Francia tiene en Stellantis el negocio atacado directamente por el coche eléctrico chino
Alemania tiene una enorme dependencia de China, con un peso altísimo en las cuentas de sus fabricantes
Aranceles. Aranceles everywhere. El coche eléctrico chino amenaza con arrasar a los fabricantes tradicionales. La respuesta política parece que pasa, de momento, por levantar aranceles a estos vehículos pero, mientras una parte de la industria aplaude, otra se lleva las manos a la cabeza.
Parece que estamos en un punto de inflexión y que, de una manera o de otra, todo está a punto de cambiar.
El coche eléctrico chino como amenaza
China ha conquistado multitud de mercados. A principios de los años 2000, Europa miró a China con deseo. Especialmente sus compañías que encontraban en el país asiático un espacio libre de compromisos, donde producir barato y maximizar beneficios.
En aquel momento, al que también se sumaron multitud de empresas estadounidenses, China fue tomando posiciones. Con paciencia, fue tomando decisiones que acabaron elevándola a la primera posición en la producción de productos. Desde entonces, China es el gran proveedor de artículos del mundo occidental.
El automóvil, sin embargo, siempre se le había resistido. Sus coches han estado señalados por su mala calidad y en Europa poco tenían que hacer para competir con auténticos gigantes que, hasta ahora, han tenido la capacidad de entregar vehículos prácticos a un coste asumible para los consumidores. Un tipo de automóvil que, ahora, está en peligro de extinción.
Entonces, China se fijó una hoja de ruta. Fue tomando decisiones, poco a poco, en el mercado internacional de materias imprescindibles para la producción de vehículos eléctricos. Al mismo tiempo, Europa ha ido presionando para que los vehículos sean más seguros y menos contaminantes. Mejor para nuestra integridad y nuestros pulmones. Peor para nuestro bolsillo.
Los últimos pasos nos han llevado a que unas regulaciones que han ido apuntando hacia la adopción del coche eléctrico. La industria ha hecho inversiones millonarias, empujada por unos nubarrones que traían tormenta y, sobre todo, duro granizo en formato multa.
Con los fabricantes occidentales con problemas para ofrecer un coche eléctrico de precio atractivo, unas regulaciones europeas y estadounidenses encaminadas a abrazarlo antes o después, y China con una posición de privilegio en la cadena de suministro, era el momento perfecto para que el país tratara de asaltar esta industria.
Y ahora Europa y Estados Unidos no saben cómo poner coto.
Aranceles por aquí, aranceles por allí
Los coches chinos a pagar. Eso es lo que, parece, que quieren los reguladores europeos y estadounidenses.
El pasado mes de septiembre de 2023 desde la Unión Europea se sorprendía avisando de que estaban estudiando imponer aranceles a los coches eléctricos chinos. Meses más tarde hemos conocido que esta posibilidad está más cerca que nunca y que, de hecho, ya se plantea que puedan llegar en verano para paliar un "daño incalculable" en palabras de los primeros informes.
Según las investigaciones europeas, los fabricantes chinos habrían recibido contraprestaciones del Gobierno como terrenos, trabajadores o, directamente, dinero para mantener sus empresas con vida artificialmente con el único objetivo de poder vender sus productos a un precio inferior que sus rivales en Europa. Competencia desleal, en resumidas cuentas.
Este planteamiento ya se ha asentado en Francia. Allí, los coches eléctricos venidos de China no reciben subvenciones, esgrimiendo el argumento de un supuesto daño medioambiental que, realmente, esconde una política claramente proteccionista. La respuesta de los fabricantes chinos, viendo lo que puede venirse encima, ha sido la de ir anunciando plantas en Europa.
No es nuestro continente el único terreno que se plantean explorar desde China. Conscientes de las ventajas fiscales que los fabricantes asentados en México tienen a la hora de vender en Estados Unidos, BYD también ha tanteado la posibilidad de abrir una gigafactoría en el país.
Como respuesta, Donald Trump, en su nuevo intento de convertirse en presidente de Estados Unidos, ya ha anunciado que planea poner aranceles del 100% a los fabricantes chinos que quieran vender en su país utilizando a México como puente.
