La peste negra fue un episodio traumático para el ser humano. Pero también mejoró nuestro sistema inmune

La 'Peste Negra' se presentó un día de 1346 a las puertas de la ciudad Caffa en la península de Crimea. Nadie se podía hacer ni la idea más remota de la que se iba a liar. Entre ese año y 1351, la enfermedad segó la vida de unos 70 millones de personas en todo el mundo. En aquella época, Francia o Italia, sumaban 16 millones a duras penas. Entre el 30% y la mitad de la población desapreció de la faz de la Tierra.

Fue una debacle. Algo fatídico. Aterrador.

Y, sin embargo... Los últimos análisis de datos genómicos antiguos parecen indicar que estas pandemias han moldeado a nivel genético nuestra respuesta inmune a niveles que hasta ahora no hubiéramos imaginado. Es decir, el golpe de la peste negra fue terrible, sí; cambió el mundo a nivel social, cultural y económicamente, también; pero, sobre todo, sentó las bases de su propia desaparición. Y no solo por los cambios en las prácticas culturales o la evolución del patógeno, sino porque impulsó la adaptación genética de nuestros sistemas inmunitarios.

Rebuscando en el cementerio de la Historia. Luis Barreiro y su equipo de la Universidad de Chicago analizaron 516 muestras de ADN antiguo extraídas de personas que murieron antes, durante o poco después de los brotes de peste negra en Londres y Dinamarca. Al hacerlo, los autores encontraron pruebas de que la plaga seleccionó positivamente variantes genéticas relacionadas con el sistema inmunitario.

Al parecer, de la forma más salvaje, la plaga hizo que un grupo muy concreto de esas variantes pasara de estar "poco extendida" entre la población a estar "muy extendida". Una de ellas, está asociada con el control de Y. pestis en experimentos de laboratorio con células sanguíneas; algo que sugiere que puede haber contribuido a la resistencia a la enfermedad. Al aumentar los niveles de esa resistencia en la sociedad, un rudimentario "efecto rebaño" limitó el impacto de las sucesivas plagas.

Un sistema inmunitario mejor (y sus problemas). Eso hizo que nuestros sistemas inmunitarios fueran mucho más precisos y potentes con un enorme conjunto de enfermedades. Pero también trajo problemas. Es muy probable, según nos explican los investigadores, que esas variantes genéticas (al aumentar la potencia de fuego y la capacidad de alerta del sistema inmunitario) estén asociadas con una mayor susceptibilidad de las enfermedades autoinmunes.

Es curioso, no obstante, que las mismas cosas que "seleccionó" la Peste Negra y que acabaron con su terrorífica letalidad, se hayan quedado en nuestro ADN y sigan provocando problemas de salud hoy por hoy. Pero no es, ni de lejos, lo más interesante. Lo más interesante es que tenemos evidencias claras de cómo las pandemias pueden cambiarnos a un nivel tan profundo como el genético y eso, recién salidos de una, nos hace preguntarnos por lo que éramos como especie hace tres años y lo que somos ahora.

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