Los tatuajes llevan años normalizados. Ahora afrontan su siguiente evolución: convertirse en biosensores

El auge de la tinta en la piel tiene implicaciones sorprendentes para el futuro de la biotecnología

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Hace tiempo que los tatuajes son más que un arte escondido. Por un lado dejaron de estar escondidos para convertirse en algo popular entre las masas. Y dejaron de ser sólo un arte para convertirse en una pieza de tecnología.

El wearable total. Un equipo turco de investigadores ha creado una técnica que permite implantar tatuajes capaces de comunicarse de forma pasiva e inalámbrica y que no requieren implantes, cables o fuentes externas de energía. Los inventores han denominado al artilugio sensor de nanotatuaje basado en retrodispersión, o BNTS (backscattering-based nanotattoo sensor).

El principal uso de esta tecnología podría ser la de monitorizar información biométrica y transmitirla a un aparato como un smartphone.

A dos tintas. Para crear este tatuaje inteligente, los investigadores utilizaron dos tintas. Una de ellas, negra, compuesta por un aerogel conductivo de grafeno; y la segunda, blanca, compuesta de óxido de zinc y que contiene nanocables, que se coloca sobre la primera capa, que también contiene una pequeña cantidad de aerogel para permitir la unión y conductividad de ambas capas.

Las respectivas capas de estos nanotatuajes se inyectan de forma simultánea pero a través de distintas agujas. El trabajo fue presentado en un artículo en la revista IEEE Electron Device Letters del Institute of Electrical and Electronics Engineers.

¿Cómo funciona? Sus desarrolladores explican que esta tecnología está basada en la retrodispersión de ambiente (ambient backscattering). Los investigadores comparan esta tecnología con los sistemas de identificación por radiofrecuencia (RFID), solo que con una mayor capacidad de frecuencuas utilizables, entre los 900 megahercios y los 2,45 gHz.

Precisando. “Cuando la etiqueta pintada recibe las señales de radiofrecuencia, refleja algunas de las señales para establecer un enlace superior con el lector smartphone a la vez que el smartphone establece un enlace inferior con la etiqueta” explican los autores en el artículo en el que presentan el invento. A través de estas conexiones, nuestro teléfono puede monitorizar el tatuaje y pricesar la información compilada por éste según continúan explicando los autores del artículo.

¿Y para qué? Este tipo de diseños puede permitirnos monitorizar algunos aspectos de nuestra salud. De hecho, este no es el único desarrollo de tatuaje funcional. Hace unos meses, por ejemplo, conocíamos el desarrollo de tatuajes que servían para monitorizar nuestros niveles de glucosa o albúmina en sangre para, por ejemplo, mantener a raya los problemas asociados a la diabetes.

Este ingenio tampoco es el primer tatuaje electrónico. Por ejemplo, un equipo estadounidense creó recientemente un sistema semejante, creado también con grafeno, capaz de monitorizar nuestra presión sanguínea de manera constante.

Un tatuaje autónomo. Uno de los grandes avances que implica el nuevo desarrollo ha sido el de crear un mecanismo capaz de generar sus propias señales eléctricas. Lo logra gracias a la actividad piezoeléctrica, la que permite generar corrientes eléctricas a través de cambios en la presión, en este caso originados por la deformación del tatuaje causada por el movimiento de la piel.

Otro de los factores clave del desarrollo de este tipo de artilugios es la dificultad de convertir el grafeno en algo que pueda ser utilizado a modo de antena en los circuitos de estos biosensores.

Pequeños avances. Numerosos equipos trabajan hoy por hoy en el desarrollo de biosensores compactos y autónomos que nos permitan monitorizar nuestro estado de salud en tiempo real, de manera fiable y sin suponer un coste excesivo. Una correcta monitorización de nuestra salud es clave para la prevención de enfermedades y situaciones de riesgo, particularmente en un contexto en el que las enfermedades no transmisibles van ganando poco a poco peso. Eso sí, vistas las primeras imágenes, en lo estético aún queda mucho margen de mejora.

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Imagen | Andrej Lišakov

*Una versión anterior de este artículo se publicó en junio de 2023

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