El móvil se ha convertido en un apéndice de nosotros, tanto es así que nos cuesta desprendernos de él incluso en situaciones en las que deberíamos estar atendiendo a lo que sucede. Cuando esto pasa en el instituto, el profesor lo requisa en su cajón... Una medida drástica pero educativa al fin y al cabo. Alguien ha pensado que esa solución es buena y la ha sacado del ámbito docente: se llama Yondr y es lo más parecido a ponerle un cepo a tu móvil.
Por favor, apague o ponga su móvil en silencio
Antes mencionábamos una clase, pero la escena sucede igualmente en el cine o en el teatro. Aunque se presupone de sentido común – no hace falta que lo diga: a veces el sentido común es el menos común de los sentidos – en algún momento se verbaliza la petición de apagar el móvil o ponerlo en silencio. Varias personas lo sacan y lo hacen. Otras no. Minutos después, un tono inoportuno interrumpe la función. Está a la orden del día.
Frente al sentido común y la educación, Yondr ofrece una solución paternalista y sencilla a la par que efectiva: consiste en una funda de material resistente en la que guardar tu terminal. Al hacerlo, se cierra con un sistema similar al que vemos en los comercios para evitar los robos: esto es, a prueba de manos. Cuando el evento en cuestión termina, puedes pasar a liberar tu teléfono y seguir disfrutando de tus grupos de WhatsApp.
El quid de la cuestión no es tanto que estemos un rato sin el móvil, sino que ciertos espacios se hayan declarado "libres de teléfonos" y tomen la medida unilateral de "secuestrar" tu uso del teléfono. Y lo pongo entre comillas porque el Yondr con el terminal en su interior está en tu poder en todo momento. La clave está en la unilateralidad: tú decides ir al teatro, a una exposición o al cine. Y sabes – en caso contrario, te hacen saberlo explícitamente – que el sonido de tu teléfono es molesto para el resto de asistentes, pero eres incapaz de tomar esa medida cívica. ¿Falta de fuerza de voluntad o falta de consideración?
Si surge una emergencia y tenemos que hacer uso del él, el procedimiento sería similar a cuando hemos dejado la chaqueta en el guardarropa: acudiríamos a la organización para recuperarla... o en este caso, a abrir el Yondr. Este sistema tiene ciertas lagunas, como por ejemplo dejar el móvil en modo vibración y notar su actividad en el bolsillo. O, en caso de disponer de un smartwatch, seguiríamos viendo ciertas notificaciones e incluso podríamos responderlas.
Pero volvamos a lo importante: puede que no seamos los más empáticos del mundo, pero estar sin teléfono nos cuesta muchísimo.
Hacer los teléfonos más aburridos
Nuestra dependencia al teléfono ha ido ligada a la evolución de este. Sí, sirven para llamar, pero el desarrollo de su óptica ha posibilitado que hagamos más fotografías que nunca, la potencia de su hardware que podamos realizar tareas antes solo posibles con un ordenador y su pantalla, cada vez más grande y de calidad, ha permitido que estar frente a ella durante horas sea algo cómodo.
Pero el verdadero artífice de que el teléfono sea cada vez más adictivo es su ecosistema de aplicaciones: productividad, redes sociales, juegos... y ojo, porque el teléfono es la próxima plataforma gaming con la llegada de Apple Arcade y Google Stadia. ¿Cómo vamos a poder resistirnos a la tentación telefónica si cada vez es más atractiva?
Siempre podemos volver a los orígenes, a esos robustos y compactos Nokia con los que muchos crecimos. Eran teléfonos cuya batería duraba días, nos permitían llamar y teníamos que "sufrir" para enviar mensajes a través de su teclado numérico.
Además, uno de los modelos más icónicos está de vuelta: el Nokia 8810 regresó el año pasado con su diseño original y mejoras interesantes como WhatsApp o la integración de las apps de Google, lo que permite podamos usar el correo electrónico. Es uno de los feature phones más completos y populares, pero no es el único.
Otra opción es reducir el teléfono a la mínima expresión, una iniciativa que hemos visto en varias ocasiones en los últimos años. Es el caso de Light Phone, que conocimos en fase de financiación pero ya va por su segunda generación y cuyo precio es de 250 dólares.
