La caja del iPhone original, año 2007, incluía el propio dispositivo, cable y adaptador de carga, auriculares y hasta una base de carga para mantener el teléfono erguido. La caja de los iPhone 12, año 2020, incluye el terminal y un cable Lightning, punto y final. Los auriculares y el adaptador de carga dejaron de incluirse argumentando motivos ambientales.
La base de carga de regalo hoy suena a graciosa utopía. Apple la vende por separado a 55 euros. El cargador, a 25; y los auriculares 19, a los que hay que sumar 10 por el adaptador a Lightning para cualquier iPhone lanzado desde 2016. Es el mercado, amigo.
Fue Apple, precisamente la empresa que más beneficios logra con la venta de teléfonos, de largo, quien cruzó el Rubicón con la decisión de racanear el contenido de las cajas. Le costó la chanza de varios competidores, como Samsung, que promocionó en redes sociales algo hasta entonces tan trivial como que sus terminales incluían el cargador en la caja.
Unos meses más tarde tuvieron que eliminar aquellos contenidos, cuando Samsung anunció que también dejaría de entregar cargador y auriculares junto a sus teléfonos, así como tarjetas microSD.
Algo sintomático en un fabricante que siempre fue especialmente espléndido con el contenido de las cajas. Tres años antes, un flamante Galaxy S8 se vendía junto al cable USB, adaptadores microUSB y USB-C, auriculares AKG (nada de genéricos), varias almohadillas para esos auriculares, el extractor de SIM y un cargador rápido. En 2021, los Galaxy S21 se venden junto al cable de datos y el extractor de SIM.
La mayoría de los fabricantes siguieron sendas similares. Hasta Xiaomi, una de esas marcas que siempre han mantenido un perfil extremadamente complaciente para sus usuarios, anunció que dejaría de ofrecer el cargador en la caja de su buque insignia, el Mi 11. Luego reculó: todo por los Mi Fans.
Casi un año después de la decisión de Apple que sacudió a la industria, nos queda una curiosa paradoja: los terminales de gama alta han perdido el cargador de su caja, pero la gama baja los mantiene en gran medida.
Y eso que es en la gama baja donde más reducidos son los márgenes, aunque el volumen sea superior. Cuatro dólares de ahorro por teléfono vendido pueden ser mucho para quien vende dispositivos baratos, pero también pueden ser una condena si los compradores detectan esa carencia y terminan escogiendo otro modelo que sí lo incluya.
La gama baja de la telefonía, con honrosas excepciones, está poblada por dispositivos de diseño, especificaciones y precios idénticos. Cuesta mucho destacar en positivo, y muy poco destacar en negativo: basta con algo como no ofrecer lo que el teléfono de al lado sí. Adiós venta.
Un ejemplo de alguien que libra esta batalla es Motorola. Hace unos días presentó el Moto G60s, un terminal de 249 euros de especificaciones encomiables y una caja mucho más completa que la de los iPhone o Samsung de cuatro cifras: auriculares, cable USB-C, cargador rápido y hasta una funda. Alicientes para arañar ventas.
En la gama alta, los alicientes son otros que tienen más que ver con la exclusividad, aunque sea a costa de señalar al usuario el camino para pasar por caja. Samsung ha apostado tan fuerte por sus exclusivos plegables que por el camino ha matado la gama Note.
Y así llegamos a 2021. Con teléfonos baratos que traen de todo y teléfonos caros que no traen ni lo imprescindible, ya que asumen que tenemos un cargador en casa. La vida al revés.
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