Guerra total, sin cuartel, sin tregua. Sembrar los campos con sal y quemar todo lo que encontremos a nuestro paso. Esta es la estrategia que un equipo del The Scripps Research Institute quiere que sigamos contra las (cada vez más preocupantes) resistencias a los antibióticos.
¿No es lo que hacíamos hasta ahora? No, la verdad es que no. Justo después de descubrir los antibióticos, descubrimos que, si los usábamos mal, las bacterias aprendían y, con el tiempo, se volvían resistentes a ellos. Así que hasta ahora la estrategia ha sido la contención, usarlos moderadamente y sólo cuando era necesario. Claro que hasta ahora no teníamos este tipo de antibiótico.
Usar lo mejor que tenemos, para hacerlo mucho mejor
O, mejor dicho, teníamos este antibiótico, pero no éramos capaces (ni teníamos la tecnología) para modificarlo y hacerlo realmente letal. De hecho, la vancomicina es un viejo conocido que se usa como tratamiento contra las bacterias grampositivas (y contra algunas resistencias a los betalactámicos).
A diferencia de otros antibióticos que atacan algunas enzimas clave para el funcionamiento de la bacteria (y de forma análoga, pero con otro mecanismo a los betalactámicos), la vancomicina inhibe la síntesis de la pared celular. Y sin una robusta pared celular, las bacterias se desestabilizan y mueren.
¿Un antibiótico modificado?
Durante estos 60 años, las resistencias a la vancomicina han sido pocas, malas y lentas. Algo que los investigadores identifican, claramente, como una señal de que el mecanismo de construcción de la pared celular 'evoluciona mal' y no resulta fácil desarrollar otra forma de mantener las paredes donde están.
Con esta baza bajo el brazo, el equipo liderado por Dale Borger ha estudiado minuciosamente la estructura de la vancomicina para descubrir si eran capaces de 'construir' un nuevo antibiótico usándola como base. La estrategia consiste en ir añadiendo mecanismos antibióticos a la estructura.
Por ejemplo, descubrieron que ese era el caso de la sal de amonio cuaternario. Añadiéndola a su estructura se puede perforar con un mecanismo distinto la membrana (ya desestabilizada). Sumando mecanismos como estos, la vancomicina se ha convertido en una "máquina de matar" que es muy difícil de superar.
Frente a las resistencias, aniquilación total
Según los investigadores, la nueva vancomicina (que suma tres mecanismos de acción distintos) es 25.000 veces más poderosa que antes. Sobre todo, porque al escalar en nuestra potencia antibacteriana, las bacterias no tienen posibilidad de desarrollar resistencias a ella.
Para comprobarlo, los investigadores forzaron la creación de resistencias en laboratorio. Tras 50 ciclos de crecimiento, la resistencia a la vancomicina normal (medida como la cantidad del antibiótico necesaria para acabar con todas las bacterias resistentes) aumentó 128 veces. En cambio, la resistencia a la nueva vancomicina solo aumentó cuatro.
Esto es tremendamente interesante. No porque ahora mismo tengamos la posibilidad de abordar así las resistencias antibióticas, que no las tenemos; sino porque muestra que es viable otra forma de hacer frente al problema. Y, sinceramente, ahora mismo no nos sobra ninguna.
No es sencillo. Ni la nueva vancomicina es aún lo suficientemente poderosa, ni el proceso de fabricación (que requiere hasta 30 procesos distintos) la puede hace viable a nivel clínico.
Pero, como dicen los investigadores, nos da pie a comenzar a pensar en que lo que deberíamos estar haciendo es diseñar un Terminator farmacológico que "nos ayudara a superar la fuerza de la evolución evitando que entren en funcionamiento los mecanismos comunes que producen las resistencias" y así poder decir, por fin "Sayonara, Baby" a las superbacterias.
Imágenes | A.
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