Han pasado casi 15 años desde que cambié por primera vez la ROM a mi HTC Tattoo. Un teléfono con ROM de Orange (malditos los tiempos de las ROMs de operador) que no se actualizaba a Android 2, versión clave para poder descargar WhatsApp en Play Store (por aquel entonces, en Android 1.X, aún estaba lo que llamábamos 'Market').
Para mí, sigue siendo un ritual y, pese a la optimización actual del software, sigo viendo el cambio de ROM como un imprescindible en algunos casos. Recientemente cambié la ROM de mi POCO F3 (con un MIUI que me saca de mis casillas) por Pixel Experience. El resultado: un mejor teléfono punto por punto y un ciclo de vida aún más largo.
Las ROMs están más optimizadas, pero no son más ligeras
A día de hoy, es habitual encontrar gama media con 6 u 8 GB de RAM y configuración mínima de 128 GB. Estos saltos han sido imprescindibles para poder mover las gigantescas capas de personalización con las que contamos a día de hoy. MIUI 14, por ejemplo, ocupa cerca de 14 GB. La ROM de Samsung se va por encima de los 20 GB.
Un simple cambio como el de MIUI 14 Stock por MIUI 14 en versión Xiaomi.EU ya nos ahorra cerca de 3 o 4 GB, prueba de la cantidad de bloatware, servicios (muchos de ellos en segundo plano de los que no somos conscientes) y elementos prescindibles con los que cuentan las ROMs de los fabricantes. En el caso de saltar a la Pixel Experience ROM, hablamos de un archivo que no pesa ni siquiera 2 GB.
Nada de apps que no abriré nunca y que no puedo borrar. Nada de servicios publicitarios implementados dentro del sistema (esto no solo sucede en MIUI). El software se ha convertido en uno de los principales puntos de monetización por parte de los fabricantes tras vender sus teléfonos.
De CyanogenMOD a Pixel Experience
Hace 10 años, hablar de ROMs era hablar de Cyanogen. Android "puro" era poco más que una utopía presente en contados terminales, y las ROMs de los fabricantes eran sencillamente terribles salvo contadas excepciones. El boom de Cyanogen se debía en gran parte al salto espectacular en rendimiento que sufrían los teléfonos en cuanto los desterrábamos del sistema nativo.
La ROM que reina actualmente es Pixel Experience: un port prácticamente perfecto de la ROM de los Google Pixel, con algunos pequeños añadidos. Es así posible tener un teléfono con un hardware superior al de un Pixel, pero compartir ROM con el mismo. Sin ir más lejos, mi POCO F3 con 120 Hz y un Snapdragon 870 se mueve bastante mejor que mi Pixel 6.
Un proceso que sigue restringido a unos pocos
Me sigue sorprendiendo que, años después, el proceso para instalar una ROM siga siendo exactamente el mismo: abrir el bootloader (con la consecuente pérdida de todos nuestros datos y el quebradero de cabeza que supone con algunos fabricantes), instalar un recovery personalizado y, por último, instalar el archivo de la ROM. La mayoría de las custom ROMs ya incluyen actualizaciones OTA pero, de lo contrario, hay que andar flasheando el archivo manualmente.
Un proceso que aleja el mundillo de las Custom ROMs de aquellos usuarios que quizás quieren mejorar el sistema operativo de su teléfono, pero no se atreven a asumir todos los riesgos que conlleva el ritual móvil, PC y consola de comandos.
Pese a ello, en pleno 2023, sigo personalizando la ROM de alguno de los teléfonos que tengo por casa y, tengo claro, que en cuanto empiecen a quedarse obsoletos los móviles de mis familiares y amigos más cercanos, basta por una pequeña parada en boxes para darles una nueva vida.
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En Xataka | Cómo personalizar tu móvil Xiaomi con MIUI 14 al máximo y sin instalar nada
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