Cuando en 1997 Lewis y Heaton presentaron la escala de heces de Bristol en el Scandinavian Journal of Gastroenterology, podían intuir que su idea se iba a convertir en una de las escalas clínicas y experimentales más utilizadas del mundo; pero de ninguna manera podían sospechar que estaban quedándose cortos. Siete tipos de heces (que van desde las de tipo "excrementos de oveja" a la "totalmente líquida" pasando por todo tipo de "salchichas") parecían suficientes.
Pero nunca es suficiente. Somos, si me permitís la expresión, seres insaciables. Por eso no es de extrañar que en los últimos años grupos de investigación y empresas de todo el mundo hayan iniciado una carrera para encontrar el estándar definitivo para analizar (en tiempo real) cosas como la cantidad, la densidad, el volumen, la claridad, la consistencia o el color de las heces humanas. En tiempo real y con aprendizaje profundo.
Como decía Emine Saner en The Guardian, la "era del retrete inteligente" está ya aquí. Y es algo digno de ver.
La tecnología de consumo se cruza con el retrete
En Xataka ya nos hemos declarado una y otra vez fans del retrete japonés. Sin embargo, aquel cruce mítico entre un wc y un bidet que descubrimos con fascinación en los 90 se parece a los nuevos dispositivos lo que el teléfono de Grahan Bell al iPhone 13.
Por ejemplo, un grupo de investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford están introduciendo cámaras dentro de las tazas del inodoro para, mediante el uso de algoritmos de aprendizaje profundo, reconocer la "huella anal" de los usuarios. Es decir, las características únicas de la piel que rodea la parte final del canal anal. Los mismos investigadores está trabajando en aplicaciones para controlar la tasa de flujo y el volumen de la orina con visión mecánica.
"Se trata de una excelente noticia", nos dice Guido Corradi, profesor de la Universidad Camilo José Cela y coordinador de ToiletScience, una iniciativa que estudia el impacto de los baños públicos en la salud y la calidad de vida. "A nivel tecnológico y diseño, los baños no han cambiado mucho desde los años 60". "Esto se debe, en buena parte, a que no se trata de un sector llamativo para empresas innovadoras" y a que, con la progresiva 'privatización' de los baños (y el desinterés cada vez mayor hacia los baños públicos) todo lo que rodea a este mundo se ha convertido en una especie de tabú.
Un tabú que la obsesión por la cuantificación personal (y la aparición de un sector tecnológico orientado a la tercera edad) parece haber conseguido poner en jaque. No sé si vivimos la "edad de oro de los inodoros inteligentes" como decía Victor Tangermann; pero lo que está claro es que las empresas e iniciativas abundan. Coprata, por ejemplo, está centrada en mejorar los sistemas de escaneo de nuestras deposiciones para encontrar mejores indicadores de salud.
[Es decir, quieren convertir el inodoro en un elemento más en la monitorización de la salud de todos nosotros. En la misma línea, Toi Labs también busca encontrar soluciones tecnológicas para ir más allá del peso de las heces o la postura del usuario. Y, para ello, están "utilizando métodos ópticos para observar aspectos como el volumen, la claridad, la consistencia o el color".
Suena raro, incluso cómico. Pero como dice Corradi, "el humor en este contexto puede ser un gran aliado". Al final, "el baño es un tema importante porque todos hacemos uso de él; en cierta forma, todos somos dependientes de él. Y, aunque no solemos ser conscientes, los problemas relacionados con él son una fuente constante de trastornos médicos, fisiológicos y, también, psicológicos". "No hay una consciencia de que el váter pueda ser nuestro aliado y un actor más en nuestra salud" y si esto ayuda a que la revolución tecnológica llegue a ellos, todos saldremos beneficiados.
Imagen | Giorgio Trovato
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