El pasado fin de semana, Txumari Alfaro se subió al estrado del Hotel Barceló Sans de Barcelona y explicó que una madre, preocupada por el cáncer de mama de su hija, le acababa de parar para pedirle consejo. "¿Qué hago?", le preguntó la madre. "Nada. Ahora la terapia consiste en no hacer nada (...) solo con esta toma de conciencia el pecho mejorará (...) y así se curan el 100% de los cánceres de mama", fue la respuesta de Alfaro, un personaje que lleva más de 20 años paseándose por todas las televisiones españolas.
Esa fue solo una de la sarta de mentiras, inexactitudes y barbaridades que se dijeron en 'Un mundo sin cáncer: lo que tu médico NO te está contando', un congreso pseudocientífico que pese a la denuncia del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona, una investigación de la Generalitat de Cataluña y el enfado de las redes se llevó a cabo sin ningún problema.
Una vez más, a pesar de la labor de los médicos, del movimiento escéptico, de la mayoría de los medios y de las montañas de buena información científica que hay por internet, solo hace falta que alguien diga una barbaridad para que haya cientos de personas que se lo crean a pies juntillas. ¿Cómo es esto posible?
No basta con la información
Se nos suele olvidar que los pacientes de cáncer son personas especialmente vulnerables que están sometidas a un importante sufrimiento. Hablamos de un diagnóstico grave, de futuro incierto que conlleva tratamientos complejos, agresivos y discapacitantes.
Pasa de muchas formas (a través de su entorno social, de los medios de comunicación, de las redes sociales o de búsquedas por internet), pero es habitual que muchos pacientes acaben recurriendo a terapias no convencionales, terapias sin ningún aval científico. Y no es una cuestión de información.
Tendemos a pensar que la verdad nos hace libres y que las personas están equivocadas porque les falta información. Pero no, normalmente no es cierto. Gregorio Luri, filósofo y pedagogo, decía hace unas semanas que «los niños preguntan porque tienen miedo. No necesitan respuestas científicas, sino consoladoras». Ante la incertidumbre de la enfermedad, las personas tenemos la fragilidad de ese niño que pregunta.
Los pacientes preguntan a su entorno social, se guían por habladurías o buscan en internet no porque quieran saber la 'verdad', sino porque necesitan ser consolados. Y, como muestran muchos estudios, es en ese miedo, esa preocupación y esa ansiedad donde las creencias erróneas toman forma. Y contra eso no basta con la información.
Una tarea casi imposible
Tenemos decenas de estudios (Romero y Ballesteros, 2000; Calleja, 1996; Santanna, Hennington y Junges, 2008; Parames, Mulero, Lorandi y Rodrigues, 2007) que sugieren que las personas que se acercan a la pseudociencia no buscan (sólo) efectividad terapéutica: buscan certidumbre, contacto humano, cercanía y tranquilidad.
Los médicos lo saben, no estoy inventando nada. Hay una vieja frase del médico francés Adolphe Gubler que resume todo el trabajo médico en tres ideas: «curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre». Consolar siempre. Una tarea casi imposible si tenemos en cuenta que no hay disciplina humana que se enfrente más directamente a nuestros miedos y miserias.
La práctica médica es un ejercicio continuo de honestidad y prudencia. De consolar sin fomentar esperanzas engañosas, sin prometer una curación que quizá nunca llegue. Y frente a ella, los charlatanes se alzan ofreciendo terapias “curativas”, certezas absolutas, hermosos y huecos cantos de sirena: mentiras.
Luchar contra la pseudociencia es luchar contra el miedo
Si «el sufrimiento humano constituye siempre una petición moral directa de socorro», aprovecharse de él es una muestra imborrable de ruindad personal, ética y social. Sí, las terapias alternativas no son inocuas para el paciente (abandonar la medicina dispara hasta cinco veces el riesgo de muerte), pero tampoco lo son para el tejido social. Estamos ante un reto sanitario de primer orden: un reto que nos tiene desbordados.
Necesitamos mejoras legislativas, judiciales, sanitarias y educativas. Pero, sobre todo, necesitamos reflexionar profundamente sobre qué estamos haciendo mal. 'Un mundo sin cáncer: lo que tu médico NO te está contando' ha podido celebrarse pese a los médicos, la administración y las protestas sociales. Y habrá más. Porque nuestro enemigo no son los buitres y las alimañas, nuestro enemigo final es el miedo. Y ahí siempre queda mucho por hacer.
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