En los últimos 30 años el número de espermatozoides en nuestro semen está decayendo, según advierten algunos expertos. Esto ha levantado un revuelo a lo largo y ancho del mundo: ¿está nuestro semen en peligro? La capacidad reproductiva se encuentra en el punto de mira. Según las peores previsiones, estamos ante el inicio del fin de la especie humana. Hay quien culpa a los plásticos, otros a la alimentación o, incluso al exceso de porno. Pero, ¿realmente hay razones reales para ser tan dramáticos?
El semen ya no es lo que era
Desde hace apenas tres décadas, nuestro esperma ha bajado significativamente su calidad. Así lo mostraba el metaanálisis presentado por la Hebrew University-Hadassah, el pasado julio de 2017. No son los primeros en advertirlo, pero sí en presentar un estudio tan extenso. Un metaanálisis que recoge cientos de estudios y los analiza en busca de un resultado. En esta ocasión, los investigadores trataron de confirmar los indicios de que nuestras gónadas no están funcionando bien.
Según los estudios, 185 nada menos, realizados entre 1973 y 2011, la calidad del semen ha descendido. También en posteriores, como el de 2019 que englobaba investigación tanto en seres humanos como en perros. Esta se mide gracias a varios factores: la motilidad espermática (es decir, cuánto se mueven los espermatozoides), la morfología (cómo son) y el recuento (cuántos hay por mililitro). Según los estudios, es el número de espermatocitos el que ha descendido.
De los 99 millones de gametos (espermatozoides) por mililitro encontrados en los setenta hasta los 47 millones hallados en el siglo XXI hay un buen trecho. Y la tendencia es a la baja, lo que podría indicar un número cada vez menor a medida que pase el tiempo. Si siguiera la misma progresión, en 40 años el recuento podría llegar a cero.
Por el momento, la cifra no es preocupante: con casi 50 millones de espermatozoides por mililitro todavía estamos muy por encima de lo que se considera "bajo recuento espermático". Pero si alcanzamos los 15 millones, o menos, podríamos enfrentarnos a un serio problema de fertilidad. La pregunta que nos acecha ahora es, ¿qué está pasando?
Alimentación, plásticos y porno
Sí, hemos comprobado que estamos perdiendo calidad reproductiva masculina. ¿Pero, por qué? No lo sabemos. Por el momento, esto es un auténtico misterio. No existe ni una sola prueba que apunte a un culpable. Tal vez porque no lo hay. Sin embargo, las especulaciones ya están en el aire. Así, hay quien cree que el culpable es el exceso de plástico. El plástico, explican algunos investigadores, puede hacer que llegue a nuestra dieta un número significativo de ftalatos.
Estas sustancias se emplean para darle flexibilidad a los plásticos. Cuando se calientan, estos pueden pasar a la comida, según explican los defensores de esta hipótesis. Los ftalatos provocarían varios problemas de salud, entre los que se encuentra el descenso de la calidad espermática. Otro posible problema está en la dieta: sabemos que, en parte, somos lo que comemos.
Actualmente parece más difícil comer de manera saludable que hace 20 años, por ejemplo. Esto podría estar relacionado con todo tipo de problemas de salud: obesidad, problemas metabólicos, enfermedades, cáncer... La consecuencia final afecta a nuestra capacidad reproductiva. Esto se debe a que el cuerpo necesita de todos los recursos disponibles para poder reproducirnos. Si algo no está bien (estamos sufriendo enfermedades, estrés o de cualquier otro problema fisiológico) nuestra capacidad reproductiva puede verse afectada.
¿Y qué hay del porno? Hay personas (y comunidades) que defienden que el porno y la masturbación están haciendo mucho daño a la fertilidad masculina. Según estas hipótesis, la cual no está recogida "oficialmente" en ningún sitio, la masturbación, con ayuda del exceso de porno, hacen descender los niveles de espermatozoides presentes en el semen. Esto, por supuesto, no es cierto. Los estudios indican que no importa (significativamente) las veces que nos masturbemos: esto no provoca infertilidad.
