Con uno u otro nombre, las suscripciones de vehículos están abriéndose paso en nuestro país. Bien bajo la fórmula de renting o, simplemente, con una suscripción mensual a un vehículo. De momento, esta última posibilidad es menos conocida, pero no hace falta más que una pequeña búsqueda para comprobar que la oferta está creciendo. Una alternativa que bebe de la crisis salarial que estamos viviendo y que vuelve a dejar fuera a los trabajadores más empobrecidos.
¿Más caros?. Es una mezcla de factores la que está haciendo que un vehículo en propiedad esté perdiendo terreno. Una en las que más foco se pone es en los precios de venta. Es cierto que la crisis de los semiconductores y la Guerra de Ucrania han encarecido los precios de los vehículos. Sin embargo, no todos los coches lo han hecho en la misma proporción.
Tomando datos del INE, en 1992 un trabajador cobraba, de media, 147.052 pesetas al mes. Con 12 pagas, sumaba un total de 1.764.624 pesetas. Por aquel entonces, un Ford Fiesta valía 1.233.688 pesetas. Es decir, representaba casi el 70% de un sueldo medio anual. Hoy, podemos encontrar un Ford Fiesta desde 20.304 euros sin descuentos. Con un salario medio en 2021 de 26.832 euros, esto representa el 75% de un sueldo anual.
Es decir, el precio de un utilitario es sensiblemente más alto, pero no se puede tomar como principal defensa de la desafección por el vehículo privado. Un Volkswagen Golf costaba 1.671.081 pesetas en 1992. Ahora, su precio de salida es de 30.700 euros. Es decir, antes representaba un 95% del sueldo, mientras que ahora se sitúa en un 114% por ciento. Aquí el Golf sí se ha encarecido notablemente, casi un 20%.
Proporcional. Por lo tanto, sí parece que los coches se han encarecido, pero no todos de igual modo ni en la misma proporción. Por ejemplo, un BMW 520i de 150 CV (la mitad de potencia que un Ferrari Mondial) costaba 3.905.000 pesetas, un 221% del salario medio. Un BMW 540i xDrive (333 CV) cuesta ahora 75.450 euros. Es un 281%. Un encarecimiento de un 60% en los últimos 30 años.
Es decir, cuanto mayor es el precio de un vehículo, mayor también es el dinero que tiene que invertir el conductor para adquirirlo. Es un ejemplo más de que los sueldos en Occidente se han estancado. Y con los sueldos congelados y un acceso a la vivienda cada vez más complicado, el 20% de encarecimiento de un Volkswagen Golf es una cuesta mucho más empinada.
Desafección. Estamos pidiendo a unos jóvenes que no pueden vivir mejor que sus padres que se compren un vehículo cuando vivir en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona es un 20% más caro que en otros lugares de España. Espacios donde hay más alternativas que nunca al coche privado. Desde transporte público hasta vehículos compartidos.
De hecho, hace tiempo que la expedición de permisos de conducir ha descendido notablemente. En 2008 se aprobó a 1,25 millones de nuevos conductores. En 2020 la cifra se quedó en 700.000 conductores. Y no fue consecuencia de la pandemia de Covid-19. En 2013 sólo se sumaron 654.924 nuevos conductores. Parece que tiene más que ver con la economía y el estallido de la burbuja de 2008.
A esto hay que sumar que las restricciones anticontaminación son cada vez más duras y el salto al coche eléctrico confirma la tendencia: los coches serán más caros y más parecidos entre sí. La diferenciación, tal y como han explicado las propias marcas, quedará en manos de los servicios que éstas puedan ofrecer.
Comodidad. Sin duda, estamos en el contexto perfecto para que se asiente el coche como servicio, como suscripción. El renting ha crecido en los últimos años hasta situarse en cifras ligeramente superiores al 20%. Y las marcas suelen ofrecer financiaciones flexibles en los que decidir qué hacemos con el coche en su última cuota: quedárnoslo, devolverlo o financiar el próximo vehículo.
Algunos automóviles, como el nuevo Toyota bZ4X sólo está disponible en su reserva en modalidad de renting y Link & Co, firma china que quiere asentarse en nuestro país, sólo permite adquirir el vehículo como empresa. Para particulares, sólo es posible disfrutar del mismo con una suscripción mensual de 500 euros.
Además, empresas como Bipi, Wabi o Sixt ofrecen suscripciones con mayor o menor permanencia. O incluso sin ella. Y en su oferta hay de todo, con opciones que van desde poco más de 200 euros/mes por los vehículos más pequeños a unos precios medios de 500 euros/mes para quien necesite un vehículo de tamaño mediano.
La flexibilidad. Con unos jóvenes que cada vez cuentan con más dificultades para hacerse con un coche superior a un utilitario, no es de extrañar que la oferta de vehículos de suscripción aumenten. Un conductor con pocos recursos y que no mueva el coche a diario puede optar por alquilarlo las contadas ocasiones que necesite. Y, pese a todo, una suscripción de un solo mes de un coche compacto puede suponer más de una cuarta parte de su sueldo.
La gran ventaja es que este tipo de conductor puede disfrutar de un vehículo durante, por ejemplo, su mes de vacaciones por el mismo precio que le valdría todo un año de seguro y ahorrándose las cuotas de la financiación y el mantenimiento. Además, atarse a una suscripción mensual en lugar de un renting también garantiza contar con un vehículo que se adapte más a las necesidades personales de cada momento.
El renting o la suscripción también actúa como una especie de procrastinador económico. Como hemos visto, con los sueldos perdiendo valor, acceder a la misma categoría de coche que hace treinta años es ahora más complicado. Las cuotas mensuales de un tipo u otro de alquiler permiten durante un tiempo limitado acceder a vehículos más caros. Eso sí, a cambio de que el coche nunca sea propiedad del cliente. A la larga, se paga más dinero, pero existe la libertad de terminar el acuerdo en el momento que se quiera, en lugar de estar atado con préstamos que empiezan a acercarse a los 10 años de financiación.
Para quien pueda pagarlo. Evidentemente, los casos anteriores no serían viables si no se contara con alternativas atractivas para el coche a diario. El problema es que para quien menos cobra, estas financiaciones son muy difíciles de asumir. Generalmente, los trabajadores más empobrecidos ocupan una mayor cantidad de trabajos presenciales y alejados de sus viviendas. Según el informe de IDAE, "La movilidad al trabajo: un reto pendiente", carecer de vehículo es un motivo más de exclusión social.
En dicho documento también recogen que la mayor parte de los polígonos industriales españoles (más de 5.000) carecen de un transporte público eficiente. A estas personas sólo les queda un camino: hacerse con un vehículo nuevo muy barato o de segunda mano, donde los vehículos diésel de más de 10 años son los coches más vendidos. Carecer de vehículo es un privilegio. Suscribirse a uno también lo es.
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