El olfato de los mosquitos es (todavía) mejor de lo que pensábamos. Malas noticias para tu cuerpo

El Aedes aegypti, el mosquito al que se conoce como del dengue o de la fiebre amarilla, es uno de los más peligrosos para el ser humano por ser portador de estas y otras muchas enfermedades. Estos mosquitos tienen un sistema implacable a la hora de detectar a sus presas. Ahora estamos empezando a saber cómo lo logran.

Un picotazo guiado. Sabemos que el olfato es clave para los mosquitos, a la hora de localizar y al elegir a sus víctimas (aunque no es el único recurso del que disponen). El dióxido de carbono que emanamos al respirar es uno de los químicos que detectan estos animales, al igual que algunos químicos que resultan de nuestro sudor como el octenol o algunos aldehídos.

El Aedes aegypti es, además un atacante especializado: tan solo se nutre de sangre cuando es humana (teniendo en cuenta que tan solo los mosquitos hembra pican cuando necesitan proteínas para sus huevos) y evita picar a otros animales, ni siquiera a otros mamíferos. Un nuevo estudio analiza cómo esta “atracción irrompible” hacia los humanos puede superar incluso las trabas que nos esforzamos en ponerles todas las trabas posibles.

Olfato especializado. Pese a no contar con un sistema nervioso central, las neuronas de estos mosquitos han roto los esquemas de los científicos. Y ha sido por culpa de los receptores dedicados al olfato con los que cuentan las neuronas de estos animales.

Un estudio publicado recientemente en la revista Cell ha mostrado que el olfato de los mosquitos es muy distinto de lo que se creía. En su estudio, el equipo descubrió que cada una de las neuronas del sistema olfativo de los mosquitos puede detectar una diversidad de compuestos químicos.

Matizar una investigación que valió un Nobel. El consenso científico había sido asentado por un grupo de investigadores que, investigando en ratones, descubrió que el sistema olfativo era tremendamente especializado. Cada neurona olfativa expresa un receptor especializado en un tipo específico de olor, que se comunica con un gripo de terminaciones nerviosas llamado glomérulo.

Esta especialización, que no se da por ejemplo en el sentido del gusto, tendría sentido evolutivo. Según explica Margaret Herre, primera firmante del artículo, esto “daría a los animales la habilidad de vivir en un espacio olfativo rico, detectando y distinguiendo un enorme arco de olores”.

Leslie Vosshall trabajó en el laboratorio de Richard Axel, uno de los científicos que logró el Nobel en 2004 gracias a esta investigación. Ahora es una de las investigadoras que ha puesto un enorme “pero” a su investigación al descubrir la habilidad de las neuronas de los mosquitos para detectar una diversidad de olores.

Redundancia. Para el equipo, matizar este consenso fue sorprendente. Cada célula parecía expresarlo todo en un sistema supuestamente hiperespecializado, explicaba Vosshall. Nada parecía tener sentido a primera vista.

Contar con esta redundancia en las neuronas da a los mosquitos gran ventaja frente a las tretas que los humanos hemos creado para escaparnos de sus picaduras. Hace más difícil que logremos escabullirnos bloqueando un solo grupo de químicos.

“La manera en que el moquito organiza su sensación del olfato es totalmente inesperada” comenta Vosshall en una de las notas de prensa publicadas. “Pero para el mosquito tiene perfecto sentido. Cada neurona que interpreta olores es redundante en tal manera que el sistema olfativo es, esencialmente irrompible. Esto puede explicar por qué no hemos encontrado una forma de vencer la atracción de los mosquitos hacia los humanos.”

Edición genética. El descubrimiento se produjo cuando el equipo estaba analizando la respuesta de las neuronas de los mosquitos al dióxido de carbono. Utilizando la herramienta CRISPR de edición genética, añadieron una proteína fluorescente a las neuronas con receptores para el CO2 y otra para las neuronas encargadas de responder a los químicos de nuestro olor corporal. Descubrieron así que las mismas neuronas podían activarse ante distintos olores. Sencillamente no podía ocurrir.

Los resultados del primer análisis sorprendieron tanto al equipo que utilizaron distintas metodologías para confirmarlo. Una de estas metodologías fue la secuenciación de núcleo sencillo de RNA (snRNA-seq), que confirmó los resultados. Un nuevo sistema para utilizar electrodos para analizar el sistema olfativo de los mosquitos también ayudó a confirmar los resultados.

La mosca de la fruta, otra excepción. Pero quizá el experimento con mayor valor confirmatorio vino de la mano de otro equipo y otro animal: la mosca de la fruta. Christopher Potter, de la Universidad Johns Hopkins halló que la mosca de la fruta (animal que coincidentemente había sido también estudiado por Vosshall años atrás) presentaba un sistema olfativo semejante.

Mejores repelentes y técnicas para evitar su picadura. Este hallazgo no nos dice cómo combatir las picaduras de este peligroso insecto, pero sí nos dice al menos qué es lo que hemos estado haciendo mal. Camuflar un olor concreto de poco sirve cuando el animal es capaz de detectarnos fácilmente utilizando otro. Quizá la respuesta esté por tanto en otras tácticas, como sobrecargar el sistema olfativo de los mosquitos o utilizar trampas para desviarlos. O incluso otras más radicales.

Camino aún por recorrer. El equipo ha admitido que todavía queda camino por recorrer. Uno de sus próximos objetivos será comparar si los sistemas olfativos de otros mosquitos, especialmente los que no incluyen la sangre en su dieta, presentan este mismo mecanismo.

El equipo también quiere saber exactamente cómo la combinación de olores genera una suerte de efecto multiplicador en el cerebro de los mosquitos, en el cual parece que el total es mayor que la suma de las partes cuando se juntan el olor del dióxido de carbono que emanamos con los compuestos químicos que surgen en nuestra piel.

Imagen | Emphyrio

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