos de euros más por niño [200 euros al mes hasta los tres años] y se jacta de sus programas de guardería", explicaban en el diario norteamericano.

Un ejemplo difícil de imitar. No obstante, el mismo reportaje deja claro que más allá de esas medidas, hablamos la zona de Italia con mayor ingreso por habitante (y, como sabemos desde hace años, son precisamente los ricos los que tienen ahora más niños). Una que, además, tiene mucha independencia financiera con respecto al resto del país.

Además, y esto no es trivial, llevan desde los años 80 con un compromiso financiero sostenido. Esto es crucial porque indica que las políticas llegaron pronto (moderan la caída de la natalidad) y, como decía Agnese Vitali, demógrafa de la Universidad de Trento, se ha ido creando una mecanismos sociales, políticos y culturales que favorecen la vida familiar a largo plazo.

Es decir, parte del secreto del éxito ha sido llegar pronto y contener el desguace de los asideros culturales que favorecían una natalidad superior.

Pero hay algo más. Una situación históricamente complicada. Esa región de Italia no se incorporó al país hasta después de Primera Guerra Mundial y muchos de los habitantes son culturalmente austriacos. De hecho, la tradición independentista es muy fuerte en la zona.

Y esto es algo que tienen en común muchas zonas desarrolladas con un alto índice de natalidad: una separación muy clara con el entorno. Sean anabaptistas norteamericanos, israelitas secularizados o tiroleses del sur, la sensación de ser una minoría en mitad de un grupo mucho más numeroso ha estimulado que las familias asuman un mayor compromiso con las cifras de natalidad.

Dinero, dinero y dinero. Como hemos explicado en muchas ocasiones, todo parece indicar que el descenso de la natalidad tiene que ver con que el mundo se va haciendo cada vez más urbano y eso dispone unos incentivos sutiles, pero muy poderosos.

En el mundo rural tradicional, la repercusión económica de un hijo más solía ser positiva. En el mundo urbano actual, parece ser al contrario. De hecho, lo que nos dicen los datos es que la natalidad se dispara en las clases más ricas de la sociedad. O sea, que tener niños no es una cuestión de dinero, pero en el fondo... sí que lo es.

El caso de los tiroleses del sur es paradigmático (más dinero suele estar vinculado a mejores resultados), pero también insuficiente (no logra, ni de lejos, llegar a la tasa de reemplazo). Al fin y al cabo, como los demógrafos empiezan a pensar, la única forma de frenar la tendencia es con ingentes transferencias de dinero hacia las personas que quieran ser padres. Precisamente lo que no sabemos si queremos hacer como sociedad.

Imagen | Keren Fedida 

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