David Bennett murió el martes pasado en el Centro Médico de la Universidad de Maryland. Era estadounidense, tenía 57 años y no se ha dado la causa exacta de la muerte. Los médicos solo explicaron que su estado de salud había comenzado a deteriorarse varios días antes. Pero con eso ha sido suficiente para que todo el mundo biomédico gire la cabeza hacia ese pequeño hospital al norte de Washington DF.
Y es que Bennett fue la primera persona en recibir un corazón de cerdo.
¿Qué ha pasado? Como digo, los detalles de la muerte aún no han trascendido y serán sometidos a un minucioso análisis para avanzar en el desarrollo de los xenotrasplantes. No obstante, lo interesante es que, pese a la peligrosidad de la operación (recordemos que la FDA solamente la permitió bajo las normas de "uso compasivo" ante la inminencia de la muerte del paciente), los resultados han sido bastante positivos. No solo se la ha dado más tiempo a Bennett para estar con su familia (hace unas semanas publicaron un vídeo viendo la Superbowl), sino que se ha superado con mucho los 21 días que sobrevivió Baby Fae, el bebé moribundo al que le trasplantaron el corazón de un babuino en 1984.
De hecho, durante estos meses, las noticias que legaban desde el hospital era que el corazón del cerdo funcionaba correctamente y Bennett parecía estar recuperándose lentamente. En los últimos días, sin embargo, la situación empeoró hasta el desenlace final.Y, como digo, ya es mucho. La inmensa mayoría de xenotrasplantes de este tipo que se han realizado en el pasado han fracasado rápidamente porque los pacientes rechazaron los órganos animales.
Cerdos editados genéticamente La clave en este caso había sido la edición genética de los cerdos para eliminar las moléculas que provocan ese rechazo. Es la misma lógica que siguieron a finales de 2021 en la NYU Langone Health de la ciudad de Nueva York al trasplantar, con éxito, un riñón a un ser humano.
Saber salvar vidas y no poder hacerlo El mundo de los trasplantes es un mundo desesperante: tenemos la capacidad técnica de salvar decenas de miles de vidas cada año y de mejorar muchas otras, pero no podemos hacerlo. No tenemos órganos disponibles. Por ello, la necesidad de encontrar fuentes alternativas es una de las obsesiones de la medicina moderna. Y poco a poco vamos dando pasos en ese sentido. Y experimentos como este son la mejor muestra porque, pese a la muerte de David Bennett, su nombre estará ya para siempre en los libros de historia como el primer hombre que caminó con un corazón de cerdo latiendo en su interior.
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