A mediados del mes de marzo, la gran apuesta de la administración pública española para conseguir una vacuna tiraba la toalla. Sin embargo, no era la única vacuna que se estaba desarrollando en España. De hecho, la de los laboratorios geroneses de Hipra estaba aún más avanzada. Tanto que, si todo va bien, ya tenemos fecha para su llegada al mercado, pero ¿tiene sentido una vacuna así ahora? ¿No llega tarde?
2022: el año de la vacuna. "La vacuna de Hipra lleva muy buen ritmo, está terminando la última fase de ensayo clínico y van a trasladar los resultados a la agencia reguladora", explicaba la ministra de Ciencia e Investigación, Diana Morant. Es más, "la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha empezado el proceso de 'rolling review' de manera acelerada para esta vacuna" y, en cuanto, "la EMA aprueba la vacuna, estaríamos en disposición de comercializar y de hacer uso de esta vacuna en el momento en que esté aprobado. La propia empresa traslada como fecha incluso junio". No obstante, los planes públicos de Hipra hablan del tercer trimestre de 2022.
¿Qué tiene la vacuna de Hipra? Hace ya semanas, Morant comentó que si la vacuna española contra el coronavirus "no había llegado antes, [era] porque Hipra ha sido más ambiciosa". No sé si más ambiciosa (llamar 'poco ambicioso' a la proeza de las vacunas de ARN solo se entiende desde el punto de vista retórico), pero sí distinta.
O, si queremos ser escrupulosos, 'tradicional'. A diferencia del ARNm de Pfizer y Moderna y los adenovirus de AstraZeneca y Janssen, en la vacuna de Hipra forma parte de las denominadas 'vacunas recombinantes' e inoculan directamente proteínas que han sido producidas previamente en un cultivo celular.
Concretamente, el componente activo de esta vacuna es una proteína recombinante con estructura de heterodímero que emula la proteína 'S' de las variantes Alfa y Beta del virus. Por decisión propia o por necesidad, los equipos de Hipra han apostado todo a utilizar métodos bien contrastados para conseguir una vacuna que mejorara lo que ya estaba en el mercado en versatilidad, conservación y disponibilidad. Lo que no está claro es que esto sea una "ventaja comparativa".
¿Llega tarde? Recordemos que en el mundo se han puesto ya 11.390 millones de dosis y, aunque faltan muchas personas por inmunizarse, la mayor parte de países del mundo y organizaciones de compra internacionales ya tienen contratos a largo plazo con los fabricantes de vacunas actuales. Por ello, el primer movimiento de los laboratorios de Amer (Girona) ha sido postularse como dosis de refuerzo.
Pero la principal baza de este tipo de vacuna es que, a diferencia de las más conocidas, la tecnología empleada no solo tiene el aval de muchísimas vacunas previas, sino que es muy fácil de fabricar y conservar. Por poner un par de ejemplos, esta vacuna se conserva entre 2 y 8 ºC; además, se distribuye lista para usar y ser administrada por vía intramuscular.
Eso la sitúa en un buen lugar estratégico para llegar a los millones de personas y decenas de países que no pueden permitirse otras vacunas. Además, es una vacuna segura de cara a futuras variantes. Si llega tarde o no, parece algo más comercial que científico.
El largo plazo. Sin embargo, si tenemos que fijarnos en algo, eso es en el largo plazo. Cuando estalló la pandemia, los europeos descubrimos que dependíamos de manera alarmante de la gran farmacia del mundo: Asia. Europa, sin ir más lejos, no producía ni un gramo de paracetamol. Pero con respecto al desarrollo biotecnológico, también teníamos problemas.
Aunque es cierto que muchas de las mejores vacunas actuales han sido desarrolladas en la Unión, grandes grupos farmacéuticos y centros de investigación punteros se han mostrado impotentes para desarrollar sus propias vacunas. "Llegar tarde" no es un problema si aprendemos para el futuro; de hecho, no hay otra forma de aprender a llegar a tiempo.
Imagen | Ministerio de Ciencia e Innovación
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