Si los datos preliminares parece que apuntan, muy ligeramente, a una mayor prevalencia de trombos en mujeres en general, y mujeres jóvenes en particular, que han recibido la vacuna AstraZeneca, ¿deberíamos desaconsejar que este grupo de personas se vacunara? ¿Ocurre igual con otros medicamentos? ¿Acaso las mujeres son simplemente más propensas a trombos?
Vamos a intentar responder a todas estas preguntas, a la vez que contextualizamos los riesgos a los que nos enfrentamos.
¿Prevalencia de trombos en mujeres? No tan rápido
Según los datos, la trombosis venosa cerebral tiene una incidencia de 1,3 casos por cada 100.000 personas al año. Pero en el caso de las mujeres la cifra sube hasta los 2,7 casos. El 60% de los casos de este tipo de trombosis tiene lugar en mujeres jóvenes menores de 45 años, probablemente por factores hormonales, entre otros.
Las mujeres también sufren más enfermedades autoinmunes y, cuanto más jóvenes son, más activos son sus sistemas inmunes. Es decir, que pueden reaccionar intensamente a las vacunas, y tal y como sugiere un nuevo estudio realizado por equipos médicos de Austria y Alemania. Tal y como describe el estudio, en todos los casos en los que se ha producido un trombo con pacientes que recibieron AstraZeneca parece que se produjo una reacción en la que el sistema inmune se volvió contra el propio paciente.
Entre los factores de riesgo para producir una trombosis también se encuentran los anticonceptivos orales, el embarazo y el uso de terapias hormonales, entre otros.
Ahora vayamos a los casos que se han vinculado con la vacuna AstraZeneca. La mayoría de estos eventos ocurrieron en los 14 días posteriores a la vacunación, en personas de menos de 55 años y, mayoritariamente, en mujeres.
¿Estamos ante un problema? Con los datos de los que disponemos, no lo parece. Por ello, el Comité Europeo de Farmacovigilancia (PRAC) no ha llegado a la conclusión de que la edad y el sexo fueran factores de riesgo claros para estos efectos secundarios tan raros:
Sabine Straus, PRAC Chair: “Although most of the cases occurred in people under 60 years and in women, due to different ways the vaccine in being use in different countries, the #PRAC did not conclude that age and gender were clear risk factors for these very rare side effects.”
— EU Medicines Agency (@EMA_News) April 7, 2021
Sabine Straus, presidenta del PRAC: “Aunque la mayoría de los casos ocurrieron en personas menores de 60 años y en mujeres, debido a las diferentes formas en que se usa la vacuna en diferentes países, la #PRAC no llegó a la conclusión de que la edad y el sexo fueran factores de riesgo claros para estos efectos secundarios tan raros".
Pero ¿acaso no parece que AstraZeneca eleva el número de trombos en mujeres? La verdad es que no podemos verter una afirmación como esa tan a la ligera. De hecho, sería científicamente irresponsable el afirmar que hay un vínculo causal tan concreto por varias razones.
En primer lugar, porque hay muy pocos casos entre millones de personas que ya se han vacunado. Que alguien sufra un trombo después de administrarse la vacuna no significa que lo haya sufrido por administrarse la vacuna.
La vacuna ha sido administrada a más de 20 millones de individuos, lo que facilita que tal vez podamos detectar enfermedades poco corrientes que hubieran pasado desapercibidas sin la intensa vigilancia médica y social sobre las personas vacunadas. Más aún: en los pacientes vacunados se ha observado que el riesgo de trombosis venosa es incluso inferior al de la población general, hecho confirmado por la EMA en su última comunicación.
En segundo lugar, no sabemos si las características de las poblaciones vacunadas (diferentes entre países) pueden estar sesgando de alguna manera los resultados que estamos tratando de analizar. Además, el procedimiento por el que se registran los casos de trombos y niveles bajos de plaquetas tampoco es homogénea entre los países de la UE.
Por si todo esto fuera poco, incluso a día de hoy continúa sin esclarecerse el mecanismo por el que se producirían los trombos, aunque la hipótesis que tiene más solidez sea, por el momento, es que se deba a un efecto de la respuesta autoinmunitaria.
Vamos a insistir en ello: no se puede afirmar que la vacuna de AstraZeneca incremente el riesgo de trombosis en ningún grupo de pacientes, ni siquiera entre mujeres jóvenes. Solo estamos frente a hipótesis. Su asociación con la vacuna de AstraZeneca no ha sido demostrada por el momento, y los casos observados han sido muy escasos, cercanos a la incidencia esperable en población general ya mencionada.
Si se ha activado la alarma de farmacovigilancia ha sido como medida de seguridad, como medida de prevención. Los datos no son suficientes para dejar de recomendar la vacuna.
Medidas de los organismos reguladores
Aunque la EMA no tiene pruebas suficientes para concluir la causa de los trombos, sospecha que pueda deberse a la producción anticuerpos que atacan a una proteína que interviene en la coagulación; un estudio avala esta causa, que tiene tratamiento.
Pero la EMA, insiste, no sabe si realmente estos trombos afectan más a mujeres menores de 60 años. No puede descartarse que este grupo sea de riesgo, pero quizá estamos ante algún tipo de distorsión estadística. Tampoco se sabe qué componente exacto de la vacuna generaría esta reacción autoinmune. Durante los próximos meses se espera que, tanto la EMA como diversos grupos de investigadores, esclarezcan estas cuestiones. Hay que tener paciencia.
