La genética tiene la clave del gusto por el café, pero a partir de ahí, las relaciones se complican según un nuevo estudio
Solemos decir que el café es un gusto adquirido, uno de esos alimentos cuyo sabor en in primer momento nos desagrada pero al que nos acostumbramos con cierta facilidad. Más que acostumbrarnos, a menudo pasamos a considerarlo agradable. Quizás esta historia del paso del odio al amor sea un poco más compleja.
Por culpa de la genética.
En nuestros genes. Un nuevo estudio ha señalado que la posibilidad de desarrollar gusto por el café depende, al menos en cierta medida, de nuestros genes. El paladar cafetero es, según indican los resultados del estudio, un rasgo hereditario.
El análisis se basó en la técnica conocida como estudio de asociación del genoma completo o GWAS (genome-wide association study). El equipo buscaba comprender las conexiones entre los genes que sabemos están asociados al consumo de café y algunos “rasgos o condiciones” vinculadas a la salud.
“Utilizamos datos para identificar regiones del genoma asociadas a la mayor o menor probabilidad de que alguien consumiera café,” indicaba en una nota de prensa Hayley Thorpe, quien colideró el trabajo recién presentado. “Después identificamos los genes y la biología que pudiera subyacer en el consumo de café.”
GWAS. Los estudios de asociación del genoma completo se basan en el análisis del conjunto del genoma de los participantes con el fin de identificar variantes de genes asociadas con un rasgo concreto. Suelen enfocarse en polimorfismos de un solo nucleótido, SNP por sus siglas en inglés. Estas son variaciones genéticas que afecan a un solo nucleótido, es decir, uno de los “escalones” del ADN.
El estudio utilizó información de dos bases de datos, una estadounidense, 23andMe, con 130.153 participantes; y una británica, UK Biobank, con 334.649 voluntarios adicionales. Ambas bases de datos combinaban información genética con información compilada por un cuestionario, la cual incluía datos sobre el consumo de café de los participantes.
Los detalles del trabajo fueron publicados en un artículo en la revista Neuropsychopharmacology.
Bueno o malo. Saber si la genética influía en nuestra predilección por esta bebida era solo el 50% de los objetivos del equipo. La otra pregunta clave del estudio era la de cómo influía la genética en el impacto que el café tiene sobre nuestra salud. Una pregunta que nos hemos hecho en numerosas ocasiones.
El problema es que aquí la respuesta no estaba tan clara, se lamentaba el equipo. El estudio permitió hallar conexiones entre algunas variantes genéticas, el café y problemas relacionados con la salud como la obesidad y las adicciones. En cambio los resultados fueron confusos al analizar otras cuestiones, especialmente las relacionadas con la salud mental. En estos casos, el equipo observó que los resultados variaban según la base de datos empleada.
“Mira por ejemplo la genética de la ansiedad, por ejemplo, o [el trastorno] bipolar y depresión: en la base de datos 23andMe, están correlacionadas positivamente con la genética de los consumidores de café,” explicaba Thorpe. “pero luego, en UK Biobank, ves el patrón opuesto, donde se correlacionan negativamente. Esto no es lo que nos esperábamos.”
Distintas preguntas, diferentes cafés. El equipo también especulaba sobre los posibles motivos detrás de esta diferencia entre bases de datos. Una posibilidad es que esta estuviera en las encuestas. Aunque ambas consultaban a los participantes sobre sus niveles de consumo de café lo hacían a través de preguntas ligeramente distintas. Esto podrría estar introduciendo cierto sesgo en el estudio.
La segunda posibilidad estaba en la forma de preparación del café. Los aditivos como el azúcar pueden afectar a cómo nos sienta el café. Estos aditivos no se tienen en cuenta en las encuestas, lo que puede sesgar los resultados del estudio al tratarse de una variable correlacionada con la salud.
Una tercera cuestión que señalaba el equipo es cómo las condiciones externas pueden afectarnos más allá de la genética que heredamos. Dos personas con genotipos similares, explican, pueden acabar desarrollando fenotipos muy diversos al vivir en contextos alejados como el Reino Unido y los Estados Unidos.
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