Durante la década pasada vimos varias propuestas en torno a los smartphones modulares. Partían de la idea de poder tener teléfonos sobre los que intercambiar de forma sencilla componentes averiados, o mejorar la calidad de algunos de ellos simplemente como quien cambia la pieza de un Lego.
Este concepto parecía nacer con el favor de los más preocupados de la sostenibilidad, el Do It Yourself y en general con quien vivía con disgusto el hecho de que los smartphones parecen creados para durar tres años. Hay quien no puede resistir al hype de las novedades y lo cambia a los doce meses, hay quien lo estira estoicamente y le da un lustro de vida, pero en un punto intermedio se producen la mayoría de las renovaciones. Un smartphone modular, sobre el papel, también podía facilitar la vida al grupo de los que alargan la reposición.
Muertos por el camino
Nada de eso terminó ocurriendo, y ya en 2022 cada vez tiene menos pinta de que el concepto del móvil modular vaya a ser un éxito. Se va agotando el crédito. Project Ara vino de la mismísima mano de Google, que no tiene problema en experimentar y arriesgar cuanto sea necesario hasta dar con el siguiente éxito (no es una crítica, es mucho mejor eso que estar durmiéndo la siesta). Sin embargo, ni salir de una tecnológica tan grande y relevante le sirvió de mucho.
Google fue el actor más relevante que puso empeño en los modulares, pero retraso tras retraso acabó matando el proyecto
Tras años de promesas en modo 'esperando a Godot' ("hoy no, pero mañana seguro que sí"), Google acabó enterrando el proyecto. Parecía que sería posible a través de la marca Motorola, pero la complejidad de sacar adelante un proyecto así que resulte interesante y viable comercialmente se lo llevó por delante. Y eso que cuando vendió Motorola a Lenovo mantuvo Ara, y llegó a lanzar algunos prototipos, pero no había un final feliz en el horizonte para él.
Hubo algún atrevido que intentó hacer la guerra por su cuenta durante esos mismos años. LG encontró su momento cumbre en el G2, con una impresionante batería para la época y un muy aceptable valor general. Distintos problemas empañaron las dos siguientes versiones, y para el G5 decidieron apostar por la modularidad.
Distintos accesorios y reemplazos para un chasis casi por partes con los que tratar de llamar la atención del público. No lo logró, no repitió la fórmula y hoy ya hace más de un año desde que cerró su división de smartphones. Solo el G5 fue responsable de más de 380 millones de dólares perdidos durante el trimestre tras su lanzamiento. Life isn't good.
Ese mismo año, en un ejercicio de arrojo, precisamente Motorola, ya de la mano de Lenovo, lanzó un Moto Z complementado con MotoMods, accesorios en la misma línea modular. Agua.
La llegada de piezas originales que reparar uno mismo sin pérdida de garantía es un clavo más en el ataúd de los modulares
Recientemente llegó una noticia que, además de positiva para el consumidor, es otro clavo en el ataúd de los modulares: Apple empezó a ofrecer piezas para reparar el iPhone uno mismo, sin tener que acudir a un servicio técnico autorizado. Y sobre, todo, sin perder la garantía.
Es tan cierto que ese movimiento tiene más pinta de acongoje ante los reguladores que de convencimiento táctico, como también lo es que quizás el cliente de Apple no termina de encajar con quien estaría interesado en un smartphone modular. Así y todo, esta decisión espoleó a otros fabricantes que siguieron sus pasos, como Samsung.
La resistencia en esta batalla la encarna, mejor que nadie, Fairphone, cuya misión es ser viable como empresa ofreciendo teléfonos lo más sostenibles posibles, como el Fairphone 4. Ese terminal representa algunos de los problemas de este concepto. Los compromisos que hay que asumir a cambio de su filosofía. Por ejemplo, solo tiene certificación IP54, que soporta salpicaduras, pero no inmersiones acuáticas. Todo hijo de vecino en 2022 ya ofrece IP68 al menos, que sí contempla inmersiones para tranquilidad de sus propietarios.
En defensa de Fairphone hay que decir que sus teléfonos tienen unas actualizaciones de software que prácticamente solo ofrece Apple en cuanto a longevas. Seis años de actualizaciones y subiendo. Hasta ofreció módulos de cámara para mejorar este componente sin tener que renovar todo el terminal. En 2020 lograron vender 95.000 unidades. Muchas más que las 59.000 de 2019. ¿Suficiente? Solo Fairphone lo sabe, pero las comparaciones son odiosas. En 2020 Samsung vendió 253 millones de terminales, Apple 199 millones, Xiaomi 145 millones y Oppo 111 millones.
Precisamente Xiaomi registró una patente para un teléfono modular en primavera de 2021. El esquema revela tres partes para un smartphone: en la superior, cámaras, placa base y almacenamiento. En la central, la batería. Y en la inferior, USB y altavoces. La idea, combinar esos dos módulos para ir incrementando las capacidades del terminal sin tener que reemplazarlo por completo.
Xiaomi, que de arriesgar y experimentar también sabe algo, de momento no ha pasado de la patente y es una incógnita si algún día arrancará este concepto como proyecto tangible o si simplemente es una idea que quiere reservarse por si en algún momento tiene un interés comercial.
De momento, pese a las buenas intenciones de unos o las ideas innovadoras de negocio de otros, no hay noticias reales mínimamente masivas, más allá de anécdotas, de teléfonos modulares de éxito, y la mayoría de los que lo intentaron se quedaron por el camino. La telefonía móvil es una industria en la que lo intentan todos y siempre ganan los mismos.
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