Dispone de pantalla táctil de tinta electrónica de 80 gramos de peso con 1GB de RAM y 8GB de memoria desde el que realizar llamadas, enviar mensajes y otras tareas que incluyen mapas básicos, música y soporte para pedir un Uber. Con este uso, sus sus 500 mAh de batería podrían durarnos hasta 5 días, según el fabricante.
Pero el Light Phone no es el único proyecto para hacer del teléfono algo más simple y "aburrido": este verano comenzó la fase de crowdfunding del boring phone, otro terminal minimalista con el que realizar llamadas y mensajes, que incluye también funcionalidades útiles como mapas, cámara de una calidad aceptable, música, podcast y la posibilidad de compartir datos.
Lo que no tiene son redes sociales, email, navegador, juegos y una tienda de aplicaciones desde la que conseguirlas. El precio del boring phone es de 499 dólares neozelandeses, unos 290 euros.
Hace escasas semanas nos hacíamos eco de Mudita Pure, otro dumb phone disuasorio con pantalla en blanco y negro todavía más simple que los anteriores, pero más caro: llamar, enviar mensajes y meditar al "módico" precio de 369 dólares.
Todo sea por tratar de desconectar del móvil. Aunque quizás lo mejor para hacerlo sea dejarse el móvil en casa. ¿Serías capaz de estar desconectado durante unas horas? Seguramente acabaríamos echando la mano al bolsillo de forma instintiva.
Tranquilos, también hay un remedio para eso. Se llama NoPhone y su nombre no puede ser más descriptivo: con 0GB de almacenamiento, una cámara de 0MP y la tranquilidad de saber que si se nos cae al WC no pasa nada, porque el NoPhone es el teléfono menos avanzado del mundo.
Ojo, que no es algo que digamos nosotros, es que así es como se venden porque en realidad se trata de un rectángulo en forma de móvil que actúa como un placebo para frenar la nomofobia. No es broma: está a la venta en Amazon por 12 dólares.
¿Y si la solución está en el interior (del móvil)?
No deja de ser irónico tener que comprarse otro móvil para lograr desengancharnos de ellos. Tanto Android 9 Pie como iOS 13 integran funciones de "Bienestar digital" para mostrarnos cuánto tiempo pasamos frente a la pantalla, qué hacemos en ese tiempo y la posibilidad de restringir límites.
Además, tanto la App Store como Google Play disponen de una larga lista de aplicaciones para ayudarnos a desconectar del teléfono. Quién nos iba a decir que la tienda de aplicaciones iba a ser causa y a la vez (posible) solución de este problema. A continuación, algunos ejemplos disponibles para iOS y Android originales y efectivos:
A nadie le gusta que se muera su planta y ese es el punto de partida de Forest (iOS /Android), una aplicación para desconectar del móvil al mismo tiempo que aumentamos nuestra productividad. Solo tenemos que configurar cada cuánto serán nuestras pausas y ponernos a trabajar.
Si aguantamos sin mirar el móvil, el árbol que se muestra en pantalla crecerá frondoso. Y si caemos en la tentación, nos lanzará un aviso y una advertencia: si no dejamos el teléfono, la planta morirá. Lo bueno es que en muchos casos, con coger el teléfono y ver el aviso nos bastará para minimizar ese "mono", volviendo a nuestras tareas.
A grandes males, grandes remedios. Flipd (iOS / Android) es una completa aplicación te permite bloquear tu teléfono durante cierto tiempo y, cuando lo haces, ya no hay vuelta atrás: ni siquiera reiniciarlo neutraliza el bloqueo. Además, puedes activarlo de forma remota en otros dispositivos.
SPACE (iOS / Android) ayuda a controlar la forma en la que usamos el teléfono gracias a una interfaz muy cuidada y rica en estadísticas que puntúa nuestro grado de adicción.
De un vistazo, podremos saber cuántas veces hemos desbloqueado nuestro terminal al día y para qué. Una baza a su favor es que explota la gamificación, comparando nuestro uso con el de nuestros amigos o usuarios similares a nuestro perfil. ¿Te imaginas engancharte a la competición de ser el que más tiempo aguanta sin el móvil?
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