En cuanto a la vacuna Janssen, se ha retrasado distribución en Europa tras la recomendación de las autoridades sanitarias de paralizarla en Estados Unidos, donde han encontrado seis casos de trombos entre siete millones de vacunados. Janssen ha retrasado así la entrega de dosis en la UE. Según confirmación de la EMA, y tras las reuniones mantenidas con el comité de seguridad PRAC, se ha iniciado así una revisión de casos para investigar estos eventos inusuales en personas vacunadas con Janssen.
Pero de nuevo estamos teniendo el mismo problema que con AstraZeneca. Son muy pocos casos. Se toman estas medidas para extremar las precauciones.
Sin embargo, las facilidades logísticas y de precio han hecho de la vacuna de Janssen la que más esperanzas ha despertado a la hora de combatir el Covid-19. Una pausa que afecta a la vacunación de cientos de miles de personas que podrían morir o enfermar por COVID. Sobre todo si hablamos en países en vías de desarrollo.
En tal caso, tal vez los organismos se están excediendo en sus precauciones. El componente social, mediático y hasta político, pues, probablemente también tenga mucho que ver en la aplicación de medidas tan estrictas, como veremos a continuación.
Riesgos generales y concretos: contexto
Empecemos por los riesgos generales de sufrir trombosis para contextualizar los datos que estamos analizando. La trombosis es un fenómeno de baja frecuencia, que afecta más a ciertos perfiles de individuos. Se estima que, de forma global, puede presentarse en 1-2 de cada 1.000 individuos en cada periodo anual.
En cuanto a los pacientes con COVID-19, los riesgos, y esto es muy imporante, aumentan mucho. Es decir, solo por estar contagiado, el riesgo de trombo es más elevado (si estás vacunado, el riesgo de contagiarse desciende, naturalmente). El riesgo de trombosis es muy variable, pero en los pacientes críticos (en UCI) se estima que los trombos alcanzan un 20-25 % de los casos. En los pacientes hospitalizados no críticos este riesgo es menor, el 5 %. Los pacientes con enfermedad leve, que no requieren ingreso, el riesgo se estima en un 1 %. En todos los casos, siempre es superior al de la vacuna.
Podemos afirmar, pues, que en general que el riesgo de sufrir un coágulo es 19.500 veces mayor al contagiarse de COVID-19 que tras vacunarse de AstraZeneca.
En nuestro país, sólo el 0,18 % de los vacunados con AstraZeneca ha tenido efectos adversos, pero sobre todo fiebre, cefalea y dolor muscular. Por contrapartida, la tasa de mujeres que sufren trombos al usar anticonceptivos es muchísimo mayor: de hecho, el riesgo de sufrir un trastorno coagular es 167 veces superior, de media.
¿Significa que son peligrosos los anticonceptivos? No, lo que significa es que todos los medicamentos tienen efectos adversos, y se continúan usando porque los beneficios superan los riesgos. Por ejemplo, el naproxeno, un medicamento antinflamatorio que se usa en el tratamiento del dolor leve a moderado, puede provocar hemorragia digestiva en un caso de cada mil.
Y más allá de los medicamentos, hay muchas actividades diarias que también tienen riesgos, incluso riesgos asociados a sufrir trombos. Según el instituto NICE (Instituto Nacional para la Calidad de la Sanidad y de la Asistencia del Reino Unido), el riesgo de sufrir un trombo es 250 veces mayor al coger un vuelo que al vacunarse de AstraZeneca.
¿Entonces? ¿Por qué hay tanto revuelo con los efectos adversos de las vacunas? ¿Por qué los organismos reguladores toman tantas medidas? Básicamente todo se reduce a una única cuestión: estamos ante la primera pandemia global 2.0.
Si leemos el informe de Farmacovigilancia::
La notificación de acontecimientos adversos no es una herramienta que pueda utilizarse para calcular la frecuencia de aparición de reacciones adversas en las personas vacunadas, ya que no es una recogida sistemática de datos y como se ha mencionado anteriormente, no se trata de acontecimientos necesariamente relacionados con la vacunación. Tampoco sirve, por tanto, para realizar comparaciones sobre la seguridad de las distintas vacunas.
Además, los efectos adversos registrados en el mundo real son muy inferiores a los documentados en ensayos clínicos (donde sí se recogen de forma sistemática). El propósito de este informe, pues, no es registrar frecuencias correctas de todos los efectos adversos que ya se han documentado, sino detectar aquellos efectos adversos graves o inesperados que no se hayan podido detectar previamente en ensayos clínicos.
Muchas medidas no se toman, pues, se toman teniendo esto en cuenta. Por supuesto, cabe preguntarse si se habría paralizado la vacunación con AstraZeneca o Janssen si no se estuviera retransmitiendo en tiempo real los resultados de la farmacovigilancia, ni tuviera tanta visibilidad mediática. Es probable que no. Por ello se da la paradoja de que nadie o casi nadie observa problemas en el hecho de usar tratamientos experimentales para la COVID-10, como la hidroxicloroquina o la azitromicina, que luego se ha constatado que eran inútiles, pero muchos se sienten como conejillos de indias frente a las vacunas.
Al final, nos preocupa lo que magnificamos. Y la medicina, aunque no nos resulte cómodo, siempre lleva aparejado un porcentaje de incertidumbre que resulta difícil de eliminar. Ante nuevos tratamientos, la farmacovigilancia trata de reducir al mínimo esa incertidumbre. Pero esta siempre existirá, como decía Bertolt Brecht en Vida de Galileo:
El fin de la ciencia no es abrir la puerta al conocimiento infinito, sino fijar un límite al error infinito.
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