El primer coche eléctrico de la historia de Rolls-Royce ha sido desvelado. Y, con él, toda una serie de lujosos detalles y una avalancha de datos que demuestran que las presiones políticas llegarán hasta donde llegan y que, si alguien tiene dinero y está dispuesto a gastarlo, de poco o de nada valen algunas decisiones.
El primer eléctrico de Rolls-Royce. Se llamará Rolls-Royce Spectre. Llegará a la calle a finales del año que viene y no hay un precio oficial anunciado. Pese a todo, la firma sí ha asegurado que lo posicionará entre el Rolls-Royce Cullinan y el Phantom, por lo que deberíamos estar hablando de un coche eléctrico que ronde los 400.000 euros, más allá de las obsesiones de cada cliente.
La marca da así su primer paso en el camino del coche eléctrico. A partir de 2030, Rolls-Royce quiere ser completamente eléctrica y, por tanto, adelantarse a las obligaciones normativas de Europa, que no permitirán vender coches de combustión más allá de 2035.
Sin hueco para la excepción. La decisión de prohibir la venta de vehículos nuevos con motores de combustión dentro de las fronteras de la UE a partir de 2035 parece firme. Sin embargo, antes de que el Parlamento Europeo negocie con los Estados miembros la resolución definitiva, éstos han conseguido colar (especialmente por el interés de Alemania e Italia) que exista una excepción.
En dicha excepción se plantea que las firmas que vendan menos de 1.000 unidades al año sí podrán comercializar este tipo de propulsores, al entender que su impacto será insustancial. Un movimiento que tiene mucho de ruido y marketing político y muy poco de impacto real. En 2021, Rolls-Royce vendió 5.586 vehículos de ultralujo. Es decir, una firma con un volumen tan bajo de ventas sobrepasó (y con mucho) este límite.
Pero no sirve para nada. Uno de los objetivos de la Unión Europea con el salto al vehículo eléctrico es reducir la huella de carbono, una movilidad más sostenible y menores consumos (el diésel y la gasolina son altamente ineficientes al lado de la electricidad). Pero esto no sirve de nada cuando hablamos de según qué vehículos.
El Rolls-Royce Spectre es una bestia de 5,45 metros de largo, 2,08 metros de ancho, 1,56 metros de alto y tiene una batalla de 3,21 metros. Aunque el tamaño de su batería no se ha hecho oficial, pesa 2.975 kg (240 kg más que un Cullinam con su enorme V12), de los cuales 700 kg corresponden a la batería. Y todo ello para alojar a cuatro personas en su interior que apenas podrán recorrer 520 km siempre que se mantenga en los esperados 21,5 kWh/100 km.
Con todo lo esperado. Y que no se diga que en Rolls-Royce no se han preparado para ello. O, al menos, se han preocupado de hacernos saber que han trabajado duramente para reducir consumos y aumentar autonomía. Tanto que sus clásicas formas se han suavizado, su Cx es de 0,25 (el mejor de la historia en la marca) y hasta han retocado su mítico Espíritu del Éxtasis.
Y, por supuesto, con todas las señas de identidad de la marca: puertas suicidas para facilitar la entrada, paraguas en la puerta, cielo estrellado dentro del habitáculo y toda una serie de añadidos que harán a los pasajeros sentirse como en casa. El ansiado refinamiento siempre buscado por la firma británica, esta vez, está asegurado. No habrá ruidos ni vibraciones de sus extraordinarios V12.
Cambiar para que nada cambie. El Rolls-Royce Spectre es la confirmación de que siempre habrá firmas que bailen en el centro de la pista, sea cual sea la música que suene. Como si le cambian los bailarines y las reglas del juego.
Obligar a que Rolls-Royce pase al coche eléctrico será necesario normativamente, pero demuestra que en la industria del automóvil siempre habrá hueco para los vehículos poco respetuosos con el medioambiente, independientemente de qué energía los propulse porque, básicamente, entra en su razón de ser.
Son vehículos gastones, excesivos, desmedidos y altamente ineficientes. Lo llevan en los genes y a sus clientes les da igual. Por eso mismo Porsche quiere potenciar los combustibles sintéticos, porque sabe que sólo unos pocos podrán pagarlos. Y esos pocos son clientes suyos.
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