Lo que sabemos del brote de cándida de Valencia: necesitamos incluir a la sociedad en la lucha contra las multirresistencias

El 6 de abril, el New York Times publicó un largo reportaje sobre cómo la Candida auris está expandiéndose "por el mundo en un clima de secretismo". El texto es muy interesante, pero hay algo que ha llamado especialmente la atención del público español: habla sobre un brote de Cándida en el Hospital de La Fe de Valencia que colonizó a 372 personas y desarrolló infecciones del torrente sanguíneo en 85 de ellas.

Con una tasa de mortalidad del 41%, eso significaría que, siempre según el New York Times, 40 personas "han muerto de cándida en España y no nos hemos enterado". ¿Es esto posible? ¿Qué sabemos y qué no sabemos sobre el brote del Hospital de La Fe y sobre la Candida auris en general? hemos hablado con los

¿Qué es la Candida auris?

Un hongo. Concretamente, es una de las pocas especies de cándida capaz de infectar al ser humano. Es lo que llamamos una "infección oportunista"; es decir, una de esas infecciones que se aprovechan de personas con sistemas inmunitarios inmaduros o comprometidos (desde bebés hasta ancianos, desde fumadores a personas recién operadas). Por eso, este tipo de patógenos viven en los hospitales: porque solo prosperan en pacientes que ya están graves. Son buitres a la espera de su oportunidad.

Hay muchísimas de estas infecciones. Lo interesante de la Candida auris es que es relativamente nueva (fue descrita por primera vez en 2009 dentro del oído de una paciente japonesa) y la mayoría de sus cepas son resistentes a la mayoría de antifúngicos conocidos. Se trata, pues, de un "superbicho" que se está expandiendo por el mundo a toda velocidad saltando de hospital en hospital.

Y, en este contexto, el del Hospital de La Fe fue uno de los primeros grandes brotes de esta dimensión de los que tenemos constancia. Lo que sabemos de él, lo sabemos por alguna noticia aislada y parcial, por el reportaje del NYT y, sobre todo, por un trabajo publicado hace un año en la revista científica Mycoses. En este, se analizan con detalle los casos relacionados con la cándida entre abril de 2016 y enero de 2017. No obstante, tal y como queda reflejado en el artículo, el brote seguía activo en marzo de 2018.

¿Qué sabemos sobre el brote?

Desde Xataka nos hemos puesto en contacto con el centro y nos han explicado los detalles del brote. "Los primeros casos de Candida auris en el Hospital La Fe se detectaron en abril de 2016". "Desde el inicio, el brote ha afectado a 409 pacientes, de los cuales 87 desarrollaron la infección por candidiasis invasiva. [...] Actualmente, el brote está controlado y sólo se ha detectado un caso nuevo de paciente colonizado (paciente portador) en el mes de marzo de 2019, y una única candidemia (infección) desde junio de 2018".

"Desde la detección de este brote, que fue comunicado a la dirección general de Salud Pública de la conselleria de Sanitat Universal i Salut Pública". "Las medidas tomadas consistieron principalmente en extremar y aumentar la limpieza y la higiene con productos especiales, refuerzo de las ratios de profesionales cuando era necesario, control microbiológico constante de pacientes y su entorno, sesiones formativas específicas con los profesionales, aislamiento de contacto en los pacientes, entre otras. Además, el Hospital realiza un informe diario con el número de pacientes portadores de gérmenes multirresistentes y las medidas llevadas a cabo".

¿Por qué sabíamos tan poco hasta ahora?

Uno de los autores del artículo y médico de La Fe explicó al New York Times que la dirección del centro no quería que nadie hablara con los periodistas porque "está preocupado por la imagen pública del hospital". Esto puede parecer escandaloso, pero se trata de una práctica habitual: se informa a las autoridades y se procede según el procedimiento. De hecho, en el mismo reportaje se explica cómo centros ingleses o norteamericanos optan por la misma política de no difusión.

¿Por qué? Porque las enfermedades nosocomiales o intrahospitaralias son un enorme problema sanitario, sí; pero uno muy común. Se trata de "infecciones contraídas durante una estancia en el hospital que no se habían manifestado ni estaban en período de incubación en el momento en que se internó al paciente". Hoy por hoy, afectan a un 5% de todos los pacientes hospitalizados. Lo que, en 2005, fueron más de 50.000 personas solo en España.

