En mitad de una importante crisis de gobierno y con miles de manifestantes a las puertas de la residencia oficial del primer ministro, el gobierno israelí ha decidido imponer un confinamiento de tres semanas tras el "dramático resurgimiento" de los casos de coronavirus en las últimas semanas. Se convierte, así, en el primer país del mundo en volver a andar la senda del cierre total. Otros países han acometido medidas parciales, pero nadie se había visto obligado hasta ahora a ir tan lejos.
“Sé que estas medidas tienen un precio muy alto para todos nosotros" explicaba el primer ministro, Benjamin Netanyahu, al anunciar que entre el 19 de septiembre y el 9 de octubre Israel estará virtualmente cerrado. De forma general, los ciudadanos no podrán alejarse más de 500 metros de su hogar, las escuelas y las tierras no esenciales se cerrarán y las medidas solo se eliminarán si los números de casos comienzan a bajar de nuevo.
Una decisión difícil que no se puede postergar más
Tras un cierre rápido y efectivo, Israel apostó por descongelar la economía rápidamente para intentar esquivar el golpe que la crisis suponía económica y laboralmente. Como explicamos hace unas semanas, no fue nada efectivo y una cascada de malas decisiones acabó alimentando una segunda ola de contagios ya desde finales de julio. La misma segunda ola que ahora se ha descontrolado.
Así, un Israel inmerso ya en una importante recesión por el virus, se veía obligado a tomar una decisión muy dura. Una decisión que no solo ha causado importantes quejas entre los empresarios y los sectores más vulnerables, sino que ha provocado toda una crisis de gobierno. El ministro ultraortodoxo de vivienda del Gobierno dimitió el domingo por su desacuerdo con la medida (que impedirá que muchos fieles puedan acudir a los oficios religiosos durante una de las ceremonias religiosas más importantes del judaísmo).
Lecciones de Israel
Si miramos las cifras de Israel, sus casi 150.000 casos, sus 1.100 fallecidos y sus 4.000 casos diarios aparecen como algo relativamente bajo en el contexto de países como España que ya ha superado, con mucho, el medio millón de casos, 29.747 fallecidos y más de 12.000 casos al día. Y, por el éxito de Israel para frenar la primera ola, es así. Sin embargo, en cuanto comparamos los nuevos casos (teniendo en cuenta la población) vemos que la situación del país de Oriente Próximo es relativamente peor que la española.
La palabra clave ahí es 'relativamente'. En este sentido, aunque (como podemos ver en el gráfico superior) las tendencias dejan claro que no estamos en el mismo punto, el ritmo con el que crece la gráfica española no es nada tranquilizador. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el evento que originó la nueva ola en Israel fue, precisamente, la vuelta al cole: algo que en España está ocurriendo en estos mismos momentos.
Como hemos repetido en numerosas ocasiones, es muy difícil comparar países y, por eso mismo, es muy difícil sacar conclusiones aplicables a otros contextos. Pero sin lugar a dudas la situación israelí es un aviso para navegantes: desde que comenzaron a saltar las alarmas, el gobierno ha sido incapaz de controlar la segunda ola y las consecuencias están a la vista: un nuevo confinamiento. Lamentablemente, cada día hay más países que se acercan a ese horizonte.
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