Las cifras están claras: más de mil millones de personas fumarán en el futuro cercano. Y, sin embargo, dicho así, es difícil de entender la verdadera dimensión de esa frase. Mil millones de personas son muchas personas. Sobre todo, porque no se distribuyen uniformemente.
En España, por ejemplo, esas cifras se traducen así: uno de cada tres españoles (entre 15 y 64 años) consume tabaco de manera diaria. No es raro que Sanidad que esté obsesionada con reducir esos números. El problema es que en verano de 2021 se había quedado sin una de sus grandes herramientas.
Y cada vez menos. En julio de 2021, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios anunció que se retiraban varios lotes de Champix, el tratamiento estrella indicado en adultos como ayuda para dejar de fumar, porque se había encontrado pequeñas cantidades de un compuesto cancerígeno que no debía estar ahí.
"El hallazgo de esta impureza — explicaba la AEMPS — era resultado de las nuevas medidas que se han adoptado en la Unión Europea" y, aunque Pfizer se comprometió a recuperar la producción para septiembre de ese año, parece que el problema era más serio de lo que creían y el medicamento nunca volvió a las farmacias.
Esto dejaba a los médicos con muchas menos opciones a la hora de abordar farmacológicamente la deshabituación tabáquica. No porque no hubiera otros medicamentos, claro; sino porque eran caros y no tenían financiación pública. Cuando hablamos de tratar una adicción, este tipo de barreras no contribuye al éxito del tratamiento (que es lo que le interesa al Sistema de Salud).
Hasta ahora. De ahí que todo el mundo se haya vuelto loco con la noticia de que Sanidad ha decidido financiar desde este miércoles el 'todacitan'. El principio activo de este medicamento es la citisina, un compuesto que tiene un mecanismo de acción muy parecido a la nicotina, pero más débil. El medicamento aprovecha ese efecto, para aliviar los síntomas centrales y periféricos de la abstinencia que genera el tabaco.
Sin embargo, no es solo un anuncio de financiación más. Es todo un bálsamo para muchos expertos que, ante la tardanza de Sanidad en financiar otro fármaco, dudaban de qué era lo que quería el ministerio. Y razones para dudar no les faltaban.
Una batalla silenciosa, pero importantísima. En los últimos años, la industria tabacalera ha dado un giro enorme a su política y a su negocio. Su discurso ahora va sobre una sola idea: "la gente no va a dejar de fumar, así que no merece la pena centrarse en eso... sino en que el tabaco cause menos daño".
Esa idea, como hemos analizado en otras ocasiones, cada vez ha ido ganando más peso entre las autoridades sanitarias de los países industrializados (y ha permitido que se aprueben dispositivos que, de otra manera, nunca se hubieran aprobado).
Sin embargo, que Sanidad haya vuelto a financiar un tratamiento de este tipo, significa que mantiene su apuesta por la deshabituación: por trabajar en un futuro en que la gente deje de fumar. No es fácil, pero es buena noticia que sigamos en la lucha.
Imagen | Lilartsy
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