Reproductive wars: ¿Cuándo dejaremos de necesitar a las mujeres para tener hijos?

Ayer, publicamos un artículo en el que planteábamos un argumento bastante polémico: "¿Y si no hicieran faltan los hombres para tener hijos?". Es una idea que con el paso del tiempo cada vez ha gozado de mayor popularidad. En 2012, el New York Times publicó un artículo de opinión del biólogo Greg Hampikian en el que sostenía que "las mujeres son a la vez, necesarias y suficientes para la reproducción; en cambio los hombres, ni una cosa ni la otra".

La idea es sugestiva, pero puede que también sea apresurada. De hecho, a la luz de los últimos descubrimientos parece que los hombres pueden ser más importantes de lo que parece. ¿Y si en pocos años de quien podemos prescindir en el proceso reproductivo es de las mujeres?

Las (casi) infinitas posibilidades de la tecnología

Cuando hace unos meses Azim Surani y su equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge desarrollaron las primeras formas funcionales de óvulos y espermatozoides a partir de células madre provenientes de la piel, nos centramos en las aplicaciones y tratamientos contra la infertilidad y otras enfermedades. La más obvia era la posibilidad de que mujeres y hombres que habían perdido su capacidad reproductiva por algún motivo (quimioterapia, enfermedades, etc..) pudieran recuperar la fertilidad.

Pero eso era solo el principio. En seguida, la imaginación y las posibilidades empezaron a volar y esto permitió que comenzáramos a hablar en serio de cuanto quedaría para que elimináramos el eslabón a priori más innecesario del proceso reproductivo: el hombre. Al fin y al cabo, una mujer puede criar y cuidar de sus hijos desde el momento de la concepción sin la ayuda de un hombre. Si ya no eran necesarios ni siquiera para producir espermatozoides, ¿cuándo podríamos prescindir de ellos?

Y la respuesta es "dentro de más tiempo del que pensábamos". Hay una limitación técnica que, sorprendentemente, le ha dado la vuelta a la tortilla.

La costilla de Adán 2.0

El mismo Surani explicaba a The Guardian que con las células de la piel de la mujer solo se pueden hacer óvulos ya que normalmente carecen de cromosoma Y. En cambio, con la de un hombre se pueden hacer tanto óvulos como espermatozoides. No obstante, tampoco sería sencillo. Los óvulos de origen masculino requerirían que elimináramos el cromosoma Y de las células creando lo que podríamos entender como XO"

Es decir, en relativamente poco tiempo, dos hombres podrían ser padres biológicos de un mismo bebé sin necesidad de ninguna mujer. El problema en este caso es justo el contrario: ahora tenemos una forma tecnológicamente posible de crear un cigoto viable pero no tenemos la tecnología necesaria 'incubar' el embrión y llevar el parto a término. O eso apostarían muchos. Pero perderían la apuesta.

Externalizar el embarazo o el nacimiento de los úteros artificiales

J.B.S. Haldane, uno de los genetistas ingleses más importantes del siglo pasado, predijo que en 2074 menos del 30% de los embarazos serían 'naturales'. El resto serían fruto de la 'ectogénesis', un palabro que acuñó en 1924 para referirse a los embarazos que tendrían lugar en úteros artificiales.

Indiscutiblemente, es una predicción atrevida, pero no absurda ni irreal. Desde los años 20, los investigadores han visto la creación de úteros artificiales como el paso final de las tecnologías de reproducción asistida. Además, es el punto donde se encuentran los experimentos para crear máquinas que permitan iniciar el desarrollo de embriones y la cada vez mayor capacidad de las incubadoras ha ido evolucionando para dar soporte vital a niños cada vez más prematuros.

En los últimos años, algunos grupos de investigación han hecho grandes avances en este ámbito. El profesor Yoshinori Kuwabara y su equipo de la Universidad Juntendo en Japón fueron capaces de gestar embriones de cabra en una máquina con tanques llenos de fluido amniótico. La profesora Helen Hung-Ching Liu, del Centro de Medicina Reproductiva de la Universidad de Cornell, también consiguió llevar casi a término el desarrollo de un embrión de ratón gracias a un endometrio desarrollado mediante bioingeniería. Pero, su experimento más famoso (y controvertido) consistió en incubar un embrión humano durante diez días.

Estos avances sitúan el horizonte de la 'inmaculada concepción' en un plazo de entre 10 y 60 años. Casi cincuenta años de diferencia que dependen, fundamentalmente, de las trabas legales y bioéticas a este tipo de experimentos. En Estados Unidos, por ejemplo, la legislación impone un límite de 14 días para investigaciones de esta naturaleza. Muy lejos de las 37 o 40 semanas que necesitaría un embarazo real.

¿Estamos seguros de que queremos úteros artificiales?

Los beneficios médicos están claros: esta tecnología podría ayudar a parejas con problemas para tener hijos o ayudar a sobrevivir a bebés prematuros. El embarazo y el parto son procesos extremadamente duros y muchos teóricos ya hablan del fin del embarazo natural como de la 'última gran liberación de la humanidad'. Pero sobre todo, podría suponer uno de los mayores avances sociales, educativos y sanitarios en décadas. La 'ectogénesis' puede proveer entornos gestacionales sanos y seguros lejos de contaminantes, de drogas y de alcohol. Martha J. Farah, profesora de la Universidad de Pensilvana lleva muchos años estudiando las relaciones entre el desarrollo cerebral y el estatus socio económico. La generalización de la ectogenésis podría eliminar uno de los mayores focos de desigualdad que existen: las condiciones del embarazo.

En cambio, las consecuencias éticas, morales y legales aún no están del todo claras. Ni los cambios sociales: ¿qué consecuencias para el comportamiento social tendrá la igualación radical de la inversión de ambos progenitores en el proceso de gestación? Samantha Allen, del Daily Beast, se preguntaba el año pasado sobre qué pasaría si el útero, la parte más 'politizada' del cuerpo de la mujer, se 'externalizaba' y concluía que cambiaría el feminismo para siempre. O dicho de otra forma: sacar el embarazo del cuerpo de la mujer supondría un cambio tan radical que no somos capaces de imaginar el tipo de mundo que vería la luz. Aunque lo más probable es que no tardemos mucho en conocerlo.

Reproductive wars: Este post forma parte de una serie especial dedicada al papel de ambos sexos en el futuro de la reproducción humana. Aquí puedes leer la primera parte de la serie

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