Además, hablamos de un tipo específico de infecciones que "comportan una elevada morbimortalidad y un mayor coste económico", pero que realmente solo son problemáticas en pacientes que ya tenían un estado de salud muy deficiente. Los expertos en salud pública, por ello, suelen recomendar tratar con discreción estos brotes. Desde un punto de vista sanitario (sobre todo en sistemas de salud en los que no cabe la opción de elegir hospital), tradicionalmente se entiende que la publicidad de brotes de enfermedades nosocomiales está relacionada con una reducción de la carga asistencial: aunque lo necesiten, los pacientes visitan menos el médico y aplazan operaciones más a menudo.

Eso es un problema porque, salvo en el caso de operaciones opcionales (que, de todas formas, se suelen aplazar durante brotes como este), retrasar los tratamientos tiene un impacto negativo para la salud del paciente. Un impacto que suele ser mayor que el riesgo de infección. Recordemos que, como también señalan desde el mismo Hospital, no es que hayan muerto decenas de personas por candidiasis: "no tenemos constancia oficial de la mortalidad relacionada a la candidemia por C. auris, pues es muy difícil discernir si los pacientes se mueren por el patógeno o con él, ya que son pacientes con muchas enfermedades de base y en muy grave estado general. De hecho, hasta ahora, ningún estudio ha ofrecido cifras de mortalidad relacionada en los brotes publicados en otros países".

¿Cómo nos hemos enterado?

Los médicos de La Fe consideraron que era apropiado compartir con otros hospitales cómo habían tratado de combatir a la C. auris en Valencia. Es una especie tan nueva y desconocida que aún no hemos desarrollado protocolos claros. Por ello, pese a la política de discreción, en abril de 2018 se publicó un análisis del brote con vistas a aportar toda la información disponible con la comunidad médica internacional. Es necesario.

Según el CDC estadounidense, casi la mitad de los pacientes que se infectan de C. auris mueren en un plazo de 90 días. Es cierto que, como ya hemo explicado, para desarrollar la infección el sistema inmune tiene que estar previamente comprometido, pero el problema no deja de ser serio e inaplazable. En términos un poco más generales: las estimaciones actuales calculan que unas 700.000 personas mueren por infecciones resistentes a los medicamentos cada año. Y esto no a hecho más que empezar.

Según un informe del Gobierno británico, si no se implementan políticas para frenar el aumento de la resistencia a los medicamentos, para 2050 unos 10 millones de personas morirán cada año. Actualmente, para que nos hagamos una idea de la dimensión de la amenaza, mueren unos ocho millones de personas al año debido al cáncer.

Hablamos mucho de superbacterias, pero casos como el de La Fe nos recuerda que los grandes análisis de hongos multirresistentes dibujan un escenario terrible y quizás menos visibilizado. Mientras se denuncia constantemente el papel de la ganadería en el desarrollo de las resistencias a los antibióticos, a menudo nos olvidamos del papel de la agricultura en la pérdida de efectividad de los antifúngicos. Es decir, necesitamos hablar de "la amenaza fúngica", pero sin alarmismos innecesarios.

¿Eso quiere decir que todo se ha hecho bien?

Desde el punto de vista estrictamente comunicativo, el comportamiento del Hospital es el usual. No tiene sentido de hablar de "problemas silenciados" o conceptos similares. No obstante, sí parece claro que debemos revisar los protocolos. Y es que, aunque haya razones de salud pública para tratar este tipo de brotes con discreción, si algo demuestra todo esto es que no vivimos en los años 80. Vivimos en un mundo radicalmente distinto.

Y debemos de pensar cómo adaptarnos a ello porque en un ecosistema tomado por las redes sociales donde la información no solo es superabundante, sino también muy difícil de controlar, "ocultar" información es una bomba de relojería. La misma ONU ya no lo recomienda. Más allá de las exigencias de transparencia y fiscalización, la medicina actual debe repensar su relación con una sociedad que cada vez tiene más información, aunque no tenga muy claro qué hacer con ella.

El mejor ejemplo es que, en el momento de finalización del artículo, nadie ha aclarado todas las dudas que han surgido sobre el brote pese a que lleva días dando vueltas por las redes sociales. Quizá el gran reto de la medicina contemporánea sea incluir a toda la sociedad en la batalla contra problemas sanitarios tan serios. Porque en tiempos de desinformación, la credibilidad y la confianza una vez perdidas son difíciles de recuperar.

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