Cada año, solo en España, 10.000 personas reciben el diagnóstico de párkinson. La segunda enfermedad neurodegenerativa más común: 160.000 pacientes en el país, siete millones en todo el mundo y, pese a todo, un enorme misterio. Durante años médicos e investigadores de todo el mundo han perseguido cada síntoma, cada pista, cada detalle raro en un escáner o analítica con la intención de aportar algo de luz (y, gracias a eso, encontrar un tratamiento)
Pero se encontraron con una maraña inmensa de causas y efectos. El mejor ejemplo seguramente sean las mitocondrias. Desde hace mucho, los especialistas saben que los problemas de las "centrales energéticas" de las células dopaminérgicas están íntimamente relacionados con el desarrollo de la enfermedad, pero ¿Qué fue primero? ¿Qué originó qué? ¿La enfermedad provoca los problemas de las mitocondrias o es al revés y son éstas las que están detrás de la enfermedad? ¿Cómo podemos ir más allá del tratamiento de los síntomas y abordar de una vez por todas la cuestión de las causas?
Un paso inicial, pero un paso fundamental
Ahora un equipo español acaba de dar un golpe encima de la mesa. La revista 'Nature' publica un trabajo que demuestra, en modelos animales, cómo son los defectos en el complejo mitocondrial 1 del cerebro están detrás de la progresión del párkinson. Esto abre la puerta a encontrar nuevas dianas terapéuticas y iniciar un lento camino hacia encontrar una cura para la enfermedad.
Para conseguirlo se utilizaron ratones modificados genéticamente para eliminar el gen Ndufs2, un elemento central en el desarrollo del complejo mitocondrial. La idea era analiza qué efectos tenía esa eliminación en la sustancia negra y, tal y como pensaban, el efecto ha sido el desarrollo de una enfermedad que a todas luces es indistinguible de lo que conocemos como párkinson.
Ahora queda lo más complejo: seguir la pista. Trabajar para entender qué pasa con esas mitocondrias y encontrar formas de que la patogénesis se corte lo antes posible. No estamos ante la "cura contra el párkinson", ni tiene sentido crear esperanzas desmesuradas. Pero no hay duda que estamos ante un paso que puede cambiar muchas cosas.
Imagen | Robina Weermeijer
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