Vamos a cumplir 24 meses de pandemia y hay muchas cosas en las que parece que no hemos aprendido demasiado. No es algo que sea necesariamente malo: a priori, en la mayor parte de ámbitos de nuestra vida no hay razones sólidas para que la "nueva normalidad" tenga que ser distinta a la antigua. Sin embargo, la crisis del coronavirus sí ha señalado algunos problemas estructurales que no estamos siendo capaces de resolver. Al menos de forma clara.
Si mañana (el mes que viene, el próximo año) hubiera otra pandemia del mismo calado, muchas de las reacciones de instituciones y gobiernos serían tan improvisadas como las de hace dos años. No obstante, hay cosas en las que sí hemos aprendido y nos permiten ser optimistas sobre el futuro (epidemiológico).
Fichar virus para evitar la próxima pandemia
Una de las cosas más interesantes, desde mi punto de vista, es el cambio que estamos viendo en cómo la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Instituto de Salud Carlos III monitoriza las enfermedades respiratorias. Hasta 2019, sus esfuerzos en este campo se centraban mayoritariamente en la gripe. Los sistemas centinela (y no-centinela) del Sistema de Vigilancia cubrían el territorio nacional para detectar casos leves y casos graves de la enfermedad.
El COVID le dio la vuelta a todo esto y, como todos sabemos, la monitorización del SARS-CoV-2 ha sido una constante. Algo que, por otro lado, hubo que construir casi sobre la marcha mientras España se cerraba. Por ello, la RNVE ha decidido cambiar todo esto y empezar a monitorizar todos los virus que están detrás de las infecciones respiratorias. Para ello está utilizando dos redes de Vigilancia Centinela de Infección Respiratoria Aguda (IRA) para la atención primaria (muy parecida, si no la misma, a la que se usa en la gripe) y Vigilancia Centinela de Infección Respiratoria Aguda Grave (IRAG) en hospitales.
Durante meses, hemos explicado que las variantes del SARS-CoV-2 solían aparecer en Reino Unido porque secuenciaban mucho más que el resto de países de nuestro entorno. Eso hacía mucho más probable que las variantes aparecieran allí. En España, aunque tenemos equipos muy buenos en este tema, no existe un esfuerzo público (desde el Ministerio y las autonomías) homologable al inglés. De la misma forma, la mayoría de patógenos responsables de los catarros invernales (esa miríada de rinovirus, adenovirus, metapneumovirus, bocavirus y coronavirus que toman el país durante los meses de frío) pasan desapercibidos.
La pandemia nos ha enseñado que esto era un error y, tal y como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC), el nuevo sistema busca monitorizar todas las enfermedades desde el nivel más básico. Esa es la manera más eficaz para evitar que una nueva amenaza pase bajo el radar el tiempo suficiente como para dejarnos en fuera de juego. Esto, si se hace bien, es una noticia extraordinaria.
Imagen | CDC
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