Una dura batalla entre alemanes y franceses
En Europa, Stellantis ha sido con diferencia la compañía que más ha presionado para que los coches eléctricos chinos reciban algún tipo de castigo a la hora de vender sus vehículos. Sus palabras se han dirigido a los dirigentes de la Unión Europea pero también hacia el Gobierno francés.
Tiene sentido. Tanto que Stellantis presione como que el Gobierno francés responda. Un estudio de Morgan Stanley avisaba de que el mercado francés tiene la fragilidad suficiente como para que el coche eléctrico chino abra brecha. Con el cliente buscando una buena relación calidad/precio, es exactamente el nicho de mercado donde los vehículos asiáticos pueden hacer daño.
No hablemos de un mercado como el español, donde MG ya consiguió el pasado mes de agosto elevarse como la marca más vendida y donde el mercado se está partiendo, dominando las primeras posiciones los vehículos de menor coste para el cliente.
Es exactamente aquí donde Stellantis tiene un mercado enorme para conquistar. Sus coches eléctricos apuntan a grandes márgenes de beneficios pese a vender un gran volumen. El grupo es tan grande y hay tantas marcas que pueden compartir estructuras que les permite tener un coche para cada cliente europeo y, al mismo tiempo, sacar un rendimiento realmente alto por los mismos.
Stellantis cuenta con otra ventaja. Presiona con fuerza contra el coche eléctrico chino porque sus ataduras son mínimas. Hace tiempo que cambió su estrategia respecto a China. Primero salió por completo del país y, posteriormente, llegó a un acuerdo con uno de los fabricantes con más proyección para comercializar sus coches eléctricos fuera de China. Un inversión con poco riesgo y mucho que ganar.
Buena parte de sus grandes esperanzas en el coche eléctrico se basan en los vehículos de bajo coste. Ahí tiene a Fiat, a Citroën y hasta pretende fabricar automóviles de Leapmotor en su fábrica italiana. En China, no hay negocio que frene sus declaraciones pues ya decidieron que no les merecía la pena las obligaciones que impone el Gobierno chino para operar allí.
Todo lo contrario le sucede a los fabricantes alemanes. En los últimos años, las declaraciones de los directivos de Volkswagen, BMW o Mercedes no se han centrado en China y sí en las políticas europeas. BMW, por ejemplo, ha desafiado las últimas decisiones asegurando que seguirán desarrollando motores de combustión.
Pero con la posibilidad de implantar unos aranceles tomando más y más fuerza, Mercedes también ha querido tomar partido asegurando que decidirse por esto sería una malísima decisión. "Nosotros no estamos pidiendo protección y creo que las mejores empresas chinas no están pidiendo protección. Quieren competir en el mundo como todos los demás", ha asegurado Ola Källenius, máximo responsable de la compañía, en palabras recogidas por Financial Times.
Pero detrás de estas declaraciones no sólo se esconde un desinteresado impulso por la competencia sana. China es el mayor socio comercial alemán. Se calcula que el comercio entre ambos países sostiene un millón de puestos de trabajo en Alemania. La industria alemana del automóvil, que siempre ha gozado de prestigio en China, es clave.
Sin duda, la guerra de precios en China ha presionado a los fabricantes alemanes pero lo ha hecho mucho más a los europeos y estadounidenses que ejercen políticas de vender a grandes volúmenes. Mercedes, BMW e, incluso, Volkswagen que han anunciado que esperan vender menos con un mayor margen de beneficios se sienten más amenazadas por las posibles represalias chinas que por su propia competencia.
Para Mercedes, es clave mantener buenas relaciones con China. Aunque sus ventas en el país se han reducido en los últimos años, siguen teniendo a China como una piedra angular en su proyecto del coche eléctrico para los próximos años. Volkswagen también tiene un gran interés en que las relaciones no se deterioren. En Politico recordaban que la compañía ha llegado a llamar a China "el segundo mercado nacional", llegando a alcanzar sus ventas en el país asiático el 40% de su volumen global.
Europa, poco a poco, se parte. Alemania tira de la cuerda hacia el este, hacia China. Francia parece estar en sintonía con quienes tiran de la cuerda hacia el oeste, hacia Estados Unidos. Y, en el medio, parece que nos encontramos el resto, ante una decisión que nos afectará irremediablemente.
Imagen | Citroën
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