Hemos de ser honestos: no es sencillo medir los riesgos de las terapias alternativas. Eso ha sido un problema serio que se evidenciaba en nuestras dificultades para responder la inocente y sencilla pregunta de que "¿Qué mal pueden hacer?".
"Mucho" era la respuesta y lo intuíamos, pero hasta ahora no podíamos demostrarlo. Los pacientes no siempre cuentan que han abandonado los tratamientos y si lo hacen, no siempre quieren facilitar los datos para estudiarlos. Un estudio que acaba de salir trata de poner los puntos sobre las íes y, aunque aún hemos de ser prudentes, hacía falta que alguien los pusiera.
Datos que confirman nuestros peores temores
Un equipo de Yale se ha sumergido en las profundidades de las bases de datos estadounidenses sobre el cáncer para cuantificar el riesgo real que se oculta tras de esas terapias sin aval científico.
Los resultados son cristalinos y muy preocupantes: aquellos que abandonaron o retrasaron el tratamiento convencional para usar otros tratamientos alternativos tuvieron un riesgo mucho mayor de morir en los siguientes cincos años que los que no.
Las cifras varían según el tipo de cáncer, pero más por la dinámica propia de cada uno que por la eficacia de los tratamientos alternativos. Las pacientes con cáncer de mama tenían 5,7 veces más probabilidad de morir en los siguientes cinco años. Los pacientes de cáncer colorrectal tenían 4,6 veces.
Usar tratamientos alternativos aumenta el riesgo de morir en los siguientes cincos años hasta casi seis veces mayor
Hay casos especiales. Por un lado, en los pacientes con cáncer de pulmón la tasa de mortalidad en cinco años solo se duplicó. Esto se debe, probablemente, a que este tipo de cánceres son muy agresivos e incluso con los mejores tratamientos las tasas de supervivencia son bajas.
En el otro tenemos al cáncer de próstata, el único cáncer que no se vio afectado por la escasa eficacia de las terapias alternativas. Encaja con nuestro conocimiento de la enfermedad: se trata de un cáncer de progresión muy lenta y una supervivencia media en estadíos precoces de más de 10 años.
El equipo de investigadores, coordinados por Skyler Johnson, profesor de radiología terapéutica de Yale, estudiaron estos cuatro tipos de cáncer porque fueron los más prevalentes entre 2004 y 2013. Examinaron con detalle las historias clínicas para determinar patrones raros y la aparición de códigos de tratamientos alternativos.
Aún es pronto para sacar conclusiones
Es importante señalar que, aunque fueron bastante cuidadosos en la selección de pacientes, es un estudio pequeño (solo 280 pacientes tratados con terapias alternativas de un total de 840) y que tiene muchas limitaciones metodológicas. No obstante, aporta suficientes indicios como para ofrecer una visión de conjunto sobre los problemas que acarrean este tipo de timos sanitarios.
Y, lo que es más importante y por lo que creo que es realmente más interesante, este estudio plantea negro sobre blanco la importancia de investigar este tema. Estudios observacionales como este solo sirven para comenzar a explorar el problema.
Sobre todo, porque algunas conclusiones son muy alarmantes: el perfil de paciente que se pasa a tratamientos alternativos es mujer, de mediana edad, nivel socioeducativo alto y pocas complicaciones de salud. Un colectivo especialmente proclive a sufrir cáncer de mama que, como vemos, es especialmente sensible a la ausencia de tratamiento. Aquí hay algunos temas cruciales que la medicina debe resolver urgentemente.
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