Dejar el smartphone fuera del dormitorio mejora el sueño al reducir la exposición a estímulos visuales
Este cambio conduce a dormir más al eliminar la distracción previa al sueño...
...y también nos cambia el amanecer si lo primero que hacemos es echar mano del móvil
Hay un hábito que seguramente parece muy natural: pasar un rato haciendo scroll en nuestro móvil antes de dormir, ya metidos en la cama. Llevamos muchos años escuchando que esta práctica es muy perjudicial, pero como no parece demasiado agresiva, seguimos pasando sus consecuencias por alto.
No tiene que ver con las radiaciones, sino con una cuestión fisiológica sobre nuestra vista, y también con los estímulos que nos suponen los contenidos en pantalla en una hora en la que lo mejor que podríamos hacer sería inducirnos a un estado de relajación.
Hace un mes (algo más, pero vamos a redondearlo) empecé a hacer algo simplemente para ver si realmente se notan esos efectos: dejar el móvil fuera del dormitorio antes de ir a dormir.
Del marco de esta puerta no pasas
Empecé a acostumbrarme a dejarlo en el despacho, junto al ordenador desde el que escribo estas líneas, en otra habitación separada.
La primera consecuencia fue la esperable: me cuesta menos quedarme dormido. Básicamente porque el momento de apagar la luz para dormir no tiene una interrupción como la del móvil.
Lo malo del móvil es que es imposible aburrirse con él. Podemos encadenar redes sociales, foros, mensajería, juegos y lo-que-sea desde esa misma pantalla en nuestra mano.
Al costarme menos tiempo quedarme dormido también llegaba otra consecuencia lógica: dormir más tiempo. Echar tres cuartos de hora cada noche viendo vídeos de golazos amateur o leyendo los vínculos de la fabricación de quesos con las técnicas alfareras primitivas suena tentador, pero para nuestra salud es mucho más saludable arañar un rato más de sueño.
Y más cuando uno ya no cumple los treinta y la gloria de antaño hoy es solo supervivencia.
Si el momento nocturno ha sufrido cambios, también los ha experimentado el matutino. Antes era constante pegar un zarpazo al móvil al despertarme para pasar los primeros minutos del día viendo notificaciones y portadas de periódicos, alargando todo lo posible ese rato hasta pensar "o me levanto ya o llegaré tarde", justo antes de arrancar el día con prisas.
Sin el móvil a mano, como no hay nada más que hacer que pensar en el día que tenemos por delante, ese rato desaparece y directamente me levanto para hacer exactamente lo mismo antes de salir de casa, pero sin prisas, sino a un ritmo normal.
Y por si alguien se lo pregunta: no necesito el móvil cerca para despertarme porque la alarma vibra en mi reloj, algo especialmente recomendable para quienes no dormimos solos.
Imponer un límite físico a la presencia del smartphone en las horas nocturnas me ha traído unas consecuencias tan esperables como positivas. Plantearme romperlo de nuevo solo tendría una motivación: el vicio por los contenidos online.
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