Ayer, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas acordaron empezar a poner una dosis de recuerdo (con Pfizer o Moderna) a los dos millones de personas que durante la campaña de vacunación fueron vacunados con el suero de Janssen. Esta segunda dosis se empezará a poner el 15 de noviembre.
Como, según varios medios, la decisión se ha "adoptado tras constatar la menor efectividad del suero monodosis", cabe preguntarse ¿qué ha pasado con esta vacuna y, sobre todo, por qué esta premura a la hora de poner la dosis de refuerzo?
¿Qué ha pasado con Janssen?
La respuesta es sencilla: no ha pasado nada. Desde el primer momento sabíamos que la vacuna de Janssen era monodosis solo sobre el papel. El inyectable usaba la misma tecnología que la vacuna de AstraZeneca y tenía cifras muy parecidas a ella. Lo que ocurrió es que, con gran "olfato comercial", Janssen vio que los datos de la primera inyección permitían "vender" su producto como monodosis de cara a reguladores y gobiernos.
Era algo especialmente interesante en un contexto de escasez de vacunas y necesidad de alcanzar altas cifras de vacunación. Pero en esencia es algo muy parecido a lo que hizo el Reino Unido retrasando la segunda vacuna de AstraZeneca todo lo posible: todos sabíamos que la segunda dosis iba a llegar tarde o temprano. De hecho, Janssen tenía en marcha un ensayo clínico con dos inyecciones por si los resultados de la primera no permitían la aprobación como monodosis.
Entonces ¿por qué no se pone la dosis de recuerdo con Janssen? Si hacemos memoria, recordaremos que el debate sobre si era mejor usar la misma vacuna u otra ya se tuvo con AstraZeneca en verano. Ahora tenemos más información sobre la seguridad de mezclar vacunas, es cierto; pero en el fondo la explicación de por qué usar Pfizer o Moderna es muy simple: no tenemos Janssen para todos porque muchos contratos se cancelaron y nos sobran vacunas de ARN.
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