"El cromosoma Y, el masculino, es un cachivache genético. Está lleno de fallos, averías y sin sentidos; y, más pronto que tarde, está condenado a desaparecer". Al menos esa fue la teoría que Bryan Sykes, profesor de genética de la Universidad de Oxford, sostenía cuando publicó "La maldición de Adán". Y la verdad es que aunque no es la opinión generalizada tampoco podemos decir que sea una excentricidad.
La fecundación in vitro o la inseminación artificial han abierto un universo nuevo a las posibilidades reproductivas del ser humano, pero son sólo de la punta del Iceberg de una revolución que sólo empezamos a intuir. Ya tenemos la tecnología para crear esperma con las células madre de una mujer adulta, ¿Cuánto queda para que podamos prescindir totalmente del hombre en el proceso reproductivo?
Lo masculino es una anomalía
Si miramos con algo de perspectiva, podemos decir que lo masculino es una anomalía. Es más, muchos expertos lo hacen. Hace unos mil millones de años comenzó uno de los experimentos genéticos más apasionantes de la historia: la reproducción sexual. Es lógico que no fuera el mecanismo por defecto de la evolución. Pensándolo fríamente es un sistema reproductivo muy caro y complejo: no sólo se necesitan dos tipos de células, sino que es imprescindible contar con un mecanismo que permita que ambas células se unan.
Por eso, algunos científicos consideran que, desde un punto de vista biológico, es un desperdicio inmenso de tiempo, energía y recursos. Otros, en cambio, están convencidos de que más que un gasto es una inversión: la reproducción sexual permite, con una idea tan simple como la meiosis (un tipo de división celular que "divide el material genético por la mitad"), una altísima variedad genética.
Esta variedad ha sido fundamental para que las especies pudieran surgir y adaptarse al medio de forma progresiva. La cuestión fundamental que se pregunta Sykes es si, a día de hoy, el costo de la diversidad genética merece la pena.
El costo de la masculinidad
Para Sykes, si nos fijamos en la historia de la humanidad, podemos ver que cosas como la riqueza, la propiedad, la codicia, la violencia o la agresión son "predominantemente masculinas". Es decir, y sigo grosso modo con el argumento de Sykes, que todos esos rasgos conductuales dependen de un sólo cromosoma, el Y.
Hay que reconocer que Sykes se adscribe a una visión muy biológica de las diferencias de género en el ser humano. Otras teorías creen que las diferencias sexuales dependen más de las condiciones tecnológicas y del entorno socio-cultural del momento. Por ejemplo, según una tradición antropológica europea más culturalista las diferencias de inversión de cada género en el proceso reproductivo son las que 'provocan' las diferencias sexuales concretas. Es decir, en la medida en que la concepción y crianza de un niño en nuestra época hagan indistinguibles al padre de la madre, las diferencias entre lo masculino y lo femenino tenderán (están tendiendo) a desaparecer.
De todas formas, esta teoría cultural tampoco mejora las cosas. Es cierto que si Sykes tiene razón y los comportamientos malos "son predominantemente masculinos" (aunque aquí habría mucho que debatir), si avanzamos en igualdad de género, esos comportamientos negativos desaparecerán por si solos. Pero, y este es el cogollo de la cuestión, si los dos géneros van a acabar por comportarse igual, ¿qué sentido tiene dedicar tantos esfuerzos y recursos a una reproducción sexual con tan escasas ventajas?
De hecho, el fin de la masculinidad parece un proceso inevitable
Pero las malas noticias para los hombres, no acaban aquí. Como decíamos al principio, el cromosoma Y es un cachivache genético que funciona a fuerza de remiendos y apaños. Se calcula que hoy en día un 7% de los hombres ya es estéril. Aunque el dato de esterilidad en mujeres es mayor, lo importante es que un 0.5% lo son por deleciones (pérdida del material genético) del cromosoma Y. Y los datos indican que a medida que el Y se degrada, ciclo reproductivo tras ciclo reproductivo, sólo irá a peor.
"Uno a uno, los cromosomas Y desaparecerán hasta que al final sólo quede uno. Cuando ese cromosoma sucumba por fin, los hombres se habrán extinguido", decía el propio Syes. Ante una afirmación tan rotunda, solo cabe preguntar: "¿Cuándo?". Según sus propios cálculos, dentro de 5000 generaciones (unos 125.000 años) la fertilidad de los hombres caerá por debajo del 1%.
¿Hacen falta los hombres?
Los mamíferos se llaman así por una característica fundamental: las mamas, unas glándulas que por si solas pueden alimentar durante años a las crías. Aunque todos los mamíferos tienen mamas, lo cierto es que éstas solo funcionan en las hembras. Es casi una metáfora. Con el paso de los años, los hombres de nuestra especie se están volviendo cada vez más irrelevantes tanto en la reproducción como en la crianza de los hijos.
A medida que se expanden las opciones reproductivas, vemos como cada vez más mujeres optan por tener hijos sin ningún hombre. Además, los datos de los niños criados solo por las madres son buenos. Sara S. McLanahan, socióloga del MIT, lleva años defendiendo que es la pobreza (y no el número de progenitores) lo que afecta a los niños.
Si la mujer es autosuficiente en la reproducción, el corolario lógico es que el hombre no es necesario. Desde el cigoto hasta que el niño se independiza, los hombres pueden estar ausentes. Da igual que estén trabajando, que vivan en otro país o que directamente no existan. Así que, ¿Por qué esperar 125.000 años para que desaparezcan los hombres si podemos conseguirlo en un par de generaciones?
Entonces, ¿por qué esperar?
La respuesta está en el comienzo de la misma pregunta. "Desde el cigoto", decía. A día de hoy, parece que el único momento en el que no podemos prescindir del varón es el momento de la concepción. Es decir, parece que necesitamos al menos un espermatozoide. Y es cierto, aunque el problema es sólo aparente.
Desde 2007, cuando se usaron por primera vez las células madre para producir espermatozoides, hay numerosos equipos de investigación trabajando en el asunto. Hace dos meses, un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge fue capaz de crear el primer esperma funcional proveniente de células madre. O sea, ese pequeñísimo problema logístico del que hablamos está camino de desaparecer.
Y mucho más rápido de lo que pensábamos, hace un par de años Aarathi Prasad, bióloga y divulgadora científica, publicó un libro ('Like a Virgin: Hoy Science is Redesigning the Rules of Sex') en el que pronosticaba que en 40 años podríamos ver niños concebidos sin necesidad de esperma. Hoy sabemos que eso ocurrirá en la próxima década. El futuro será un lugar fascinante para vivir.
Imágenes | Sabrina Beam
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