Recuerdo bien la mañana del 18 de julio de 2013. Ese día salí de casa para ir al trabajo con un ojo puesto en la status-bar de mi móvil. Era cliente de Yoigo, y ese era el día marcado para que el operador, que todavía no era propiedad de MásMóvil, activase sus antenas 4G. Efectivamente, sobre las diez de la mañana apareció el icono 4G, reemplaazando al anterior 3G. Albricias y jolgorios, corrí a cargar algún vídeo en YouTube a ver si era cierto que la velocidad me despeinaba. "Bueno... no está mal, pero esperaba algo que me cambiase un poco más la vida".
Lo cierto es que mi vida siguió exactamente igual con el 4G que sin él... durante un tiempo. En mi bisoñez, me costó entender que los saltos generacionales de las redes móviles no son sprints, sino maratones, donde la paciencia es la aliada y el proceso se parece más a una lluvia fina, imperceptible en su inicio pero que nos cala cuando estamos el suficiente tiempo expuestos a ella.
Aquel día del verano de 2013 el 4G me pareció un complemento que no estaba mal, pero que tampoco iba a aportarme gran cosa. No podía estar más equivocado: gracias al 4G llegaron o se consolidaron servicios y herramientas que sin él no tenían sentido.
- Las stories de Instagram, con sus constantes cargas de muchos vídeos seguidos.
- Las emisiones en directo de Instagram o Periscope.
- Juegos móviles online y multijugador avanzados, más allá del formato Apalabrados.
- Redes sociales como TikTok.
- Descarga de contenidos, como apps, desde cualquier parte.
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Antes del 4G, vivíamos tiempos en que ver un vídeo en YouTube en calidad superior a Minecraft signficaba esperar a que cargase el inicio y luego sufrir parones constantes. La música en streaming tampoco era totalmente continua. Los juegos online multijugador eran más bien simples, sobre todo por turnos, y lo de encadenar treinta vídeos uno detrás de otro sin pausas, como hacemos al entrar en Instagram, era una utopía. Ni hablemos de ver una serie 720p en el autobús.
Los saltos generacionales en las redes móviles no sprints, sino maratones: sus usos potenciales solo serán descubiertos tras su implantación
Recordando todo esto, uno se sorprende al leer opiniones que cuestionan la necesidad del 5G, argumentando que con la que ofrece el 4G es más que suficiente, o que el encarecimiento de los smartphones por incluir esta compatibilidad no compensa al usuario. Como si sus ventajas reales no fuesen a llegar en los próximos años de forma paulatina, igual que ocurrió a partir de 2013 con el 4G.
Las reacciones a cada avance de esta próxima generación recuerdan mucho al estupendo homenaje que hicieron Los Simpson a Gremlins con la visita de Homer a la tienda de un siniestro anciano:
- El 5G traerá velocidades que multiplicarán por 50 a las del 4G.
- ¡Eso es bueno!
- La compatibilidad de los móviles con el 5G encarecerá los smartphones.
- ¡Eso es malo!
- La latencia caerá hasta los 2 milisegundos.
- ¡Eso es bueno!
- Hasta que no se complete el despliegue, las transiciones entre 4G y 5G mermarán la batería del móvil.
- ¡Eso es malo!
- Podremos jugar a videojuegos en streaming con la misma experiencia que con la fibra.
- ¡Eso es bueno!
- El 5G que vamos a ver durante un tiempo será realmente NSA.
- ...
- ¡Eso es malo!
El desembarco del 5G ya ha empezado, con Movistar, Orange y Másmóvil dando el disparo de salida, aunque como decíamos, en una suerte de 4G vitaminado que usa la infraestructura actual, hasta que aumente la infraestructura específica del 5G en próximas fases. Algo que redunda en que, en la práctica, las únicas novedades que podremos notar serán unas mayores velocidades de descarga. La caída de la latencia o la mejor gestión de muchos dispositivos conectados a una misma antena llegarán más adelante.
Renegar del 5G por sus posibilidades presentes, y no futuras, es como renegar del 4G en 2013 obviando que anticipó el vídeo en streaming y las emisiones en directo generalizadas
De cara al futuro, y en la medida en que se vayan activando las antenas destinadas al 5G, iremos viendo la llegada de herramientas y conectividad de nuevos dispositivos que darán verdadero sentido a esta quinta generación. Para ir abriendo boca, podemos ir pensando en jugar a los juegos de Xbox Game Pass desde cualquier lugar y en streaming gracias a acuerdos como el de Samsung y Microsoft, aunque llegará a cualquier Android.
Otras posibilidades: realidad virtual en streaming y multijugador, coches conectados e intercomunicados para evitar accidentes o avisar con mucha antelación de imprevistos en carretera... Difícil imaginarlo, como difícil debió ser para los inventores del teléfono móvil pensar que su creación acabaría en el bolsillo de cada ser humano y tendría el impacto que ha tenido en la sociedad mundial.
Veremos en qué situación estamos en 2023. Al fin y al cabo, seguramente nadie esperaba en 2013 que tuviéramos retransmisiones en directo o consumiéramos vídeo en streaming constantemente y desde cualquier parte. Y para 2016 se convirtió en algo habitual.
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