En los últimos meses, los xenotransplantes no han dejado de darnos buenas noticias. Los órganos de cerdo (modificados genéticamente para mejorar su compatibilidad con los seres humanos) han dado los primeros trasplantes de riñón y corazón.
Son noticias sensacionales, aunque también insuficientes. No solo porque este tipo de trasplantes están llenos de problemas técnicos, médicos y éticos en una sociedad cada vez más estricta con la experimentación animal; sino porque solo en España cada año se incorporan más de 5.000 personas a la lista de trasplantes y uno de cada diez morirá esperando un órgano que no llegará. Necesitamos soluciones accesibles y disponibles a escala industrial. Aunque sean transitorias.
Más allá de los xenotrasplantes Por ello no sorprenderá a nadie que no sea la única gran tecnología que intenta resolver el problema de la falta de órganos disponibles. En España, concretamente, hay un pequeño grupo de investigación está obsesionado con desarrollar un corazón artificial que sirva no únicamente como una solución transitoria mientras los pacientes esperan un trasplante, sino que pueda convertirse en un tratamiento definitivo a las cardiopatías más severas.
De Alemania a Córdoba El GA09 de Patología Cardiovascular, que así se llama el grupo de investigación, está coordinado por el bioingeniero del IMIBIC Juan José Ferrés e Ignacio Muñoz, jefe de Cirugía Cardiovascular del hospital Reina Sofía, está trabajando por recuperar un modelo de corazón artificial que se empezó a desarrollar en Alemania (con su colaboración), pero que la pandemia dejó aparcado. Desde hace meses, el grupo lidera el desarrollo clínico y ya se han hecho cinco intervenciones con este prototipo en modelos animales con un resultado favorable.
¿En qué consiste? Como solución transitoria ya se ha probado varias en humanos; el reto es conseguir un dispositivo permanente. A diferencia de otros modelos, este no conlleva la extracción del corazón dañado y la implantación de un corazón artificial permanente en su lugar. Se trata de un "dispositivo de asistencia circulatoria" que se coloca entre el ventrículo izquierdo y la aorta para ayudar a mejorar la función cardiaca. Por ahora, sus estimaciones dan al dispositivo una vida útil de unos 10 años. Una duración equivalente a los trasplantes cardiacos actuales.
El momento de la colaboración Como ocurre a menudo, la clave para los próximos años será una combinación entre ambos enfoques y, por eso, la batalla soterrada entre los distintos grupos de investigación y empresas para atraer financiación y atención mediática puede acabar siendo un problema a medio plazo. Sobre todo, ahora que cada vez parece más evidente que el sistema de financiación de la ciencia contemporánea está a punto de cambiar. Y mucho
Imagen | Olga Kononenko
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