La primera semana del mes de octubre ha comenzado con unos precios en la gasolina y el diésel de 1,688 €/l y 1,814 €/l, respectivamente. Son costes para el usuario que están muy alejados de sus máximos históricos: 2,152 €/l para la gasolina 95 y 2,106 €/l para el gasóleo A. Más si tenemos en cuenta la subvención de 20 céntimos/litro del Gobierno. Pero esta bajada puede haber llegado a su fin. La OPEP no quiere que el precio se relaje.
Más caros que nunca. Durante la segunda mitad del pasado mes de junio, el alza en los precios de los combustibles parecía no tener fin. A pesar de que por cada depósito se nos estaban descontando 20 céntimos/litro, nunca habíamos pagado tanto por el diésel y la gasolina, que superaron con creces los dos euros/litro.
Desde entonces, el precio de ambos combustibles se ha relajado ligeramente. Hoy, echar gasolina es casi cincuenta céntimos más barato por cada litro. Con el diésel no ha habido tanta suerte, pero también ha caído su precio a unos treinta céntimos por litro.
Caída del petróleo. Otro de los motivos detrás de la caída del precio de los combustibles fósiles es la bajada que ha experimentado el precio del petróleo. Tras alcanzar posiciones muy cercanas a los 130 dólares/barril, los últimos días se encuentra en la franja de los 80 dólares/barril e, incluso, se ha mantenido en su zona baja.
El pasado lunes, sin embargo, vivió un importante repunte y el día 28 de septiembre ya volvíamos a estar cerca de los 90 dólares/barril de nuevo. Un movimiento que, antes o después, ya se esperaba, pues al OPEP+ decidió a principios del pasado mes de septiembre que recortaría su producción en 100.000 barriles diarios.
Menos consumo, más precio. Y esta primera reducción puede no ser la última. Miércoles, 5 de octubre. Esta es la fecha que está marcada en el calendario para que los países de la OPEP se reúnan en Viena. Los 23 países de la alianza (13 de la OPEP y 10 aliados) estarán presentes para decidir qué sucede con el mercado del petróleo.
El globo sonda ya se ha lanzado. Temiendo que una ralentización de la economía también lastre el consumo de combustible, está sobre la mesa una rebaja en la producción de un millón diario de barriles. Sería la mayor rebaja desde que comenzara la pandemia de coronavirus en 2020 y representaría el 1% del comercio mundial de este bien. Un anuncio que ya hizo Arabia Saudí el pasado mes de agosto.
Nueva normalidad. Sin duda, una reducción tan dura en la oferta de petróleo debería desembocar un alza de los precios actuales. Esto confirmaría que el diésel y la gasolina se han asentado en unos precios a los que todavía tenemos que acostumbrarnos y compromete la vida de una subvención a la gasolina que termina el 31 de diciembre y que se enfrenta a su prórroga con el mercado presionando.
Una de las consecuencias más evidentes la está viviendo el gasóleo. El diésel está más caro en las estaciones de servicio que la gasolina. De hecho, es la mayor diferencia histórica en el precio de los combustibles. Uno de los motivos es que, al sacar el petróleo ruso del mercado europeo, se ha cerrado el grifo a petróleo ya refinado. Esto ha supuesto un problema en gran parte de las refinerías europeas, pues el que llega de otros países es más pesado, costoso y caro de refinar.
Malas perspectivas. Todo ello ha desembocado en que el diésel se encuentre más caro que la gasolina pero, también, en que las perspectivas para el invierno no sean demasiado optimistas. En agosto, Bloomberg ya alertaba de que el próximo mes de noviembre habrá la menor disponibilidad de combustible diésel para coches desde 2011.
A ello hay que sumar que la llegada del frío con el invierno también hará aumentar el uso de calefacciones alimentadas por gasóleo. Las comunidades de vecinos empiezan a mirar con miedo el precio de las cuotas mensuales en un momento de inflación histórica en la que los salarios se mantienen congelados.
Foto | NOAA
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