El experimento se realizó a través de realidad virtual
Los participantes describieron un "hormigueo" al tocarse en el plano digital
La frontera entre lo real y lo ilusorio es fina. Al fin y al cabo eso que llamamos “los cinco sentidos” no son otra cosa que la interpretación que nuestro cerebro realiza de los estímulos que le llegan desde sus terminaciones sensoriales. O así solía serlo.
Un sentido virtual. Un equipo de investigadores ha descubierto una nueva forma en la que nuestro cerebro reacciona ante el mundo que lo rodea, una sensación a la que han denominado “ilusión de tacto fantasma” (phantom touch illusion, o PTI). En su análisis desentrañaron algunas de las características de esta especie de tacto sin contacto.
Una sensación, no un sentido. Se trata de una sensación, semejante al tacto pero que no responde al estímulo causado por la presión generada por un objeto ni por el calor que emana. El PTI tampoco se genera por un estímulo visual como podría intuirse sino que, como explican los autores es resultado de interpretaciones más complejas realizadas por nuestro cerebro.
Es por esta similaridad al tacto que algunos se han referido a esta ilusión como un “sexto sentido”. Si bien la interpretación que nuestro cerebro realiza en el PTI se asemeja a la que realiza cuando realmente “siente”, no podemos hablar de un sentido como tal, puesto que no responde a un estímulo concreto sino, como explican los autores “a una combinación compleja de percepciones sensoriales.
¿Cómo es la sensación? Los autores del estudio explican que la mayoría de los participantes en su estudio describían esta sensación como “un hormigueo o pellizco, una sensación electrificante o como si en viento pasara por sus manos”. Todo esto sin que realmente hubiera ningún objeto o movimiento externo a los participantes que pudiera inducir la sensación.
Realidad virtual inmersiva. Para estudiar la PTI, el equipo responsable de su identificación utilizó unas gafas de realidad virtual que colocó a los participantes en el experimento. Se les pidió que manipularan objetos en esta realidad virtual, entre ellos una vara. Los detalles de la metodología seguida fueron publicados en un artículo en la revista Scientific Reports.
Concretamente, los investigadores pidieron al grupo de participantes que manipularan la vara con una mano de forma que en la simulación el otro extremo del palo tocara su otra mano. Después se consultó a los participantes si este contacto virtual les había generado alguna sensación, y en caso afirmativo, se les pidió que la describieran la sensación y su intensidad.
La mayoría de los participantes reportaron una sensación similar a un hormigueo cuando se producía este contacto virtual. Es más, algunos participantes llamaron la atención sobre esta sensación antes de ser consultados por los responsables del estudio.
Una cuestión compleja. Los investigadores repitieron el experimento cambiando algunos factores clave para indagar más en el asunto. Por ejemplo, repitieron el experimento en condiciones similares pero impidiendo que los participantes vieran el contacto. Aún en este caso éstos señalaron que sentían algo.
“Esto sugiere que la percepción humana y la sensación corpórea no están solo basadas en la visión, sino en una combinación compleja de muchas percepciones sensoriales y de la representación interna de nuestro cuerpo,” explicaba en una nota de prensa Marita Metzler, coautora del estudio.
Los responsables también replicaron el estudio fuera de lo virtual. En este caso utilizaron un puntero láser a modo de vara. Sin embargo, al pedir que los participantes se “tocaran” la mano con el haz de luz éstos no describieron una sensación similar.
¿Y todo esto para qué? Según explican los autores del propio estudio, comprender mejor este fenómeno puede ayudarnos a comprender mejor nuestro cerebro. Concretamente, como señala Christian Klaes, también coautor del texto, el estudio “podría incluso profundizar nuestra comprensión de las enfermedades y trastornos neurológicos que afectan la percepción del propio cuerpo.”
Imagen | Jeshots.com / Pilacinski et al., 2023
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