En los últimos 14 días, España ha notificado más de un millón de casos nuevos de COVID-19. Es decir, en pocas semanas España ha pasado de "rozar la inmunidad de grupo con la punta de los dedos" a encontrarse en medio de una descomunal ola de contagios que está batiendo todos los récords que habíamos visto hasta ahora.
Está claro que la llegada del frío, los cambios en el comportamiento social y las reuniones navideñas tiene mucho que ver en esta ola; sin embargo, algunos expertos llevan semanas señalando un factor extra que podría estar detrás de parte de este repunte: las mascarillas quirúrgicas. O, mejor dicho, su uso incorrecto.
Y como viene siendo habitual, el debate técnico se ha sobredimensionado y la idea de que las "mascarillas quirúrgicas no funcionan con Ómicron" se ha viralizado creando una alarma injustificada. ¿Qué ocurre realmente con las mascarillas quirúrgicas? ¿Qué podemos hacer para protegernos (mejor) de Ómicron?
¿No funcionan las mascarillas quirúrgicas?
Nada de eso. Las mascarillas quirúrgicas funcionan exactamente igual que funcionaban antes. Eso no ha cambiado. No hace falta recordar que por muy poco que filtren este tipo de mascarillas, siempre será mejor que ir sin ella. Lo que ha cambiado, en todo caso, es la situación. Ómicron está demostrando ser una variante mucho más contagiosa que las anteriores y eso hace que, en un contexto como el actual (con tantos contagiados) las mascarillas quirúrgicas pueden no ser suficiente.
Sobre todo porque, como señalaba Jose Luis Jiménez, profesor de la Universidad de Colorado experto en aerosoles, algo que ha permanecido igual pese a los dos años de pandemia es el pésimo estado de ventilación de colegios, oficinas o medios de transporte público. Los ambientes sociales mal ventilados y una variante más infectiva generan un mayor riesgo de contagio. Algo que se puede minimizar con mascarillas FFP2 (o, en el peor de los casos, incidir en las recomendaciones que llevan meses encima de la mesa).
En el fondo, pese a toda la fanfarria y el alarmismo, las recomendaciones sobre el uso de las mascarillas siguen siendo las mismas en la práctica: ser conscientes de que no se trata de una protección mágica. La utilización que hacemos de ellas (la forma en la que nos la ponemos, el tipo que empleamos o la frecuencia con la que la cambiamos) tiene que adaptarse a las situaciones en las que nos encontramos. A menudo, la rutina y el cansancio se apodera de nuestras decisiones frente a la pandemia y eso acaba por exponernos al virus sin que nos demos cuenta siquiera.
Imagen | Waldemar Brandt
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