La variante B.1.617 (o "doble mutante") del COVID-19 recientemente descubierta en la India se ha convertido en un problema a tener en cuenta que excede del estricto ámbito de sus fronteras. Lo cual nos demuestra dos cosas: la pandemia no se solucionará de forma local, si no lo hacemos de forma global; y hay que acelerar el proceso de vacunación en los países en desarrollo para frenar la proliferación de variantes.
Ambas ideas pueden concretarse en una: necesitamos vacunar a todo el mundo lo antes posible. Para ello, se han planteado la posibilidad de liberar las pantentes de las vacunas contra la COVID-19. Sin embargo, la opción de ceder licencias podría ser más eficaz.
Coste de producción y distribución
El SARS-CoV-2 muta con cada nuevo contagio, dando lugar a miles de variantes diferentes. A más variantes, mayor es la probabilidad de que las vacunas reduzcan demasiado su eficacia y nos veamos obligados a diseñar nuevas vacunas y pasar de nuevo por todo el proceso de vacunación. Cuanto más rápido vacunemos a todo el mundo, pues, menos oportunidades daremos al virus para que mute. Y de nada servirá que alcancemos la inmunidad de rebaño en España este verano, sin en el resto de países, como India, continúan los contagios.
Para vacunar a todo el mundo, pues, necesitamos producir y distribuir las vacunas de la forma más rápida y eficiente posible. Una solución que ha sido planteada por la OMS, por ejemplo, es la de liberar las patentes. Sin embargo, los costes de producción y distribución de las vacunas no van a eliminarse al suspender temporalmente de las patentes. Por esa razón, la Organización Mundial del Comercio (OMC), la única que podría tomar esta decisión, se ha opuesto aduciendo que, aunque todos los laboratorios del mundo puedan fabricar vacunas, no significa que sean capaces de hacerlo. España tampoco es partidaria de reformar el sistema de patentes
Si permitimos que India, por ejemplo, empiece a fabricar sus vacunas, ¿cómo podemos asegurarnos de que cumplen los requisitos técnicos y sanitarios mínimos? Bill Gates, por ejemplo, ha aludido a esta cuestión en una reciente entrevista en Sky News.
Graham Dutfield, profesor de la Universidad de Leeds y autor de Intellectual Property Rights, Trade and Biodiversity: Seeds And Plant Varieties, compara también una patente sin conocimientos técnicos y transferencias tecnológicas a una receta sin instrucciones ni medidas. Además, si no se puede garantizar a los laboratorios que pueden recuperar el dinero que ya se ha invertido en la investigación y la inversión, es poco probable que sigan invirtiendo en ello.
Según esta forma de plantear el problema, parece más eficaz ceder la licencia, lo que permite que los laboratorios dueños de las patentes acuerden con sus competidores la fabricación de más vacunas, garantizándose así que todos los laboratorios licitados cumplan con los requisitos sanitarios, el personal cualificado necesario y la tecnología imprescindible, así como la capacidad logística de distribuirlas de forma rápida y eficiente.
De esta manera, Johnson & Johnson ha anunciado contratos de colaboración com competidores como Serum Institute, en India. Moderna ha hecho lo propio con laboratorios Rovi, en España.
Las patentes no fueron diseñadas para guerras y pandemias
Estas alianzas podrían ser más eficaces a ojos de algunos, pero también hay quienes sostienen lo contrario. Podría decirse que el argumento más fuerte para una exención temporal es que las patentes nunca fueron diseñadas para su uso durante emergencias globales como guerras o pandemias.
Según esta visión de las cosas, un pequeño número de gobiernos continuaría bloqueando una exención temporal de las patentes por simple interés económico.
Esta suspensión temporal fue propuesta originalmente por India y Sudáfrica en octubre de 2020, y ahora cuenta con el respaldo oficial de 58 gobiernos patrocinadores, con alrededor de 100 países que apoyan la propuesta en general.
Según un recuento reciente realizado por la nueva agencia AFP, el 49 por ciento de todas las dosis se han administrado en Occidente, lo que representa solo el 16 por ciento de la población mundial. Como señala en The Econmist la ex directora de la campaña de acceso a medicamentos de Médicos Sin Fronteras, junto a dos economistas, la escasez actual de vacunas es artificial y evitable. Si el mundo no estuviera bloqueado por la propiedad intelectual, podríamos movilizar de manera colectiva la suficiente capacidad de producción para fabricar vacunas y inocular a todos: el 60% del mundo este año y todos los que quieran una vacuna para fines de 2022.
La estrategia para vacunar lo antes posible a la población mundial, pues, no parece clara y tiene sus pros y contras. Además de que nos enfrentamos a un rompecabezas complejo en el que están implicados muchos intereses, algunos de ellos contrapuestos.
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