Pero casi. La semana pasada dos twitteros (@delaCreu y @dikzaragoza) fueron demandados por un delito de injurias al sostener que "la homeopatía es una estafa". Ante la noticia, las redes sociales (y en general, todo aquellos que tenemos cierto apego a la evidencia científica) nos llevamos las manos a la cabeza.
Por eso, queríamos entender exactamente qué había pasado. Y lo cierto es que nos encontramos ante un caso a la perfección que mezcla los problemas que, en los últimos años, está teniendo la regulación de libertad de expresión en internet con las dificultades jurídicas y sociales que presenta la lucha contra la pseudociencia.
¿Es una injuria decir que la "homeopatía es una estafa"?
Antes de nada, tenemos que contextualizar un poco el asunto. No se puede acusar a alguien de injurias o calumnias solo por decir "la homeopatía es una estafa". Y no se puede porque, esencialmente, hablamos de un 'delito contra el honor'; es decir, para que sea judicializable hace falta que vaya contra el honor de una persona (persona que, además, debe denunciarlo). Parece un tecnicismo, pero en ese tecnicismo es donde está el cogollo del asunto.
Los delitos de calumnias ("la imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad") tienen un componente "objetivo" que conlleva la absolución del acusado en cuanto se acredita que es verdad lo que decía; pero, en principio, las injurias ("la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación") dependen de la gravedad de las acciones o expresiones.
Ahí es donde entra la justicia: aunque no he tenido acceso a la demanda, según han explicado en las redes sociales, @delaCreu llamó "estafador" al denunciante y @dikzaragoza, "charlatán asesino". Atendiendo a la ley y por pura gravedad de las palabras usadas, se puede entender que el Tribunal admitiera a trámite una demanda por injurias contra el "charlatán asesino". Pero, ¿contra alguien que califica a un homeópata de estafador?
El caso Cuartero
Pues sí y me temo que hay un precedente: el caso del profesor Fernando Cuartero. Entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre del año 2009 se celebró el II Seminario Vida después de la Vida, un encuentro espiritista en el paraninfo de la Universidad de Castilla-La Mancha (y que usaba las siglas de la UCLM en su publicidad) a razón de 45€ la entrada.
Cuartero, que era catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos y subdirector académico del Vicerrectorado de Investigación de la institución, decidió escribirle una carta abierta al vicerrector: "¿por qué hacen uso de la imagen de la UCLM de manera indebida? Aquí me permito recordarte que es eso precisamente lo que buscan. Este tipo de vulgares estafadores, por el módico pago de unas tasas, obtienen, mediante una mala práctica, un pretendido amparo académico que es completamente falso", decía.
La protesta tuvo un éxito moderado: se retiraron las siglas de la cartelería, pero el acto se realizó sin mayor problema. De hecho, ante la publicidad que recibió la carta, el organizador pidió Cuartero que se disculpara. No lo hizo.
Y el resultado fue que, unos meses después, fue demandado por injurias y calumnias por esas dos palabras "vulgares estafadores". Ridículo, ¿verdad? Pues no se lo pareció al juez: “aunque sea una crítica social aceptada el hablar de la parapsicología como pseudociencia, no lo es el decir que son vulgares estafadores, porque socialmente estas expresiones son ofensivas y menoscaban y quebrantan la fama y prestigio de la persona a la que van dirigidas”, decía la sentencia.
Finalmente, Cuartero fue absuelto, pero por un tecnicismo: hacía más de seis meses desde que se había publicado la carta; es decir, el delito estaba prescrito.
Eso era una buena noticia para Cuartero, pero como le explicaba el abogado Fernando Frías a Luis Alfonso Gámez: “seguimos con la misma duda, si a un estafador se le puede llamar estafador o no. Y no va a ser fácil de resolver porque cada juzgado tiene su propio criterio”.
¿El mundo al revés?
Esto que podría parece un precedente claro, puedo nos serlo. Como nos explica Fernando Frías, los últimos cambios legislativos han hecho que algunas faltas hayan desaparecido (entre ellas la falta de injurias por la que condenaron a Cuartero). Eso hace que, en realidad, nos encontremos ante un terreno relativamente nuevo. Confirmadas ambas acusaciones, solo queda esperar la resolución de la sala.
Como decía Frías, el problema es que "cada juzgado tiene su propio criterio" y, en esta materia, la jurisprudencia aún no ha establecido una línea clara que separe la 'injuria' de la simple constatación de la realidad científica.
Y sí, es cierto: pese a las razones jurídicas de base, cuesta entender que mientras llamar 'estafador' a un pseudocientífico es un delito, las personas que convencen a enfermos graves para que dejen los tratamientos efectivos no puedan ser perseguidos. Aún queda mucho por hacer.
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