España, como la mayor parte de Europa, está a punto de salir del confinamiento y entrar en lo que se ha llamado la 'nueva normalidad'. Sin embargo, el futuro cercano está muy lejos de ser un lugar tranquilo y seguro. Casi al contrario, las incógnitas que aún quedan por responder sobre el coronavirus presagian unos meses llenos de incertidumbres.
Y la paradoja es que, a menudo, esas incertidumbres acaban concentrando nuestra atención en los problemas que creemos que tenemos que resolver y no en los problemas que podemos resolver. El ejemplo más reciente de esto es la vacuna del coronavirus. Durante estos meses, de forma recurrente, hablar de vacunas ha sido hablar sobre ella; sobre sus tiempos, garantías y proyectos en marcha. Sin embargo, seguramente la vacuna clave en los próximos meses es otra: la de la gripe.
¿La de la gripe?
Efectivamente. Y no porque, como se cree que podría ocurrir con otras vacunas conocidas, pueda tener un efecto sobre el coronavirus, sino porque la gripe estacional es una de esas cosas que podremos estar seguros que vendrán. Aunque nos hemos acostumbrado, no debemos olvidar que las epidemias de gripe provocan en torno a 10.000 fallecidos cada año y llevan al sistema sanitario del país al borde del colapso de forma recurrente.
Si la "segunda ola" llega a coincidir con el pico anual de la gripe el resultado puede llegar a ser devastador. Y ahí tanto el Ministerio de Sanidad como las autonomías saben que tenemos un problema. Encarar el problema de la gripe conlleva aumentar la cobertura en tres colectivos clave: el personal sanitario y sociosanitario, los mayores de 65 años y el resto de pacientes de riesgo (embarazadas, enfermedades respiratorias, etc...). Según la OMS, la cobertura en todos esos colectivos debería estar en el 75%. No es el caso.
En el año 2019, solo dos comunidades consiguieron vacunar a más del 60% de los mayores de 65 años: La Rioja (64,6%) y Castilla y León (61,1%). En el otro extremo de la tabla se encuentran Baleares (41,5%) y Andalucía (49%). Y este es el colectivo en el que lo hacemos mejor. La comunidad que consiguió una mayor tasa de vacunación en embarazadas fue Cantabria con un 54,4%, y si nos fijamos en el personal sanitario, a duras penas llegaríamos al 30%.
¿Cuánto dura la vacuna?
La estrategia que ha puesto en marcha el Ministerio (además de bajar el objetivo al 60% en pacientes de riesgo) es pedir a las autonomías que empiecen la campaña lo antes posible. En las primeras semanas de octubre si está en su mano. Para hacernos una idea, el año pasado la campaña arrancó el 28 de octubre en la mayoría de las comunidades. Sin embargo, el reto no está en adelantar
Esto suscita una pregunta, ¿pasa algo por adelantar la vacunación? Es decir, ¿pierde eficacia la vacuna con el tiempo? Y lo cierto es que sí. En 2017, el CDC norteamericano analizó los datos de las cuatro temporadas previas de gripe y llegaron a la conclusión de que "observamos una disminución en la protección de la vacuna contra la gripe en todos los tipos y subtipos conforme aumenta el tiempo desde la vacunación". Los estudios que se han ido haciendo desde entonces confirman esta idea llegando a establecer que la efectividad de la vacuna se pierde a los 119 días de la vacunación. Esta cifra se calculó, por cierto, en la población española.
En principio, el adelanto de la vacuna no tendría por qué dejar indefensa a la población, pero sí es cierto que nos hace apurar los márgenes (el pico de la gripe de este año estuvo a finales de enero).
Por el contrario, nos podría ayudar a detectar más fácilmente la 'segunda ola' del coronavirus al descongestionar la atención primaria y hospitalaria de casos de gripe. El problema es que, como decía más arriba, la gripe está 'normalizada' y, pese a ser una epidemia recurrente que se lleva muchas vidas, se usa repetidamente para quitar importancia a las amenazas a la salud pública. ¿Quién nos iba a decir que ahora eso es algo que tenemos que cambiar a toda prisa?
Imagen | Dimitri Houtteman
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