La medicina hiperbárica se deja oír últimamente entre los deportistas. Quienes la defienden parecen atribuirle casi una propiedad panacea: quita el dolor, recupera lesiones y hasta mejora el rendimiento deportivo. Al menos eso prometen entrenadores y médicos del mundo de la élite deportiva. ¿Funciona realmente este tipo de tratamiento o es una moda más? ¿Cuál es su fundamento? Los estudios y evidencias sobre la terapia hiperbárica tratan de contestar a estas preguntas.
En qué consiste la medicina hiperbárica
La reciente noticia de recuperación de Daniel Carvajal gracias a la medicina hiperbárica es la última de muchas otras noticias en las que famosos deportistas se han beneficiado de sus bondades. O así lo afirman sus preparadores y entrenadores.
Esta terapia consiste en someter a una persona a una presión superior a la atmosférica, que es con la que convivimos casi todos los seres humanos, mediante una cámara especial. Además de la presión, en la cámara se aumenta notablemente la concentración de oxígeno, de manera que se incrementa la presión de oxígeno y, supuestamente, la concentración de oxígeno en sangre.
Curiosamente, la primera cámara hiperbárica documentada se remonta a 1662, en Reino Unido, y su uso, proponía su inventor, servía para todo tipo de beneficios fisiológicos. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX que la medicina hiperbárica asentó sus bases gracias al doctor Paul Bert, quien describió por primera vez el efecto barométrico del oxígeno en el cuerpo humano.
Fue este hombre el que descubrió el efecto metabólico (y tóxico) del exceso de oxígeno en los organismos vivos. A partir de sus trabajos se desarrolló un incipiente interés en el que se trató de usar esta técnica para combatir todo tipo de males: sífilis, diabetes, artritis... También el cáncer y, por supuesto, el síndrome de descompresión, aunque los intentos no siempre consiguen el éxito, como se puede ver en los resultados de los estudios.
Rendimiento, lesiones, enfermedades... una cámara para todo
La medicina hiperbárica tiene ya mucho tiempo entre nosotros. ¿Para qué la utilizamos a día de hoy? Observemos primero el caso de los deportistas. La figura de Carvajal no es la primera asociada a la medicina hiperbárica, ni mucho menos: Cristiano Ronaldo, Raúl González o Rafa Nadal son solo algunos de los nombres famosos que han probado este tratamiento con diversos objetivos. El mismísmo Lebron James usa casi religiosamente una cámara hiperbárica para "recargar" su cuerpo antes y después de los partidos.
Entre los deportistas la medicina hiperbárica "promete" aliviar el dolor de una lesión, aumentar la resistencia y también el rendimiento. Pero esos no son los únicos supuestos que se le atribuyen. Quienes la defienden aseguran que tiene la capacidad de curar los problemas de sordera neurosensorial, problemas asociados a la diabetes, la anemia severa, las infecciones necrotizantes... y un sinfín más.
¿Acaso nos encontramos ante un método prodigioso, capaz de tratarlo casi todo y casi sin efectos secundarios? Como suele ocurrir en medicina, la cuestión no es tan sencilla. ¿De qué evidencias disponemos para afirmar tal cosa?
Lo que dice la ciencia sobre la medicina hiperbárica
Cuando Bert describió el efecto citotóxico del aumento de concentración de oxígeno en los tejidos, también mostró que el metabolismo celular aumenta con dicha concentración. Esto quiere decir que, a mayor aporte de oxígeno, mayor es la actividad de la célula. De hecho, existen estudios que indican que el músculo esquelético en ratones se recupera antes según el aporte de este gas.
Entonces, si pudiéramos aumentar la concentración de oxígeno en sangre, ¿podríamos aumentar el metabolismo celular? Sí, de hecho lo hemos comprobado, especialmente en células tumorales, que en este caso sirven como ejemplo de la relación entre el consumo de oxígeno y el metabolismo. ¿Y esto quiere decir que podemos curar las úlceras por diabetes, el cáncer, la anemia o las migrañas? No, desde luego.
Para cada uno de los casos hay que observar, en concreto, la evidencia existente. Por el momento, para las enfermedades como el cáncer (en general) o las migrañas no existen evidencias de que la medicina hiperbárica sea eficiente. A pesar de ello, existe quien no duda en afirmar que esta terapia podría ayudar a su tratamiento, a pesar de las pruebas en contra.
Tampoco ha mostrado evidencia, según varias revisiones Cochrane, a la hora de tratar las quemaduras , las intoxicaciones por monóxido de carbono o los infartos isquémicos.
En resumen, por el momento no hay evidencia científica suficiente que demuestre que la medicina hiperbárica sirva para el autismo, diabetes, el SIDA, la enfermedad de Alzheimer, el asma, la enfermedad de Parkinson... entre muchas otras. Y a pesar de ello, el número de pacientes parece ir en aumento.
¿Y si hablamos de deporte?
Son numerosos los casos en los que se afirma que la terapia hiperbárica ha ayudado a tal o cual deportista a recuperarse antes. Sin embargo, los metaanálisis, por el momento, muestran la necesidad de hacer más investigación y señalan que no existen evidencias contundentes que demuestren un verdadero beneficio.
Según estos análisis, muchos de los estudios realizados hasta la fecha tienen problemas de diseño o han sido probados en circunstancias demasiado concretas para ser generalizadas. Por ejemplo, ¿cómo sabemos que el aumento de oxígeno en la cámara supone un aumento de oxígeno útil en sangre? Este es un parámetro muy complicado de medir. Si esto falla, el resto de los argumentos también.
Por otro lado, hay quien defiende que los deportistas son el mejor ejemplo de que esto funciona. Pero este argumento no es correcto, al menos científicamente. Por ejemplo, el uso de la medicina hiperbárica para tratar el dolor es famoso por su efectividad y ha sido avalado por las celebridades. Lo que nadie suele explicar es que el dolor, en sí, es una sensación muy subjetiva, relacionada con la percepción en gran medida.
En cuanto a los tiempos de recuperación, tampoco existen evidencias contundentes que indiquen que la medicina hiperbárica ayude más que cualquier otro tipo de tratamiento. ¿Quiere decir eso que no funciona? Tampoco es cuestión de cerrar puertas, pues el tratamiento hiperbárico sí que ha mostrado su utilidad en ciertos problemas graves como la oxigención en el tejido cerebral tras un accidente.
Por otro lado, también tiene sus peligros, algunos ligeros, como son molestias y dolores en los oídos o las articulaciones, pero algunos puede llegar a ser más graves, provocando daños irreparables en el ADN debido a la oxidación, aunque estos no son comunes. En general, a día de hoy, la medicina hiperbárica solo tiene utilidad probada en ciertas circunstancias concretas, como puede ser un síndrome de descompresión o ciertas lesiones neurológicas muy específicas. Más allá de eso, según los estudios realizados hasta la fecha, no parece cumplir con las mil y una bondades que se le atribuyen. Pero claro, que eso no arruine una buena moda.
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