Calidad del semen y salud
Existe otro problema importante asociado a este tema: la calidad del semen. ¿No será, en realidad, un aviso de algo más global? Es decir, ¿no será que nuestra salud está en unos niveles peores que antes? Si nuestras gónadas están mal, esto podría ser la manifestación de un problema endocrino más complejo, que solo empieza a dar la cara ahora.
Por ejemplo, la exposición a estrógenos exógenos (hormonas femeninas que vienen de fuera, mediante la alimentación o la contaminación) podría ser el causante de varios problemas graves de salud. Entre ellos, problemas de infertilidad, según apuntan varios investigadores, pero también en el desarrollo fisiológico y metabólico. Estos estrógenos y precursores provendrían de la alimentación (carnes tratadas con hormonas, exceso de consumo de fitoprecursores como la soja, etc.).
Un efecto similar podrían tener algunos pesticidas, imitadores de los estrógenos en nuestro cuerpo. Provocando todo tipo de interacciones metabólicas peligrosas para la salud. También existe cierto temor a que algunas sustancias médicas, provenientes de la depuración del agua ineficiente, alcancen nuestros grifos.
Esto ocurre, según explican los estudios, porque las depuradoras actuales no pueden filtrar todos los productos químicos médicos procedentes de las aguas de desecho. Por el momento, a pesar de que el número de estudios que trata de esclarecer este panorama es cada vez mayor, no existe un consenso claro. No sabemos qué efectos pueden tener todos estos fármacos, presentes de forma silenciosa, en nuestra dieta.
¿Vamos camino hacia la extinción?
Ya somos más de 7.800 millones de personas en el mundo tras haber superado el los 7.000 millones de almas en 2011. Mirando el panorama global, parece que la especie humana jamás ha sido tan prolífica. Sin embargo, los datos de crecimiento de la población mundial indican que desde los 70 ha ido en descenso. En contraposición a esto, los datos del CDC estadounidense indican que desde 2002 no hay una variación importante en el número de parejas clasificadas como no fértiles.
Mientras que algunos datos, incluyendo los de población y los de calidad espermática de los que hablábamos, indican que estamos viviendo una pérdida de fecundidad y fertilidad humana, nadie tiene claro por qué. Entre otras cosas, a los factores externos hay que añadirles los de comportamiento. ¿Qué pasa cuando una pareja no quiere tener hijos? ¿O si se espera hasta los 40 para tenerlo? En estos últimos años, la crisis económica, las expectativas laborales y otros factores sociales han retrasado o cambiado la decisión de tener hijos. Por otro lado, la fecundidad de una mujer (también la del hombre, pero más lentamente) desciende rápidamente con la edad, a partir de los 20 o 25 años.
Estos factores también afectan a las estadísticas que discutimos. En definitiva, no lo tenemos claro. Actualmente, apuntan algunos científicos, es imposible saber a ciencia cierta si de verdad estamos perdiendo fecundidad. Pongámonos en el peor de los casos: si cada vez fuéramos menos fértiles por lo que comemos o hacemos, ¿significa eso que vamos camino de la extinción? La respuesta es aún más difícil de contestar.
Una población no depende exclusivamente de factores externos. No es la primera vez que una especie se enfrenta a la extinción y vuelve a recuperarse. En el peor de los escenarios, ¿pasaría lo mismo con los seres humanos? Por otro lado, la tecnología está de nuestro lado. Por el momento contamos con técnicas cada vez más perfeccionadas de reproducción asistida. En última instancia, este sistema podría ayudarnos a mantener la población. Así que, a pesar de las malas noticias, nada nos hace pensar que nuestra fecundidad está condenada para siempre. Pero, de nuevo, esto solo es especulación, pues nadie puede saber qué le depara el futuro a nuestros espermatozoides.
Imagen | Natalben
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