Aunque este verano no promete ser demasiado caluroso, puede que ya hayas sentido la mordedura del calor: la pereza, la incomodidad, la torpeza lánguida bajo el sol... ¿qué tiene la temperatura que nos atonta y nos deja sin energías? Los científicos se han puesto manos a la obra, bajo el aire acondicionado, para tratar de desvelar esta molesta relación
Los estudiantes rinden menos sin aire acondicionado
Un reciente estudio, llevado a cabo por la universidad de Harvard, ha mostrado que los estudiantes tienen un rendimiento escolar notablemente menor cuando se encuentran sometidos al calor. En concreto, la investigación señala que la eficiencia a la hora de realizar tareas académicas: operaciones matemáticas, exámenes, y otras relacionadas con la función cognitiva, se ve mermada ante una diferencia de temperatura de unos dos grados y medio.
Resumiendo el resultado, que busca comprender cómo se enfrentan los alumnos a las olas de calor, el estudio explica que los participantes, respondieron peor y más lentamente (hasta un 10% más lentamente) a las tareas asignadas cuando se encontraban en ambientes más calurosos. En concreto, los investigadores relacionan un aumento del tiempo de reacción entre los dieciséis y los veinticuatro milisegundos por grado.
También señalan que el estudio es solo un acercamiento, y no dudan en apuntar a los posibles fallos: por ejemplo que la investigación se limita a estudiantes, o que no puede generalizarse el efecto del calor a lo largo de todo el día a partir solo de este estudio. Sin embargo, lo curioso es que estos resultados son consistentes con lo observado en otras ocasiones.
Por supuesto, esta no es la primera de las investigaciones que trata de entender cómo nos afecta el calor. Un estudio realizado en 2002, en la Escuela de Medicina de Harvard, llegaba a una conclusión muy similar: la temperatura influye en nuestra capacidad cognitiva y en el tiempo de reacción. Otras revisiones, como las llevadas a cabo por la Universidad de Florida Central, apuntan también en la misma dirección.
Según analizan los investigadores, existe una clara pérdida de capacidad cognitiva ante el estrés causado por el calor, los límites y los valores no están del todo definidos ya que las mediciones con las que trabajaron los investigadores revisados carecen de un componente real, ya que solo son trabajos de laboratorio, al contrario que los otros dos estudios que señalábamos.
En definitiva, revisando los estudios hasta la fecha, vemos que todos los investigadores apuntan a que, efectivamente, el calor afecta a la capacidad y velocidad a la hora de pensar. Pero hay un consenso generalizado de que todavía faltan más estudios, especialmente para acotar las temperaturas, la forma en la que nos afecta y hasta la metodología empleada para medirlo.
¿Qué sabemos sobre el calor y el cerebro?
Nuestro cerebro funciona realmente mal a partir de los cuarenta grados centígrados. De hecho, a partir de los cuarenta y dos tenemos un problema muy serio ya que las proteínas de nuestro cuerpo comienzan a desnaturalizarse y podemos morir. Ya tenemos el límite superior de temperatura extrema.
Según este proceso sabemos que la temperatura afecta a la fisiología celular, ya que modifica la manera en la que tienen de interactuar las proteínas. Pero, ¿ocurre también lo mismo a temperaturas más bajas? Según las revisiones realizadas por Edward Walter, del departamento de medicina intensiva del Royal Surrey County Hospital, en Reino Unido, las temperaturas por encima de los treinta y cinco grados afectan de muchísimas maneras al cerebro.
Por ejemplo, producen problemas en la señalización celular, lo que puede impedir que se activen ciertas reacciones metabólicas; o provoca un aumento en la citotoxicología ya que impulsa la excreción y formación de sustancias que matan a las células; también induce a la respuesta inflamatoria, lo que puede desencadenar otra serie de reacciones adversas, como el ataque autoinmune (matando neuronas propias). Los efectos, señala Walter, pueden alterar hasta el flujo de sangre que llega al cerebro.
Aunque no podemos afirmarlo con rotundidad, cabe esperar que este mecanismo esté relacionado con la capacidad cognitiva ante una fase de calor, ya que un cambio en el flujo sanguíneo puede suponer una variación en la capacidad metabólica de nuestro cerebro, lo que podría explicar la torpeza y el cansancio a la hora de pensar. No obstante, no podemos basarnos solo en este mecanismo, porque no tenemos tampoco la certeza de que esto ocurra en temperaturas calurosas pero normales.
Por el momento, conocemos varias maneras que tiene el calor de afectar al cerebro cuando es muy extremo, pero desconocemos cómo lo hace ante situaciones más suaves. Es lícito pensar que existe una relación, algo que concuerda con los resultados obtenidos hasta la fecha: el calor hace pensar más lento a los estudiantes. Así que, aunque no tengamos todavía claro el mecanismo de actuación, durante este verano puedes permitirte el lujo de culpar al calor cuando te sientas torpe. Aunque será el tiempo el que te dé o te quite la razón.
Imágenes | Liam Moloney, kizzzbeth
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