La intuición nos dice que levantarse de la cama en invierno es más difícil que en verano. Achacamos esto a la diferencia en temperaturas entre calor bajo nuestros edredones y el frío de nuestra habitación, pero puede que haya algo más. Es posible que a este irrefutable motivo lo acompañe otro: que hayamos dormido menos profundamente.
Una fase REM más larga. Las estaciones parecen afectar a cómo dormimos. Al menos a uno de aspectos relevantes de nuestro ciclo de sueño, la fase REM, según los resultados de un estudio realizado en Alemania. Los investigadores comprobaron que la fase REM ocupaba más tiempo de sueño en invierno que durante el resto del año.
La fase REM (siglas anglosajonas para movimiento ocular rápido) es una de las fases del sueño que atravesamos varias ocasiones a lo largo del tiempo que permanecemos dormidos. La fase no se caracteriza por ser la más profunda del sueño, las tres fases no-REM son progresivamente más profundas, sino por ser la fase durante la cual se producen nuestras experiencias oníricas, los sueños.
Esto es importante puesto que, aunque también observaron que el tiempo de sueño se alargaba durante la época más fría del año, esta diferencia no resultaba significativa. Esto a su vez implica que, si bien la fase REM se expande, puede hacerlo quitándonos tiempo de sueño profundo.
188 participantes. Para realizar el estudio, publicado en la revista Frontiers in Neuroscience, los investigadores reclutaron 292 participantes entre pacientes berlineses que se encontraban inmersos en estudios de polisomnografía a consecuencia de alguna afección del sueño que padecían. Una de las variables estudiadas en estos contextos es la duración del sueño sin que a los pacientes se los despierte hasta que lo hagan ellos mismos.
Excluyendo pacientes recibiendo tratamiento cuyos resultados pudieran sesgar la muestra o algunos casos de fallos técnicos, el estudio acabó contando con 188 participantes cuyos ciclos de sueño fueron analizados a partir de sus polisomnografías.
Los investigadores señalaban también la necesidad de replicar el experimento con personas sin problemas de sueño para confirmar que los resultados serían extrapolables al conjunto de la sociedad. Cabe incluso la posibilidad de que la población general sea más sensible a los cambios estacionales que las personas que padecen trastornos del sueño.
Un reloj solar. Más allá de consideraciones térmicas, la idea de dormir más en invierno resulta bastante intuitiva si tenemos en cuenta que la época más fría del año se caracteriza por ser también la más oscura. Los estímulos lumínicos son unos determinantes claves de nuestro reloj biológico. La naturaleza está, además, repleta de ejemplos de organismos que responden a los ciclos naturales. Lo extraño sería que nuestro cuerpo no lo hiciera.
“Posiblemente uno de los logros más preciados en la evolución humana es la práctica invisibilidad de la estacionalidad a nivel de comportamiento”, señalaba Dieter Kunz, uno de los autores del estudio, en una nota de prensa. “En nuestro estudio mostramos que la arquitectura del sueño humano varía sustanciosamente a través de las estaciones en poblaciones humanas que viven en entornos urbanos.”
Seguimos cambiando la hora, pero no los horarios. La respuesta de los humanos a los cambios estacionales ha sido, desde hace cosa de un siglo, cambiar la hora. Cambiamos los relojes para mantener estable la hora del amanecer a lo largo del año desajustando en cambio la hora del anochecer. Quizá esta no sea la aproximación idónea según se puede deducir del estudio.
Es por ello que adaptar los horarios puede ser una gran idea, asumiendo que el estudio esté en lo cierto. Mientras tanto, quizá lo único que esté en nuestra mano es adelantar nuestra hora de acostarnos en invierno y seguir los consejos habituales en lo que respecta a higiene del sueño.
Imagen | Andisheh A
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