“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. Hay un poema de Pavese que empieza con ese verso. Donde los críticos y los biógrafos ven otro rasguño del amor enfermizo que le llevó al suicidio, yo sólo puedo leer una profecía que nos alcanza a todos, el eco de una vieja historia del Norte: que la muerte vendrá y tendrá nuestros ojos.
Cuando uno ve a su doble (‘un rostro muerto asomado al espejo’), el fin es inminente. Eso fue el Doppelgänger durante años, un presagio de la muerte. Durante los últimos trescientos años, ha sido además un ‘tópico literario’, el argumento de innumerables series, películas y obras de teatro, y un enigma. Esta es la historia de cómo ese doble extraño salió de nuestras cabezas y se convirtió en una pieza perdida del pensamiento occidental.
Encontrar a nuestro Doppelgänger
No tenemos por qué ser únicos, pero ayuda. La diversidad de rostros y rasgos identificativos juega un papel clave en las interacciones humanas. Por un lado, durante generaciones, el aspecto étnico nos ayudó a identificar fácilmente a quién eran "los nuestros" en un mundo por profundas dinámicas tribales. Por el otro, nos permiten mantener en el tiempo relaciones interpersonales que, si todos fuéramos igual, serían mucho más equívocas y complicadas.
Por eso, los científicos han tenido un gran interés en comprender tanto la evolución de las caras como las habilidades humanas para reconocerlas. En general, los especialistas coinciden en que para que ese reconocimiento sea posible se necesitan al menos dos cosas: habilidades cognitiva y diversidad fenotípica. Es decir, debemos ser diferentes entre nosotros y tener la capacidad de reconocer esas diferencias
Los rasgos faciales individuales se seleccionan por una doble “selección dependiente de la frecuencia”. Es decir, que el éxito de un fenotipo depende de la frecuencia de ese genotipo en la población. Grosso modo, un rasgo se vuelve más atractivo cuanto más raro es en el contexto. Esto se ve mucho con el pelo: en los países mediterráneos el pelo rubio suele ser considerado como muy atractivo, justo al contrario de lo que ocurre en los países nórdicos.
En el fondo, hablamos de rasgos, pero solo son pequeñas variaciones. La investigación disponible deja bastante claro que casi no hay variación en las secuencias genéticas que controlan el desarrollo facial. Al contrario,según algunos estudios, parece que la mayor parte de las diferencias se encuentran en el “ADN no codificante” (llamado a veces “ADN basura”), una parte del ADN que, aunque no codifica proteínas, tiene mucho que ver con la regulación; es decir, con cuándo, cuánto y dónde otros genes se van a transcribir
Así que encontrar a nuestro Doppelgänger (en el sentido, un persona muy parecida a nosotros aunque sin parentesco) es científicamente posible -- plausible. Se trata, sencillamente, de una cuestión de azar y variabilidad. Vivimos en un mundo de más de 7.000 millones de personas, encontrar a nuestro doble teniendo en cuenta todo esto es algo que no debería sorprendernos demasiado. Hay webs que se dedican a buscar esos dobles extraños.
El Doppelgänger que va con nosotros
Sin embargo, no son ese tipo de Doppelgänger los que resultan más problemáticos. Los dobles a los que se referían las historias del norte (y que fueron recogidos por la literatura) son lo que la ciencia moderna llama 'autoscopía', una rara alucinación visual en las que nos vemos a nosotros mismos.
A diferencia de otras experiencias relativamente parecidas (como las experiencias extracorpóreas), durante las alucinaciones autoscópicas las personas no tienen experiencia de dejar su propio cuerpo. Sencillamente, se ven a sí mismos frente a ellos. “Por lo general, el doble se está moviendo y hay una interacción, se comparten las emociones y los pensamientos. Eso es lo que está dando la impresión de un Doppelgänger”, explicaba el neurólogo Lukas Heydrich, del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Lausana
Aunque es cierto que este tipo de alucinaciones suelen ocurrir en el contexto de enfermedades neurológicas o enfermedades psiquiátricas graves y, probablemente en por eso, se asociaba tradicionalmente a muerte en el mundo sin salud pública, ahora sabemos que los mecanismos neuropsicológicos son muy complejos y en casi ningún caso son antesala de nada.
Hay trastornos relacionados mucho más problemáticos como la "heteroscopía negativa", un síndrome que impide a las personas verse en los espejos. El reflejo está ahí, claro, y el resto de personas pueden verlo. Todos, menos el que sufre el síndrome. Es algo muy llamativo (y muy raro), pero existe y está documentado.
La pregunta por la identidad
Siempre que pienso en estos temas, acabo reflexionando sobre cómo muchos de estos síndromes están conectados con el folklores y las historias populares. Cuando escuchamos hablar de la heteroscopía negativa, nos vienen a la mente el mundo de los vampiros; cuando escuchamos hablar de la autoscopía, nos vienen a la mente los Doppelgängers. No resulta difícil cómo se filtraron estos problemas a la cultura popular.
Lo interesante es cómo esa cultura popular recibió esas imágenes. Es curioso que en la literatura clásica, el doble siempre es un recurso cómico. Así pasa en el ‘Anfitrión’ de Plauto o en la Comedia de las Equivocaciones’ de Shakespeare. Con el ‘Siebenkäs’ de Jean Paul, el doble pasa a ser un doble malvado, un gemelo fantasmagórico, un reverso oscuro.
No es accidental. En su larguísimo ensayo sobre la filosofía del Doppelgänger, Dimitris Vardoulakis sostiene que el doppelgänger es mucho más que un “motivo literario”; es una respuesta desde el romanticismo alemán a la preocupación por la identidad (la continuidad de las personas a lo largo del tiempo). El quiénes somos dejó de tener gracia.
El yo, la conciencia y la identidad han sido temas que han intrigado a la filosofía durante los últimos 300 ó 400 años. Sobre todo, porque es una reflexión que tiene importantes consecuencias científicas, legales e incluso sanitarias. Y en ese contexto, la figura del Doppelgänger ha permitido indagar los límites de la subjetividad humana.
Para Vardoulakis, la supervivencia de las historias de dobles extraños refleja que es un problema que resuena profundamente en la sociedad. Lo que parece también es que el de la identidad es un problema sin solución definitiva. E igual no es necesario. Derek Parfit, el mayor experto en el tema, sentenció el debate ya en los años ochenta explicando que lo crucial es que cada uno tenemos una idea intuitiva de lo que somos, el resto (en realidad) no importa.
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